A Luisito Broglia
Cada vez que recuerdo el pueblo se me aparece navegando entre aquellos altos y coposos plátanos que una mano enemiga arrancó. A veces, en realidad pienso al pueblo de entonces como un gran barco que navega en ese mar de trigo amarillo.
La figura puede parecer rebuscada, pero fue asà como se me presentó desde los altos de la "Northern Elevator" (o "La Norte", como se le decÃa popularmente) a la alta torre que tenÃa esa empresa acopiadora de cereal, cuyo edificio totalmente de madera sucumbió a un incendio. Lo llamativo era que esa torre -la más alta por entonces y para siempre, al parecer nos resultaba de visita obligada a los escolares de ese tiempo, llevados allà por las maestras. Y asà vi a mi pueblo desde las alturas, porque siempre lo habÃamos visto desde esas calles de tierra, que sumado al polen de las flores, depositaban por todas partes un fino y molesto polvillo que enrarecÃa el aire de mayo.
De esa torre de "La Norte" se cayó un dÃa el "Negro" Guiñazú, padre de mi amigo Jorgito, compañero de tenidas futboleras. Cuando lo levantaron del suelo era sólo un saco de huesos.
Mejor suerte tuvo "Lolo" Arce, ya que milagrosamente se recuperó de la caÃda, si bien con cierta imperceptible renguera. Por una ironÃa del destino, la muerte se vino a cobrar esta escapada de "Lolo" cuando años después de una borrachera cayó a una pequeña zanja con agua y al no ser auxiliado por nadie, se ahogó.
VivÃa en el conventillo de don José Bellcastro, justo enfrente del "Almacén Las Colonias" cuyo titular era mi abuelo. Era un hombre solo y hoy nadie se acuerda de él.
De aquél tiempo remoto y enterrado como una piedra del pleistoceno, a veces recuerdo a un viejo relojero a quien llamaban "El Ruso", pero cuya verdadera nacionalidad nunca me quedó clara. Tal vez fuese polaco o austrÃaco, y la confusión popular lo tratara de ruso.
Con los únicos que no se confundÃa la gente era con los croatas, que pupulaban bastante por la zona entonces y hoy quedan sus descendientes. Casi todos dedicados a tareas rurales.
El "Ruso" de mi recuerdo era alto, de bigotes tal vez pelirrojos, en la cabeza siempre encasquetado un sombrero negro, llevaba -tanto en verano como en invierno un largo piloto de color crema pálido, hablaba un castellano bastante inentendible, y vivÃa en la pensión de doña Elba Mitre, un conglomerado de habitaciones con el bar en la esquina, frente a las vÃas del ferrocarril, donde hoy está la casa del "Nin" Tonelli.
Ahà estuvo el bar "La Primavera" de don Atilio Valvazón, donde yo vi a los últimos cantores pampeanos, con las guitarras atadas con pequeñas cintas con los colores de la bandera argentina.
Una vez por año, "el Ruso" ponÃa a la venta un piano desafinado que habÃa traÃdo Dios sabe de dónde.
AllÃ, la banda de traviesos que formaban mis amigos Roberto Escudero, Adelqui Mansilla y Lorenzo Miranda aparecÃan mostrando interés y el hombre les franqueaba la puerta de su habitación, no sin ingenuidad. Allà los "vándalos" la emprendÃan con las teclas, a las que aporreaban con un desesperado entusiasmo.
El pobre hombre, atribulado al fin, y a los gritos trataba de desalojarlos de la habitación al grito desesperado:
¡Cristo, no mochachos!
A duras penas mis amigos abandonaban el piano y la habitación hasta que al año próximo hacerlo caer al "Ruso" con el mismo chiste, ya que el piano nunca fue vendido y al morir él, sin descendientes a la vista, el piano terminó en un depósito parroquial. Ignoro si alguna vez alguien se tomó el trabajo de afinar y usar ese piano traÃdo de Alemania, según oà decir a los mayores.
Lo cierto es que era un gusto verlo caminar a grandes zancadas, con sus pesados botines por las calles polvorientas, en los desérticos atardeceres de invierno, bajo una pertinaz llovizna, a veces, con su piloto claro y su sombrero oscuro, saludando a los escasos valientes que se atrevÃan a clima tan inhóspito.
Vestido de igual forma atravesaba los veranos entre las mariposas multicolores que se adueñaban de las anchas calles del pueblo, con sus perros vagabundos y sus niños descalzos cazando esas mariposas que el "Ruso" no eludÃa, o tirándole gomerazos a los pájaros que cruzaban el "cielo esplendoroso".
Por las noches este hombre solitario, olvidado en este rincón del mundo donde nunca nadie supo cómo apareció, huyendo de no se sabe qué destino, buscando quién puede creer, en un futuro posible, enterrado en ese pueblo de agricultores trabajadores y simples, digo que por las noches buscaba un poco de compañÃa y se arrimaba hasta la "Fonda de Aronna", como se llamaba el pequeño establecimiento o comedor o restaurant donde se preparaba algo de comer y algún contertulio que otro (entre los que se contaban "al Ruso" y mi padre) caÃan luego de cenar a tomar una copa antes de dormir.
Del relojero de mi infancia siempre ignoraré cuantos relojes arreglaba por mes, por semana o por dÃa, lo perdà en la pensión de doña Elba, frente a las vÃas. Pero conversando con Luisito Broglia, me confirma un dato que hasta hace poco desconocÃa. En verdad el "Ruso" no habÃa muerto todavÃa, cuando doña Elba mudó su pensión frente a Pepe Giuliano, quien tenÃa un taller con un hermano tan gordo y tan peludo como él y que respondÃa (creo) al nombre de Francisco.
Y me lo vuelve a ratificar casi con una anécdota personal: él fue aprendiz en ese taller terminando la primaria, porque para que no vagara por las calles por las tardes, su papá, don Segundo Broglia, lo mandaba allÃ. Entonces el "Ruso" debió vivir más años de los que mi memoria le adjudicaba.
En ese tiempo, yo ya no estaba en el pueblo y me perdÃa todo: el vuelo de los pájaros, el murmullo de las palomas, el zigzaguear de las mariposas y los anocheceres en que sus hombre solitario venido nunca sabremos ya de dónde, caminaba escasos metros hasta la "Fonda" de Aronna y se hacÃa servir, muy gentil, ginebra en un pocillo de café, mientras esperaba que las sombras cubrieran el pueblo en su totalidad, para tirarse en ese camastro que hacÃa lo posible, para atenuar ese dolor de huesos que ese pobre relojero traÃa desde un ignoto paÃs, y que hacÃa siglos soportaba con un estoicismo digno y silenciosos
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