Juan José Toto Lopez actualmente es actor. Preso polÃtico durante el Proceso, fue torturado en el centro clandestino La Perla. Pero antes pasó una siniestra estadÃa en el Neuropsiquiátrico de Cordoba; Toto narra las razones estratégicas del cómo, cuándo y el cuánto de la experiencia.
"Al recibirme en 1976 de profesor de filosofÃa ya no podÃa patear el servicio militar obligatorio para adelante. CorrÃa el riesgo de que me declararan fÃsicamente apto. Me presento con una radiografÃa trucha, de otra persona, y que planteaba una malformación ósea en la columna. Pero entonces, setiembre del 76, incorporaban a todos; las Fuerzas Armadas necesitaban de mucha tropa. Mantuvimos entre los compañeros un debate sobre si yo debÃa pasar a la clandestinidad. Pero me resistÃa. HabÃamos montado una guarderÃa, "La vaca bochinche", la primera en el barrio JardÃn. Sin embargo, al fin me tocó la colimba. Salà apto total. Pese a la radiografÃa.
* Entonces tomamos contacto con un médico psiquiatra que se jugó. Me hizo consultorio externo, me dio material e indicaciones, más algunos estudios. Y presenté un cuadro para una internación. Ingresé en el Neuropsiquiátrico cuando éste era un hospicio cárcel. Pensaba que iba a ser un trámite de veinte dÃas: fueron trece meses.
* El encierro duró hasta octubre del 77, con entradas, salidas, recaÃdas. Cargué con un diagnóstico que luego confirmaron allà con sus análisis y pruebas: un brote esquizoide a nivel extremo, masiva desintegración, pero que me salvaba de los electroshocks. No fuera a ser que me los dieran, estando absolutamente consciente de mis actos, mi situación y de los hechos que querÃa cumplimentar autointernándome en el Psiquiátrico cuando era un hospicio de pordioseros, de los despojos de la humanidad.
* No sé qué me afectó más, si la "La Perla" o ese manicomio. Lo digo en serio. Fue terrible esa temporada en ese infierno. Al otro infierno más o menos lo conocÃa, sabÃa donde caÃa. Aquà no. Y las pastillas ésas que te dan, los fármacos, las inyecciones, estas triples, la plancha, el lapidol, el grado de represión a todo lo que es el mundo afectivo de uno, lo que te sostiene virtualmente, el deseo, la pasión, ahà te la dan, paf. Con estos fármacos legales que te meten los enfermeros, los médicos.
* Como ese año estaba refaccionándose el Neuropsiquiátrico, nos metieron a todos los locos juntos, los pacientes dicen ellos, los impacientes, todos amontonados. Los que hacÃa mucho que estaban perdidos y esperaban un salvoconducto para ser llevados a otro depósito como Olivos o Santa MarÃa. Todos juntos y en una camita al lado de la otra. Y el olor al Neuropsiquiátrico, las moscas, las violaciones allà dentro, el no controlar los esfÃnteres, esos olores, el ser considerado una cosa, un objeto. A un animal lo tratan mejor. Los enfermeros nos ponÃan en un baño y nos apuntaban con una manguera, ése era el aseo que tenÃamos, de a diez, todos desnuditos, en bolas. Y nos manguereaban a la cara, con un chorro asÃ.
* Allà no hay otra actividad que comer. Se levantaba uno a la mañana, el desayuno. Y a deambular hasta las doce en que almorzábamos, te dejaban tirarte un ratito en la cama, y después a dar vueltas hasta la noche, la cena. Y a dormir. Te daban pastillas que producen sueño. Eso era todo. Entes. Plantas.
* Los jueves, visitas cortas. Y los domingos, visitas. Nos afeitaban; con una hojita Legión Extranjera afeitaban a diez. Imaginate al séptimo, octavo, quedábamos todos cortados. Y nos ponÃan ropa limpita que traÃan las organizaciones de beneficencia. Me rÃo porque traÃan ropa tan ridÃcula; me tocaba un pullóver hasta el pupo nomás; inauguré la "pupera" en Córdoba. Atados los pantalones con piolÃn, sucios, orinados. El olor a mierda, a transpiración penetrante, a creolina. ConvivÃan esos olores. Y lleno todo de moscas. Moscas. Y no tenÃamos nada más que una cuchara para comer, por el tema de las agresiones. El domingo almorzábamos, nos afeitaban, nos vestÃan, los 120 y pico que estábamos ahà empezábamos a deambular, esperando que llegaran las visitas, llegaban seis visitas, a las cinco de la tarde, hasta que una hora después se iban. A las visitas se las dejaba pasar a un patiecito cárcel, con rejas. Esa tremenda tristeza de las seis de la tarde, todos los locos dando vueltas y nadie los iba a ver. Olvidados. Los ninguneados, los nadie de Galeano. Intemperie. Y la soledad. La soledad de la tortura allá en La Perla. Y acá.
* Yo estaba fuerte fÃsicamente, ideológicamente, y estaba enamorado. Tres elementos que me sostenÃan.
* Después de los trece meses de encierro pasé a un tomo especial. Mi madre me vio a los dos meses desgreñado, sucio, semidesnudo, con un pantalón roto, descalzo, representando el papel, desconocerla a ella porque habÃa una junta de médicos que me estaban analizando. Yo me sumÃa en silencio, lloraba y me callaba la boca.
* Un enfermero me conocÃa de CosquÃn porque su hija, Vilmita, habÃa estado conectada a un grupo que habÃamos formado. Como ella tomó luego otro camino (hippie, fumar marihuana, flores) con el que él no estaba de acuerdo, me identificó y me culpó. Me planchó dos o tres veces. Arrieta me castigó. Severamente me castigó.
* Cómo salir de un Neuropsiquiátrico: "Pasó pascua, abril, mayo del 1977, cuatro, cinco meses sin salir yo de allÃ. Este médico psiquiatra que me ayudó a ingresar e hizo la historia clÃnica, me ve muy mal, me dice: "Te voy a dar una salida", asà que salà casi un mes y volvà a entrar porque tuve una recaÃda, como se dice, porque yo tenÃa que estar alerta, atento a que se resolviera mi situación y salvarme del servicio militar. Cosa que finalmente ocurrió en agosto, setiembre. En octubre dejo el Neuropsiquiátrico y continúo con el consultorio externo, ambulatorio, con visitas una o dos veces por semana al principio, una sola después, continuando la farsa, la pantomima. Siempre tiene que ser uno carne de farsa para no despertar sospechas. Y a los cuatro meses caigo detenido en La Perla. Asi que vivà poco tiempo... del Neuropsiquiátrico a La Perla. Asà fue.
* Al segundo dÃa en La Perla, cuando, en la tortura, salta que yo habÃa estado loco, van al Neuropsiquiátrico, hacen un allanamiento y le sacan a mi médico todos mis antecedentes psiquiátricos. Pero este médico que me ayudó, hasta tuvo la valentÃa de defender mi locura.
* Por qué salvarse del servicio militar a ese precio: "Yo estaba buscado. Y me habÃan echado de la universidad. Me faltaban algunas materias para recibirme de licenciado (Latin III, Griego IV, y dos materias de un seminario). Pero en marzo me expulsaron y formo parte de la lista ésa. Y el 25 de marzo lo meten preso a mi papá en CosquÃn. La meten a mi mamá en el sótano; a mi hermano lo golpean, mi hermanito de 13 años. ¿Dónde estaba yo? En la fabrica en la que trabajaba. No querÃa irme del paÃs. Cuando uno elige un lugar, es su lugar en el mundo. Uno construye allà su casa y su tumba, como dicen los árabes. Córdoba es mi casa. Pero me van a buscar. Porque en el '78 cae un compañero que era muy amigote, de los Montoneros, al que habÃamos ocultado en la GuarderÃa. Le conseguimos un lugar seguro donde vivir y un trabajo, con documentos truchos. El dÃa que se iba a ir de Córdoba, lo secuestran. Un viernes de enero. Inicialmente traÃa un bolso con armas, del que nos ocupamos. Me hice cargo y se lo pasé a alguien, no recuerdo a quien. Aparece el tema. Me van a buscar. Paran tres autos. Blum blum blum. Me atan las manos con alambre. Gritan. Que me de vuelta. Que no los mire. Ahà me llevaron a La Perla directamente. A la tortura hasta la madrugada. Recién en octubre de 1978 me soltaron.
* Sigo siendo el mismo. Contradictorio, pelo más pelo menos. Pero en el 76 estábamos tocándole el culo al cielo. Supimos soñar a lo grande.
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* Fuente: Archivo Provincial de la Memoria, Córdoba. Los fragmentos se tomaron de un testimonio de López filmado por Damiana Mecca y Pablo Becherra, el 18 de noviembre de 2008, Area de Historia Oral del citado organismo.
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