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Viernes, 11 de junio de 2010
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La rebelión de los remacheros

Por Carlos Solero
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Como alguna vez fue señalado certeramente en una declaración pública de la Federación Obrera Regional Argentina (FORA), en ocasión de un descuento compulsivo a los salarios de los trabajadores para erigir monumentos en todo el país a la esposa fallecida de un caudillo político: "El Movimiento Obrero de la Región tiene una vasta historia de mártires y no tiene sentido erigir estatuas sino luchar por construir una sociedad más justa, sin explotación ni opresión".

Entre esas historias poco registradas está la huelga de los remachadores de barcos en el Puerto de Ingeniero White. En 1907, en esa terminal, boca de salida de las mieses del "granero del mundo", se produjo una heroica lucha que exhibe la valentía y el coraje de los proletarios y la cobardía malsana de los esbirros al servicio de los poderosos.

Las largas jornadas de labor de entre doce y catorce horas continuadas aniquilaban los cuerpos a cambio de una mísera paga. Los trabajadores organizados y orientados por la Sociedad de Resistencia de tendencia ácrata decidieron reunirse en asamblea y de esa deliberación surgió una huelga para exigir a las patronales la reducción a ocho horas y aumento de los salarios.

Estando congregados los trabajadores en un galpón, irrumpió el capataz cuchillo en mano desafiando a los obreros e instándolos a deponer su protesta. Uno de los proletarios allí presentes respondió al ataque y según relata el historiador David Viñas, se trabaron en duelo criollo.

Por aquellos tiempos ya estaban en marcha los círculos de obreros, impulsados por Federico Grote, a fin de reclutar rompehuelgas, uno de sus miembros corrió diligente a informar a los patrones de los sucesos. Se hace cargo de la represión contra los obreros alzados la tropa de Subprefectura Naval al mando del oficial Passo, que sin previo aviso dispone que los efectivos rodeen los talleres. Passo ordena abrir fuego sobre los huelguistas. Como afirma Viñas, se trata de un fusilamiento masivo. Una legión de 120 soldados lanzados contra los proletarios.

Cayó herido un niño, hijo del obrero Lacordi. El oficial militar ordenó que siga la balacera, quedan en los portones apilados treinta obreros.

Al día siguiente de la matanza, cuando el cortejo fúnebre avanza, recibe un ataque a balazos por orden del comandante Astorga que ordena silenciar a un orador anarquista. Siete muertos se agregan a los de la víspera.

Desde Bahía Blanca había llegado Astorga con marineros y bomberos a su mando perpetrando la destrucción e incendio de la Casa del Pueblo, sede de las organizaciones obreras de la FORA.

Gobierno del presidente José Figueroa Alcorta, Estado de Sitio, Ley de Residencia, persecución a los luchadores sociales. La oligarquía ganadera administraba el país como una gran estancia a puro azote para los de abajo.

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