"Veo que nunca te conté cómo escucho música. Apoyo suavemente la mano en el tocadiscos y la mano vibra esparciendo ondas por todo el cuerpo: asà oigo la electricidad de la vibración, sustrato último en el dominio de la realidad, y el mundo tiembla en mis manos". Clarice Lispector. Agua Viva.
¿Y si fuera intendenta la que intendentée a partir del domingo? ¿No resultarÃa súper original, distinto, inédito?. Léase bien, no: mejor, sino una artesanÃa, algo que la ciudad (es decir, usted y yo) irÃamos inventando dÃa a dÃa.
Acostumbrados a trajes (los llamados "tragedia" en el lunfardo de la calle) una pollera cambiarÃa el panorama, limpiarÃa las veredas de otro modo ¿o no vio nunca, lector, cómo queda (por ejemplo) una cocina cuando está a cargo de un varón? Limpia sÃ, pero no queda sin grasa, sino sin gracia.
Y Rosario la pucha! Si tiene gracia. Calculen, si los hombres la pusieron asÃ, asà de linda y pintoresca, una mujer la volverá acuarela; en el azar de sus callecitas tendremos plantas, pinturas, ornamento, figuritas. Rimará semáforo y poema. Cloaca y mural. Bacheo y escultura. Ladrillo, barrio, hábitat y mucho juguete para armar y desarmar. Una mujer puede empalmar graneros con canción, asfalto con las flores, y sacar harina del molino blanco para dar pan, y repartirlo.
Una mina piensa como mina, a su hijo, a su auto, su carro, su basura, su barrio, a la mismÃsima ciudad done posee sus bienes, precarios o no, sus ideas.
Creo que esta Rosario (femenina por cierto) pensada por una dama irá adquiriendo rima provinciana mes a mes, será pensada desde el trabajo y desde la mamadera, la esposa, la lucha, los años de postergación y estos ecos de una primera vez que pasa algo. Es la primera vez. El debut de palabras que han de terminar con "a" inexorablemente.
La Rosario tuvo tigres, vascos, ingenieros y doctores pero jamás la dulzura especial de una doña. Nunca.
SerÃa la primera vez que al Palacio León le llega la leona, alguien que entrará cantando y mirando lamparitas quemadas, sufrimiento, necesidades, curiosidades. Si llegara a ingresar a la Muni como una mujer entra a su casa seguramente (incluso) resultarÃa hincha pelotas para muchos, pero se me vuelve interesante y loco, laburarÃa con constancia y obligación de delantal, pero para todos los hogares esta vez, departamentos, casas precarias, edificios, villas, bananas, serÃa (seguramente) la cocinera de una urbe sensible frente a la falta, serÃa también capaz de enamorarse perdidamente de un boulevard. Derramar corazón en cada esquina. Pero solo como una mina puede amar.
No digo: un hombre no. No. No. Nada que ver. Digo que es importante acontecer con una intendenta de la mano. Las mujeres tenemos (necesariamente) una quÃmica distinta para disolver el malestar, nos afecta de otra manera la pálida pobreza, el quiebre de un niño, el moco.
Una mujer se para diferente frente al miedo, busca refugio, pone a salvo a la crÃa, alimenta con su cuerpo, reta, educa a la par del hombre, pero si ésa forma se disemina en calles, avenidas y circunvalaciones imagino un impacto distinto, modificará los riñones de esta Rosario nuestra de cada dÃa.
Madurará la hierba y habrá un "ella" que vea el misterio del pasto, como en el jardÃn a la mañana. Perderá el sueño por más de uno de nosotros. Hablará de vacunas, pañales, abrigos y dolores. Conversará pausada y oportuna.
Se irá por unos años la polvareda épica del hombre y vendrá una hermana, una amiga, una prima, una tÃa. No es lo mismo. ¿Qué quieren que les diga?
Enfermeras, pacientes, flor humana inédita podrÃa gobernar Ayolas, San MartÃn, Felipe Moré o la Costa.
Un ella mirarÃa tranquila, explorarÃa, porque en general una mujer, viviente y encarnada con el pueblo, le va a hacer muy bien.
De niña supe que alguna vez las mujeres y los hombres se harÃan amigos de la vida, que cada quien ocuparÃa lugares diferentes y que en el parque de la lengua, que une y liga, (les y nos) darÃa a todos la posibilidad del poder. Poder manso de cada madrugada.
Y si esta vez le toca a ella. Y bueno. Se habrÃa cumplido mi sueño.
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