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Jueves, 18 de febrero de 2010
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Mitos, leyendas y manipulación

Por Carlos A. Solero
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En su poema "Preguntas de un obrero que lee" Bertolt Brecht plantea una cuestión que mantiene plena vigencia. ¿Quiénes son los que realmente y a lo largo de la historia hicieron las cosas: murallas, palacios, obras de arte? ¿Quiénes los que pusieron sus cuerpos en las guerras y expediciones?

La historia escrita por los vencedores, da una versión distorsionada de los hechos y atribuye los méritos a reyes, guerreros, emperadores, a seres a los que se presenta dotados de facultades extraordinarias. La verdad histórica suele contrastar notablemente con estos enunciados, por lo general acontecimientos como las revoluciones sociales son producto de un esfuerzo colectivo concretado por una multiplicidad de seres anónimos, de los que a veces ni siquiera hay registros.

Sacco y Vanzetti no buscaron transformarse en mártires, eran dos trabajadores con ideas anarquistas, que en medio de la persecución al movimiento obrero revolucionario de Estados Unidos, fueron inculpados de crímenes que nunca cometieron. Durante los años del infame proceso judicial que los llevó a la silla eléctrica, multitudes de mujeres y hombres en todo el mundo clamaron por su inocencia y su libertad. La carta desde la prisión que escribió Vanzetti a los proletarios del mundo es el testimonio fidedigno de lo antedicho.

El culto de los héroes es casi siempre una maniobra destinada a persuadir con fines de dominación. Las leyendas reemplazan la realidad deformándola.

El anarquismo, movimiento ideológico que remonta sus orígenes al siglo XVIII, es la expresión de una lucha que debe ser colectiva y solidaria, respetando las particularidades de los individuos, pero sin entronizarlos como semidioses.

Joaquín Penina era un joven de origen catalán que emigró a América buscando nuevos horizontes, trabajó como obrero mosaísta, practicó el naturismo, leyó ávidamente a los pensadores anarquistas como P.J. Proudhon, M.Bakunin, P. Kropotkin ,E. Malatesta, L.Tolstoi. A.France y tantos otros.

Estas lecturas potenciaron sus ansias libertarias, se incorporó como uno más en la Federación Obrera Local, adherida a la FORA del V Congreso. Asumió tareas de responsabilidad y fue uno de los redactores del panfleto contra la dictadura del General Uriburu. Penina fue secuestrado por la policía de Rosario, demorado en la jefatura, trasladado a las barrancas del Saladillo. Lo acusaron de distribuir el volante antidictatorial, no lo negó y en aplicación del bando militar lo fusilaron a orillas del arroyo sureño, su cuerpo permanece desaparecido, quizás enterrado con NN en el Cementerio La Piedad. Fue el primer fusilado del golpe del 30.

Joaquín Penina murió con dignidad pero no buscó ser mártir, tampoco quería ser verdugo. Fernando Quesada, militante de la FACA y la FLA, recopiló en los años 70, los testimonios y reconstruyó con rigor la historia que de otro modo hubiera permanecido olvidada.

Penina fue uno de los miles de trabajadores que en la Región Argentina, Latinoamérica y el mundo lucharon por ideas de justicia, de libertad, por el fin de la explotación, la opresión y los dogmas. Su intención era aportar a la concientización de los más humildes por la vía de la lectura de folletos y periódicos, con sus modestos recursos compraba libros de escritores anarquistas y los obsequiaba a los trabajadores. Nunca buscó la notoriedad ni las prebendas, era una persona sencilla e íntegra a la que sorprenderían ingratamente los homenajes y mucho más la utilización de su nombre como bandera.

Es por eso, que nos corresponde señalar que si se lo menciona asociado al uso de la fuerza para imponer las ideas se traiciona su práctica de militante ácrata, nunca acordó la construcción de alianzas con partidos políticos.

Es fundamental no erigir mitos para cimentar prácticas autoritarias, intolerantes, es preciso construir una moral sin dogmas basada en la solidaridad en proyectos sociales colectivos que no den lugar a liderazgos y la fabricación de leyendas.

Como decía un pensador de la antigüedad. Nunca permitirás que te hagan esclavo, pero tampoco buscarás transformarte en amo.

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