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Domingo, 5 de febrero de 2006
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Don Helder

Por Luis Novaresio *
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Uno: "Se cuenta que San Francisco de Paula, habiendo recibido unas monedas de oro de parte del rey de Nápoles que venía de cometer usurpaciones e injusticias, rompió milagrosamente una de las monedas saliendo sangre de ella. ¿No habrá también sudor y sangre en las monedas que nosotros recibimos? La propiedad no es para nadie un derecho absoluto inalienable. Ayudadme a demostrar que cuando alguien tiene más de lo que necesita para vivir no tiene derecho a guardárselo cuando existen otros que ni siquiera tienen lo necesario".

Dos: La tumba. Estoy buscando su tumba, le dijiste a la vieja que está vendiendo capirinha en la puerta de la Iglesia. No sé si me hace más gracia escuchar tu portuñol (¿quién te explica que no sabías hablar portugués, que pronunciás las eses tan fuertes, que inventás verbos, que por más que pongas las vocales en la nariz eso no es la lengua de Pessoa?) o ver a esa mujer vestida de blanco protegida por una sombrilla y un cartel que dice: capirinha, maracujápirinha, morangopirinha y lo que usted quiera. Abajo: Capirinha. cachaca; sugar; ice; a lime. in an old fashioned glass. O sea: dame una fruta, venga el alcohol y que suene a bebida del trópico. Y que querés, me asegurás, con el calor que hace acá, por lo menos una buena capirinha para la sed. ¿Para la sed? La sangre de Cristo, a metros, vino dulce que solíamos robar de la sacristía. Acá nadie roba, pienso. Para qué, si a metros hay cachaca fría, casi en el atrio, donde los novios saludarán a los invitados. Mucho alcohol. Para la sed. Sea. Yo después de dos, ni sed siento. Ni los pies siento.

Son subidas y bajadas. El nordeste del Brasil son subidas y bajadas, dice el señor que pide limosna en la Iglesia y nos ve destrozados. Más que nada me ve destrozado. Trato de imaginarme la caminata de este hombre por subidas y bajadas. Pienso en este calor agobiante, la humedad desesperada, la pobreza alimentada a porotos y arroz, pura fibra suelen decir los dietistas de los noventa, por eso semejantes cuerpos y las mujeres sin celulitis. Qué idiotas. Acá el hambre no es estético, la pobreza y la desesperanza no se miden en calorías. ¿Y él? Caminaba las calles. Visitaba a los enfermos, escribía para los poderosos, se reía cuando le decían "rojo". Recitaba de memoria el Evangelio y decía, a los que más lo detestaban, amo al prójimo más que a mí mismo. Y sonreía. La risa es patrimonio de los inteligentes. Y caminaba. ¿Peregrinaba? Claro. Su sotana blanca, sus zapatos cómodos. Dicen que una señora de la alta aristocracia de Pernambuco quiso besarle su anillo obispal. Y no pudo. Porque me molesta en el dedo. Si hay que dar una mano con un techo caído, molesta.

Tres: "Hay una tesis que puede probarse históricamente: antes de emprender reformas en profundidad, la Iglesia se ha vuelto a encontrar siempre con la pobreza. Tomemos la iniciativa nosotros, los obispos, suprimiendo nuestros títulos personales de Eminencia, de Beatitud, de Excelencia. Perdamos la manía de considerarnos como nobles y renunciemos a nuestros blasones y a nuestras divisas. Tengamos el coraje de hacer una revisión de nuestras vidas. Se dirá que éstas son cosas sin importancia, pero todo eso nos aleja del clero y de nuestros fieles. Nos aleja también de nuestro siglo, que ya adopta un estilo de vida diferente. Y, sobre todo, nos aleja de los obreros y de los pobres. Simplifiquemos nuestras mismas formas de vestido. No hagamos depender nuestra fuerza moral y nuestra autoridad de la marca de nuestro coche. Prestemos atención seriamente a nuestra residencia. Es justo que en las funciones litúrgicas salvaguardemos un cierto esplendor de culto (sin llegar, sin embargo, a excesos que en algunas regiones podrían parecer un insulto y una afrenta). Pero, en la vida cotidiana, atención a las cruces y a los anillos episcopales demasiado caros".

Cuatro. Don Helder Cámara nació en Fortaleza el 7 de febrero de 1909, uno de los once hijos del periodista y crítico teatral Joπo Cámara y de la maestra Adelaide Pessoa. Se ordenó como sacerdote en 1931, después de haber ingresado al seminario a los 14 años. Apenas recibió su ordenación creó la Juventud Obrera Cristiana, organización que se convertiría más tarde en un partido político, por lo que la Iglesia le exigió a Cámara que abandonara sus actividades, enviándolo a Río de Janeiro para organizar la enseñanza religiosa en las escuelas. En Río fue nombrado arzobispo auxiliar y continuó con su trabajo social, impulsando una iniciativa que buscaba humanizar la vida en las favelas. Su labor se vería coronada con la creación de la Conferencia del Episcopado de Brasil, que daría origen más tarde a la Conferencia General del Episcopado Latinoamericano (Celam). Cuando en 1964 se inició el gobierno de facto en Brasil, Cámara se convirtió en obispo de Olinda y Recife. Se enfrentó al régimen al denunciar sus duras e inhumanas prácticas, defender los derechos de los presos políticos y denunciar hechos de tortura. Había sido propuesto para el premio Nobel de la Paz por un grupo de alemanes, pero los militares de su país boicotearon la nominación para impedir que adquiriera mayor prestigio internacional.

El Vaticano terminó pidiéndole, en 1985, que abandonara la diócesis. ¿Fue por el trabajo por los pobres? Publicó más de 40 libros, presentó conferencias, predicó sin diócesis.

Cinco: Olinda fue la capital de Pernambuco. Dice que el conquistador se paró en una de las colinas (siete: como en Roma, como en Victoria) y mirando ese mar, los arrecifes, las elevaciones con su vegetación que no nace, sino que explota, exclamó: Oh, linda. No te creo. Me dijiste que no me creías. Entonces habrá que preguntarle a los dioses del culto orixá, africanos y paganos mezclados, el sincretismo religioso del que hablaba Astolfi y yo nunca entendí. ¿O sea? Que vos podés ser Oxum en el culto umbanda y devoto de San Francisco. No te entiendo. Que una madre de santo te puede mirar tu aura y saber quién es tu protector pero recomendarte que reces en la Iglesia católica apostólica y romana. Don Helder lo sabía. Y los unía. A todos los que quisieran creer en Dios. Si hasta habló de las religiones abrahamicas para unir a nuestros hermanos mayores, los judíos.

Olinda dejo de ser tanto y Recife, más calado, más desarrollo, mejor puerto, la capital del estado del nordeste del Brasil. A nadie le importa. Las callejuelas sin regla, los vestigios de arquitectura portuguesa y nativa, las rejas para aferrar cuando se da un beso, patrimonio mundial de la cultura, es cierto, belleza noble, seguro. Subiendo por el largo de San Francisco, en la capilla María reina de los apóstoles el fresco se siente. La puerta mira a la calle que por las noches es el paseo obligado de los pernambucanos que salen a verse. La vuelta del perro de mi pueblo, me dijiste. Y claro. El fondo, la pared en la que se apoya el altar, recibe la brisa del mar. Desde esta colina, don Helder supo decir que Dios está en todas partes. Pero que en Brasil pasó un rato más largo. Y así se ve, se huele, se siente. Parte del paraíso. Cuentan que cuando vino por última vez, la gente no lloraba. O si lo hacía, respetaba el silencio. Porque el silencio es la representación menos torpe de un alma que se extraña.

Bajo una lápida blanca yace el hombre considerado en el siglo pasado como el pastor de los pobres, el obispo de la no violencia, el padre de los desprotegidos. El alma del Concilio Vaticano que quiso la Iglesia cerca de sus fieles.

Una mujer pide permiso. Se persigna y se arrodilla en la piedra blanca. La limpia con delicadeza, con pasión y, claro, en silencio que extraña. Cuando la vimos asomarse a la colina que vigila el mar, te cuenta. "Poco antes de morir, don Helder me dijo: No llores mujer. Que ahora podré ver si uno de mis anhelos de llegar al infinito es ver, si por lo menos allí, las paralelas se tocan".

Seis: "Acordándonos de que la Iglesia no está sujeta a ciertos estilos y géneros de construcción; acordándonos de que ella ha sabido siempre poner al servicio de Dios el material y las técnicas de cada siglo; acordándonos, sobre todo, de la miseria siempre creciente en nuestros días de millones de hombres, contrastando de una manera escandalosa con el confort y el lujo de un pequeño número; acordándonos también de que aun sumando todas las familias cristianas no somos sino una minoría, que no hará más que agravarse, debemos estimular a los jóvenes arquitectos para que creen un nuevo estilo de iglesias que sean bellas y simples, litúrgicas y funcionales, que despierten y alimenten el sentido religioso sin sombra de ostentación o de arrogancia".

Siete: Pasado mañana cumpliría 97 años. Helder Cámara recordado hoy entre tus comillas. Por no muchos, claro.

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