Cuando debo ¿quién debe? ¿yo? ¿mi nombre? ¿mi cuerpo debe?.
Cuántos capÃtulos tiene una deuda!, ella abisma al olvidado y, en vigorosa corriente, es un zócalo sin el cual no puede uno enderezarse.
Si no pago ¿me llevan presa? ¿y si me llevan presa, a quien vienen a buscar? A mi cuerpo, entonces ¿quién es el que debe cuando debo? ¿un cuerpo debe? ¿un nombre debe?.
Mi nombre podrÃa mancharse con una deuda impaga eternamente, me señalarÃan con el dedo, deberÃa cruzarme de vereda hasta ordenar los tabúes y calmar acreedores dentro mÃo. Coordenadas de naturaleza impositiva, diccionario que nutre la mañana.
Empobrecida y en exilio, puedo deber. La vida se vuelve elástica por mi incapacidad de respuesta. De la falta de pago al vacÃo, del banco a Coronda, del don a la chica cautiva. Desde el presente adelgazado a oraciones unimembres.
Debe mi nombre o debo en mi nombre. Debo también hacer tal cosa, tengo sendas hernias en billetera y biblioteca, mientras, se acumulan dÃas; hay una estrÃa en el deber, padres microscópicos, sirenas alumbran el camino.
Vienen limaduras de la que alguna vez fui. Tanteo. Colmada y a poco de estar hastiada, mi miro en espejitos.
Se llevarán mis ojos como forma de pago; alguien se va a burlar de mis razones, ¿vendrá el juez?, dirá: hable o calle, decida.
Errante en el pensar, transito el arrabal del mercado, donde incesantemente todos somos deudores, no sé si de Garbarino o las generaciones anteriores, no sé si la social obligación de ser derecho.
Polos simbólicos (tan fantasiosos como reales) me invitan a pagar, a reconocer garantes de conquistas y cultura.
QuerrÃa una asunción colectiva, algo que embargue mis bienes pero me deje libre, un alivio que repare autoridad y que a su vez advierta el agotamiento de mi capacidad humana para faltar, para poder, para el éxtasis de hablar.
Mi deuda va en vehÃculos vegetales, se la llevan plantas, la traslada un ombú como chivo emisario. Una Mandrágora comanda, el Opio da la letra.
Producto de consumos habituales, voy con ella, me lleva ella hacia la antigüedad de mis nociones, de cuando ser deudora no dolÃa.
¿Y si me llevan, a quién llevan en esos patrulleros del olvido? ¿y si no pago vendrá mi herencia griega a defenderme?
Entre patrimonios estorbo, entre garantÃas sobro.
Vienen revendedores a querer compartir su doble origen, el quince por ciento de mà es una coima literaria y el resto un Cristo al que no puedo rezarle.
¿Qué ha de pasar? ¿qué ha de ocurrirle a la escultura de mi nombre si esta deuda prohibida me recubre?
Llevo reservas mÃnimas, un diario, el equipo de mate, mis malarias.
Hago la cuenta en escenas, sumo ritos, resto pactos, divido asesinatos, elevo sensaciones al cuadrado y dan: la deuda, sin lÃmite ni derecho civil.
Una misión normativa llama a la puerta de casa, yo soy aquél que ha cometido un niño inexplorado, pero canta.
Han tocado dos timbres y vienen a buscar mis restos, han de llevarse la dermis y no a mÃ. Debo excluir el apellido, que el blanco no se manche, equiparar las cosas, ser un caso, que el deber no me arrastre, no me intoxique la obligación legal.
Se precipita mi destino, se prueba mi impotencia, soy dueña de lo que no debo y el curso del mundo mira eso, un deber al alcance de todos.
Y la frontera de la ley ahÃ, y yo entre impactos fÃsicos y probables locuras, moviéndome en la esquina de los kilos, con la ofrenda adicional de la escritura.
Cuando las transgresiones se acumulen pero el castigo y la culpa me dejen, y haya yo comprendido este universo (con sus caos y sus frutos), y la poesÃa me alimente hasta volverme natural como un origen; cuando las coordenadas que me han hecho existir se endurezcan en pugna, y los hombres dejen de querer cobrar, y la fertilidad desarrolle comunicaciones divinas, entonces la deuda hará parodias explicables en la intimidad de mis sentires.
¿Cuánto debo, a qué hora debo? Debo tiempo, la noche, la luna, el método, debo los dÃas trabajados por otro, los debo yo, en el momento mismo de cada despedida.
Me echaron de precarios accidentes
afuera del espacio y la experiencia
explotados viajan mis derechos
a regular patrones y trabajos
ilegÃtima, entrevistada, voy por el poema
camino la consonante burocrática
no me llena la empresa ni me encanta
voy a deberle a un rol
a un rato largo que desacopla mi paciencia
deberle a mis bajos rendimientos
a mi juventud deberle algo
deber lo que arma mi cabeza
cuando la vÃctima la saca del botÃn
y caigo presa con las manos vacÃas.
Y pagaré con héroes de góndola y tarrito, y un derecho de ciudadanÃa vendrá, muy parecido a la paz.
Yo dirÃa, idéntico.
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