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Viernes, 27 de enero de 2012
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Hay argentinos

Por Luciano Trangoni
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Hay un hombre que cierra los ojos. Los que están sentados frente a él lo observan con curiosa piedad. Este hombre ve o inventa sueños y predice acontecimientos improbables. Algunos argumentan haberlo visto la semana pasada y otros aseguran que lleva muerto más de siete años.

Hay alguien que no duerme.

Hay alguien que está solo.

Hay alguien que se llena de tedio. Hay alguien que debe tomar una decisión. No sabe si comprar dos panes y cien gramos de mortadela, o jugar a la quiniela y apostar su almuerzo al 317. El hombre piensa y cuenta las monedas en la palma de una mano. Finalmente se decide a jugarlo todo al 317. El número no sale y al día siguiente la historia se repite.

Hay un hijo que se reencuentra con su padre para recrear la parábola de Jesús.

Hay un hombre que espera el fin del mundo. Hay una mujer que extiende la ropa húmeda sobre una cuerda que cruza un patio de baldosas rojas.

Hay alguien que se da un martillazo en un dedo. Hay un caminito de hormigas después de la lluvia.

Hay alguien que espera un llamado telefónico. Hay alguien que apaga su celular.

Hay un hombre que pide perdón. Hay una mujer que niega con el llanto.

Hay una abuela sin su nieto. Hay un nieto sin su abuela, sin su madre, sin su nombre. Hay una bicicleta pintada en la pared.

Hay un río marrón. Hay una nube negra. Hay un hombre gris.

Hay alguien que consulta el tarot. Hay un oficial de la armada que se queda solo al final de su vida y en las siete encarnaciones siguientes. Hay un perro que muerde una mano.

Hay un cartonero y un empleado municipal que regresan tarde a casa. Hay un caballo que tiene sed. Hay una zapatilla rota. Hay una cerveza en la heladera.

Hay un niño que llora en la escuela y hay un maestro que llora en la escuela.

Hay un gorila que dirige un circo y una bailarina que planea un crimen.

Hay un hormiguero en el fondo de una casa. Hay una cucaracha que muere aplastada. Hay una escoba, un sacapuntas y un dibujo.

Hay una biblioteca llena de polvo. Hay una pistola en la mano de un niño.

Hay Paracetamol, Ibuprofeno, Dioxaflex. Hay un estafador que se sale con la suya. Hay un auto que no arranca.

Hay un genocida. Hay un cómplice. Hay un ángel en bicicleta que está vivo para siempre en la memoria.

Hay una higuera en el fondo de la casa. Hay un pájaro en la higuera.

Hay una madre que cambia un pañal. Hay una madre que reprime a su hijo. Hay viento del sur.

Hay una señora que viaja en Combi a Ezeiza y desde allí vuela a Ibiza para embarcarse en un crucero que, a su vez, hace escala en Marruecos, pero cuando cuenta lo que cuenta se queja de la Asignación Universal por Hijo.

Hay declaraciones infames y árboles que crecen buscando luz. Hay alguien que riega las plantas y hay un jazmín que se ha secado irremediablemente.

Hay una niña que ha nacido en la Maternidad Martin, y esa niña le enseñará a leer a otro niño que, a su vez, salvará la vida de miles de personas.

Hay un niño que colecciona figuritas. Hay un joven al que le han prestado una novela de Juan José Saer y desespera por llegar a su cuarto y pasar la noche en vela.

Hay un tambor africano. Hay alguien que está meditando y alguien que cambia de canal. Hay alguien que compra entradas para un concierto.

Hay alguien que construye la cuna de su hijo. Hay alguien que se siente bien consigo mismo.

Hay tierra en la maceta. Hay lombrices en la tierra como niños en Akira Kurosawa.

Hay alguien que se despide tosiendo sobre un pañuelo. Hay alguien que promete no volver a hacerlo.

Hay un corte de luz y una fritanga en pleno enero.

Hay una birome que escribe al fin. Hay un teclado que no funciona y alguien que no sabe leer y escribir.

¿Hay una voz al otro lado del teléfono? ¿Hay una oreja en alguna parte?

Hay un maestro que dice salgamos al recreo y los niños abandonan el aula lo más rápido que pueden. Pero hay un niño que no se mueve de su banco. Está ahí, quietito. El maestro se acerca. El niño no lo mira o no puede mirarlo a los ojos. Qué pasa, pregunta el maestro y el niño nada, ni un movimiento, hasta que de pronto suelta de a poco su vocecita y se dispone a relatar. El maestro se inclina sobre él. Apenas si alcanza a oír aquella vocecita, pero se inclina sobre el niño hasta que ambos quedan viéndose a los ojos.

?¿No es cierto que hay perros que comen gente? ?dice el niño.

El maestro arruga la cara.

?No ?dice?, eso no es verdad.

?Sí ?dice el niño?. Yo lo vi. Ayer lo ví. Un perro se comió la cabeza de un señor.

Luego sale corriendo y el maestro se echa a llorar sin que lo vean.

Hay un poeta.

Hay una mosca y un conejito de indias.

Hay un niño que busca un tesoro en un basural.

Hay miles de niños que buscan un tesoro en un basural.

Hay millones de argentinos que celebran el resultado de una biopsia.

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