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Domingo, 12 de septiembre de 2010
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Nueve años después de las Torres Gemelas

Por Gary Vila Ortiz
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¿Cuál es el panorama de las naciones del mundo nueve años después del atentado terrorista contra las Torres Gemelas en Nueva York? No nos parece que haya cambiado demasiado. Si uno quisiera se le pueden sumar los atentados en Londres y Madrid. Los tres fueron motivo de serias polémicas, sobre todo el de Estados Unidos y el de España. Ahora esas polémicas han disminuido considerablemente. Pero ¿cómo anda el mundo? Tendría que preguntarle a Lautaro Kaller como era la letra de aquel tango que deseaba que el mundo se detuviese para poder bajarse. ¿Era el mismo que decía que al mundo le falta un tornillo? Con seguridad que no era aquel que se lamentaba que al mundo le importase un rábano las tristezas de cada uno. Si a pocos días del atentado un diario dijo que "el mundo había cambiado" tiene algo de cierto pero habría que preguntarse cuál es el cambio. Nueve años después el mundo sigue lleno de furia y una demostración cabal es la infame locura de un fundamentalista norteamericano, el pastor Terry Jones, que se ha propuesto (o se había propuesto) quemar doscientos ejemplares del Corán, en una típica expresión de los fundamentalistas norteamericanos tan peligrosos (o más) que los fundamentalistas musulmanes o israelíes. Es cierto que la secta que dirige el tal Jones es bastante pequeña y que además ya conocieran alguna notoriedad pues fueron multados por usar el lugar donde funciona la presunta iglesia por usarla también como lugar para sus negocios. Tampoco debe extrañarnos. No es poco común que eso ocurra.

Lo cierto es que los hombres, sobre todo aquellos que detentan el poder, no aprenden nunca ni tan siquiera de las lecciones más feroces que le ha dado la historia. Seguimos alegremente sin saber, que en lo esencial, somos sobrevivientes de nosotros mismos, ya que no barbaridad que no hagamos. ¿Hay excepciones? Sí, las hay, pero debemos contentarlos con escuchar lo que dicen, ver lo que filman y "dale que va que allá en el horno nos vamos a encontrar". En realidad nuestra falta de memoria, la ausencia de las referencias históricas que tenemos a mano es notable. Además la ignorancia de muchos que pueden ser responsables de un desastre.

Por ejemplo, este insignificante pastor de la secta norteamericana no debe haber leído jamás una página del Corán, el libro sagrado de los mahometanos. El Corán es como la Biblia del Islam. Se encuentra escrito en el más puro árabe y en él no hay incitaciones de una violencia inútil. Es cierto que los musulmanes como los cristianos y los judíos (las tres religiones monoteístas) se han dividido en numerosos grupos que interpretan de manera diferente las "palabras dictadas por los dioses". En el caso de los musulmanes es verdad que hay un grupo fundamentalista, pero de ninguna manera eso abarca todos quienes siguen a esa fe, a la cual, por otra parte, tanto debemos los occidentales. Dos ejemplos sería suficientes: Santo Tomás llega al pensamiento de Aristóteles gracias a Averroes y la filosofía de la historia debe a un árabe sus comienzos, reconocidos por Toynbee, aunque uno puede dudar con razón que el mencionado pastor no debe haber ni sentido nombrar al historiador inglés.

Por otra parte me parecería necesario que los estadistas, si los hay, deberían pasar revista a un libro de una lucidez poco común, "Guerra y paz en el Siglo XXI" de Eric Hobsbawn. Si el atentado a las Torres Gemelas fue brutal, muchas más graves consecuencias tuvieron las declaraciones de Bush (sobre todo la primera que luego fue modificada) en que apareció hablando como un cow boy (pero menos simpático) en que pedía que se capturara a Ben Queda vivo o muerto. Este remoto personaje (¿estará vivo aún?) se transformó de manera infame en un símbolo del Islam. Y eso trajo todo lo demás, incluído el rebote de la extrema derecha estadounidenses y la actitud del pastor Jones.

Lo ocurrido el 11 de septiembre del 2001, llevó a los Estados Unidos a imponer una hegemonía mundial unilateral, a denunciar los convenios internacionales hasta entonces aceptados, como bien dice Hobsbawn, a reservarse el derecho a declarar guerras de agresión o a emprender siempre que lo considera oportuno otro tipo de operaciones militares. Dado el desastre de la guerra de Irak, no resulta ya necesario demostrar que este proyecto andaba falto de realismo, con lo que la pregunta de si hubiéramos deseado alcanzar o no el éxito en esa empresa pertenece por entero al ámbito académico.

Y algo menos académico, pero creo que también realista. Cuando se arrojaron las dos primeras bomba atómicas sobre el Japón y cuando comenzaron a conocerse con detalles horripilantes los realizado por los nazis contra el pueblo judío, hubo quienes angustiados ante el límite pensaron que ya era inútil seguir publicando poesía y preguntarse sencillamente si la literatura o las artes en general servían para algo. Todavía no hemos encontrado una respuesta, pero seguimos escribiendo y creemos necesario que así sea. No se evitará nada, pero se le dará al hombre la dignidad que se merece y se le vulnera cotidianamente.

Recordemos los nueve años pasados desde el 11 de septiembre del 2001 y los años que siguieron a ese hecho terrible. Entonces nos daremos cuenta que pensar que los seres humanos podemos cambiar nuestra condición es posiblemente una mera utopía. Roguemos para que no sea así y nos vuelva un poco de cordura. ¿Será eso posible? Dice un pensador francés que uno de los atributos de la divinidad es el silencio. Pidamos, al menos en estos momentos, que nos diga de la forma que sea alguna palabra de consuelo. La necesitamos más que nunca.

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