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Sábado, 29 de abril de 2006
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Las viejas narraciones de Andrés Rivera

Por Gary Vila Ortiz
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Para Ernesto Granados

¿Han sido olvidadas las viejas narraciones de Andrés Rivera? Lo ignoro, y no creo que tenga demasiada importancia. Cuando Rivera parece regresar con una literatura admirable, daba la impresión que lo otro fuera olvidado. Es cierto, hubo silencio como de diez años. Es en 1972 cuando aparece "Ajuste de cuentas" y diez años después, en 1982, "una lectura de la historia". Pero sobre todo en 1992, "en esta dulce tierra". Rivera es del 8. Tenía cuarenta y cuatro cuando publicó "ajuste de cuentas", cincuenta y cuatro y sesenta y cuatro cuando las otras dos. Pero hay muchas más, pienso ﷓como lector profano﷓ que todas dignas de más de una lectura y reconocimiento. ¿Y las de otro tiempo? Por cierto que sí.

Leía hace poco Esto por ahora (2005) y mientras la lectura avanzaba algo me tocaba la memoria y recordaba otras narraciones, de la primera época, de Rivera. Tenía todas o casi todas las obras de Rivera, las primeras y luego otras, después de su largo y posiblemente inevitable silencio. Ahora no las tengo, pero me ha quedado un ejemplar de "ajuste de cuentas". No sé, lo dirá la crítica especializada al respecto, pero no me importa en absoluto. Desde que no sé cuando la mencionada crítica suele parecer un lugar perfecto para el dislate; no sé cuántos nombres aceptaron aquella absurda antología sobre los mejores cuentos argentinos, cuya declaración de los mejores estaba pontificado como por un cardenalicio y entonces los votos de cada cuanto elegido eran como un elogio a la "inmensa minoría", cosa que los críticos especializados no aceptarían de ninguna manera. Desde ese momento la crítica especializada ha quedado como desacreditada ante este lector común. Y no quiero jugar con lo que Virginia Wolf quería decir con ese del "Common Reader". Por suerte, en nuestro país hay quienes suelen ejercer la crítica, pero que van mucho más allá de ser meros especialistas. El placer de leerlos es como el de leer a un poeta o un narrador, y en el caso de ellos un ensayista, género que tantos valores ha dado en la América Hispana (Henríquez Ureña, Alfonso Reyes, Martínez Estrada, Masißtegui, Sarmiento). Podemos mencionar aquellos a los que siempre volvemos, con renovado placer, ese placer tan raro cuando de relecturas se trata: Borges, Cortázar, el Sábato de sus ensayos más breves, David Viñas, el Mallea de El Sayal y la Púrpura, Ernesto Schóo, Nicolás Rosa, Enrique Pezzoni, Juan Gelman, Ernesto Peicovich, Osvaldo Bayer, Adolfo Bioy Casares, Antonio Requeni, Juan Pablo Feinmann, Adolfo Prieto, Ricardo Piglia, Aníbal Ponce, Scalabrini Ortiz, nombres de una nómina no mucho más extensa y sin orden cronológico alguno.

Volvamos, como simples lectores, a Rivera. En Ajuste de cuenta, está el nacimiento, o al menos parte del mismo parto, de inconfundible estilo de este narrador. Y se encuentra dado en todo su esplendor, con fragmentos que tienen una deuda con el lenguaje de la poesía. Desde el primer relato (íntegro) hasta cada lugar de las palabras imprescindibles en "El anuncio de la felicidad", situado en China (la misma de "La condición humana" de Malraux) pero en definitiva situada en cualquier lugar del mundo donde se espera ese anuncio de la felicidad que aún no ha llegado para todos.

El compromiso político de Rivera sigue intacto, sin claudicaciones y sin traicionarlo en su oficio que es la literatura. En todo caso los que han cambiado son los otros, los que tienen la misma mirada de antes sobre el acontecer de hoy sin darse cuenta que se puede seguir pensando lo mismo pero que no pueden mirarse las cosas como si nada hubiera ocurrido.

En estos tiempos de tantos revisionismos, no sólo los viejos revisionismos históricos, sino en todos los aspectos del quehacer humano, hemos terminado, o empezado, lo cual sería mucho peor, a tener dos o tres historias oficiales. Todas ellas tan canonizadas unas como otras. Con la diferencia que cierto tipo de revisionismo requiere de lo mediático para poder llegar y ser más accesible a una mayoría. Si bien es cierto que en cada momento histórico del país los medios estuvieron al servicio de tal o cuál posición partidista más que política, ahora, con las inmensas posibilidades que ofrecen los medios, es grave una utilización que se aproxima a lo sectario.

Decimos esto porque a su manera Andrés Rivera, en sus distintas aproximaciones a la historia, practica una visión esclarecedora, que si revisa el pasado lo hace de una forma artística notable. Logra que muchos aspectos controvertidos del pasado argentino se puedan comprender mejor con el agregado que sus narraciones nos ofrecen formas renovadoras del lenguaje y de la forma entrecortada y en ocasiones sorprenden de su manera de contar.

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