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Sábado, 2 de octubre de 2010
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Para no decir demasiado

Por Miriam Cairo
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I

Adiviname en esas voces que un día me crearon, pero no grites, ¡cuidado, cuidado con la musa en blusa verde que da zancadas de pájaro! ¡Cuidado, lleva un perro cósmico en cada mano! Primero, porque lo que ves de mí, sale de un espejo de vos. Luego, porque yo soy algo más que eso que podés llevar en los ojos, y porque puede resultarte terrible o maravilloso pero hay una hormiga extraviada en la luna.

II

Temblame por medio de dos procedimientos: como un vacío que ahoga y otro que comprime. Temblame como un retrato con la cabeza radicalmente torcida hacia la izquierda, de modo que cuello y torso rocen la perplejidad. Pero, sobre todo, temblame cuando tengo mis piernas pegadas a tu carne dulce en las noches alargadas con quejidos y risas. Esas noches en que la negra hormiga extraviada en un cráter de la luna se cree una indómita gacela blanca, se cree una amante desnuda en tu cama.

III

Leeme, como a esa mujer de pie con una manta por vestido negro, o como a una de las tres muchachas de la baja Austria. Sucede lo que no está sucediendo y deja huellas. Existe lo que no tiene existencia, aunque se niegue, se ignore o se proscriba. Leeme con tu insomne ojo de cíclope. Leeme con impertinencia.

IV

Existime como una mujer barbuda que está al cuidado de una biblioteca llena de musas rasuradas. Musas que fingen temerte y adorarte. Musas que a escondidas se amanceban con los personajes olvidados de los libros olvidados. Y sobre todo, creéles cuando digan que son fenicias para hacerte perder la cabeza.

V

Apareceme como una hormiga extraviada en la luna que se recuesta junto a su minúscula sombra y quedémonos donde no estamos, en un intento por fundirnos con aquello que se nos escapa, regocijados en la multiplicidad inasible de lo que desconocemos. Apareceme de pronto como la voz liberada de una estatua. Interrumpí el curso del mundo.

VI

Procedeme magenta, amarillo y cian. Poblame en triángulos y esferas. Con mariposas planetarias y roncos pájaros. Comparame con un caleidoscopio dotado de conciencia e impulso que se transforma en sombras porque no soy más que ensoñaciones en la cabeza de una hormiga que cae en un cráter de la luna.

VII

Resquebrajame la espina dorsal hasta desestetizar lo estetizante, hasta quedar en la otra orilla, hasta no ser más que un fragmento del lenguaje que no quiere decir demasiado.

VIII

Caeme como un máximo peligro, como una enfermedad. Con todo el peso de una hormiga extraviada en los mares de la luna. Sé el mal que se sale de la norma. Sé el bien que transgrede. Sé lo proscripto. Lo interdicto. Lo censurado. Caeme con todo el riesgo, sin benevolentes ademanes, mezclando noche con agua.

IX

Abolime el alma satisfactoria. Dame lo que la sociedad no quiere que me sea dado. No seas capaz de lo que todos son capaces. Impedite el dominio. No repitas a Hobbes "los reyes tienen que volverse otros para ser reyes". No quieras gobernar. No te vuelvas tan nimio. No perezcas en el afán del poder que debilita. Sé el ángel que agita el cubilete de pequeñas constelaciones.

X

Existime como todo lo que queda fuera del mundo, lo que queda sin decir. Existime como un ser que no soy, el mismo otro. No es de extrañar. Para existirse hay que tomar perspectiva. Procederse en magenta, amarillo y cian. Existime con la hormiga en la luna. No hay sitio para olvidar o no saber.

XI

Reinventame una y otra vez, sacame de la botella, vaciame de atributos. Cuanto más afuera de la botella esté, sentime más cerca de la hormiga extraviada en la luna, de la hormiga que persigue su pequeña sombra.

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