Si yo digo que los amaneceres eran altos estoy afirmando que el cielo adherÃa al aire como unos caminos certeramente agrestes al sol orondo que reinaba allá arriba.
El humo de las chimeneas ascendÃa directo como un poco de niebla brumosa que partÃa sin intermitencias ese laudo celeste y ponÃa un hilo conectado a la tierra donde los animales pacÃan tranquilos, campantes.
Gilberto "Pichón" Bucelli, sentado frente a mÃ, (café de por medio) se entusiasma contándome sus anécdotas de un tiempo que ya es pasado irremediable.
Como vive en las afueras del pueblo en un terreno que tal vez no llegue a una hectárea se da el lujo de criar animales, como en una pequeña granja. Gallinas, cerdos, ovejas, conejos, patos, que se han visto diezmados últimamente por una jaurÃa de perros vagabundos quienes literalmente tomaron por asalto a los indefensos animales, una oscura noche en que fueron sorprendidos en el sueño del cual nunca despertaron. Sólo despojos sanguinolentos -me dice fue el saldo y un par de tiros de rifle tardÃos que dirigió hacia ellos, perdidos en las sombras.
En sus orÃgenes, él, "Pichón" vivió en el campo, por eso no puede desprenderse de sus queridos animales.
Su historia está fuertemente amarrada a esa herencia campesina, ya que fue criado por sus tÃos, en cuya chacra lo conocà yo en mi más remota infancia, y estoy nombrando a dos seres inefablemente buenos -Domingo Clérici y MarÃa Paulini que permanecen intactos en mi memoria remota y obsesiva, mi memoria que los guarda como lo más preciado de esos lejanos años iniciáticos en el primigenio camino por la vida, se entiende. Según muchas veces me relató, fue criado por este matrimonio sin hijos a merced de una enfermedad de su mamá (hermana de doña MarÃa) a los pocos meses de nacido.
Sé que lo criaron como a un hijo y heredó las pocas hectáreas de la que este matrimonio era propietario, ya que el resto del campo se lo arrendaban a la familia Vollenweider. Ese pequeño espacio que rodeaba las instalaciones y la propia casa era para mà -por mi edad y experiencia tan vasto como el propio universo.
En los ciclos de la cosecha del maÃz, o la cosecha gruesa o simplemente "la época de la juntada" como se metaforizaba esos meses de invierno yo compartà todo ese paraÃso para mà y ese tiempo que era el mÃo. Mis padres con otros juntadores y sus esposas. "Sete" Paulini y doña MarÃa; el "Nando" Clérici y doña Rosa, hermana de doña MarÃa Paulini, el primero y el segundo de don Domingo Clérici, junto a mis viejos, y un poco más lento, más limitado por sus muchos años estaba "ChiquÃn", el quintero lombardo, también importante en mi vida de niño asombrado que recorrÃa incansable todo ese mundo más amplio que las limitadas y polvorientas calles del pueblo.
Ahora estamos en la cocina, y no ha encendido la luz y las sombras descienden de pronto, apenas esas rodajas de naranjas en llamas se escondieron en el horizonte y claro que sÃ, acá sabemos muy bien qué cosa es el crepúsculo. Quiero decir que las sombras invadieron toda la casa, entrando por las ventanas y las puertas, que permanecen abiertas porque el tono memorioso de la conversación y su alto tenor emotivo ha hecho que nadie se levante a encender una luz y rompa esa magia que como por encanto siempre nos mezcla cuando estamos asÃ, a puro recuerdo a llaga viva.
Cuando monte nuevamente la bicicleta encontraré otra pregunta que olvidé hacerle sobre este tiempo diluido entre las hilachas colgantes de la vida que se sumerge de verdad en otro gran vacÃo donde sin exagerar podemos nombrar ese tiempo, con mayúsculas. El tiempo que pasa sin tropezar como escribÃa Quevedo no ya sin detenerse como todo humano puede observar sin esforzarse demasiado.
Al comenzar escribà que en aquellos tiempos los amaneceres eran altos, pero olvidé mencionar que los trigales se inundaban de pechirrojos y tordos que los volvÃa como fuego, como carbón para delicia nuestra que mirábamos el costado del campo esa maravilla a la que no podÃamos darle un sentido, pero tal vez lo tuviera, como todo en la naturaleza sin que nosotros logremos comprenderlo.
Con él, con "Pichón", tratamos anárquicamente de compartir aquellos recuerdos, teniendo en cuenta que a mi niñez él ya era un muchacho. Algo que me reitera en estas charlas: mi desesperación cuando mi madre iba hacia el rastrojo a juntar maÃz con mi padre, y yo gateando al principio intentaba seguirla, y asà fue por unos años, cuando ya un poco más grandecito emprendà la maravillosa aventura de explorar sin alejarme mucho por el campo ese universo para mà fascinante.
Estas incursiones eran siempre alrededor de la casa: la quinta, las conejeras, los potreros, los corrales, el molino y los chiqueros. También ese gran espacio donde las aves moraban libremente y llamaban "el gallinero", donde todos los sábados, puntuales y alternativamente venÃan las hijas de doña Rosa Clérici a barrer ese gran espacio que se extendÃa cubierto de bosterÃo de gallinas y patos y de bolitas amarillentas y arrugadas de paraÃsos añosos.
Una se llamaba Clara -era delgada, alta y activa y muy habladora , y la otra, rubia, seria y el pelo siempre cortito enmarcaba una cara redonda donde sobresalÃan un par de ojos celestes y se llamaba Eva. Yo era el encargado de ayudarles a barrer prolijamente todo y hacer montoncitos donde al Otoño irÃan esas hojas cobres u oscuras, para una vez limpio todo, encender cada uno de esos montÃculos en un fuego que echaba uno un poco de humo y otro poco de escándalo entre los pavos y los gallos peleadores.
Las dos eran más grandes que yo, unas señoritas que me comentaban a mà sus fantasÃas puestas en el próximo baile del Club, tema que a mà me tenÃan sin cuidado y en pleno aburrimiento, pero Clara a veces me hablaba de fútbol, y sin coincidir en nuestros intereses -ella era hincha de los "raneros" de Federación de algún modo concitaba mi atención.
Todo esto conversamos en este último encuentro con "Pichón". Y cuando me iba recordé que en la próxima deberé preguntarle por ese caballito de la mano rota, que doña MarÃa Paulini tenÃa sobre esa cómoda de caoba de color oscuro como es el olvido.
© 2000-2022 www.pagina12.com.ar|República Argentina|Todos los Derechos Reservados
Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux.