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Martes, 27 de marzo de 2012
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Paradojas de la sinécdoque

Por Javier Chiabrando
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Ya se sabe, los argentinos inventamos y exportamos vender buzones, gato por liebre, la rabona y el choripán. Y si bien no inventamos la sinécdoque, creo que la estamos llevando a la cúspide de sus posibilidades si de confundir se trata. Según la Real Academia Española (gallegos que la saben lunga), sinécdoque es la forma de "designar un todo con el nombre de una de sus partes". Traduciendo: "Es la parte por el todo". La sinécdoque es parte de nuestra vida cotidiana. Cuando usted dice "este fin de semana me hice un flor de asado", está usando una sinécdoque, porque la parte (asado), designó el todo (chorizos, morcilla, ensalada, etc.).

La televisión se nutre minuto a minuto de sinécdoque. Matan a un quiosquero en Berazategui y todos los argentinos estamos en peligro. No importa que yo viva en medio del campo y no sepa dónde queda Berazategui (de hecho no lo sé), lo que importa es que yo sienta el mismo miedo que el vecino del quiosquero. Por las dudas, los periodistas del caos hablarán del crimen en Berazategui (la parte) pero de la inseguridad en Argentina (el todo). Y si dos chicos se pelean a la salida de un boliche, todos los chicos se pelean; si uno se emborracha, hay una crisis de alcoholismo juvenil. Hasta Don Pepe usa la sinécdoque como el mejor cuando se para en la vereda de su casa con las manos a la cintura y dice: "Cómo va funcionar este país si el gobernador no es capaz de arreglar el bache de la esquina". O sea, el bache de la esquina (la parte), pasó a ser, gracias a las peripecias del discurso de don Pepe, el fracaso de un país (el todo). En lugar del bache puede ser el semáforo o la cloaca, el resultado es el mismo.

La forma de Don Pepe de argumentar es más o menos la misma que utiliza buena parte de los críticos del gobierno. Y hacen bien, porque tiene dos ventajas: 1) no hay que pensar el discurso completo; 2) y, sobre todo, no hay que proponer soluciones integrales. Hace poco, diecisiete intelectuales del carajo se juntaron para emitir un documento sobre Malvinas de ¡una página! donde sugirieron escuchar a los kelpers (¿o eran los gurkas?, siempre me confundo); luego el vacío, ninguna idea integral (que difícilmente se puede concentrar en una página). ¿Por qué voy a pensar un país completo si puedo criticar a mis enemigos con una breve sinécdoque, con una paginita, con un slogan?

En igual sentido se puede leer el documento de Plataforma 2012. Cincuenta intelectuales escriben un documento de ¡dos páginas! (en ambos casos estuve tentado a dividir las palabras por la cantidad de firmantes pero me pareció una crueldad), que es una ensalada de fragmentos sobre asuntos más o menos calientes (minería, indígenas) donde no hay una sola idea que pueda considerarse una posible solución a ninguno de esos asuntos.

El caso más notable es el de Caparrós escribiendo sobre el tarado que salió borracho a la ruta y causó la muerte de un joven, mientras un hombre llamaba insistentemente (y al divino botón) al 911. Caparrós, sinecdoqueador internacional, refugiado en las dulces aguas del diario El País de España, tan preocupado por Argentina que tiene un blogero estable para que desasne a los gallegos sobre nosotros, escribió una nota con el título "El fracaso de todos" (sinécdoque pura; un salame causa una tragedia y todos somos culpables). La nota decía: "La demostración de que el Estado argentino fracasó (...) un Estado que recauda millones y millones so pretexto de ofrecer a cambio salud, educación, orden, seguridad, no es capaz de detener a un energúmeno lanzado a cien por hora por una ruta nacional".

Lo que este sinecdoqueador no dice, porque si lo dijera la sinécdoque se desarticularía, y la miseria de su pensamiento quedaría expuesto en primer plano, es que el destinatario final de su nota no es el Estado sino el gobierno y más aún la presidenta. Este sinecdoqueador utiliza su inteligencia, que la tiene ﷓-sino los gallegos no lo habrían elegido para que les enseñe sobre Argentina﷓-, para confundirnos y para darle letra a los que piensan más o menos como él, porque estos planteos, que parecen más bien nacidos del resentimiento que del pensamiento, anulan el verdadero pensamiento del disenso. ¿Por qué? Porque son caramelos gratis y espejitos de colores, lo suficientemente fáciles de recoger y de diseminar como para que cualquier entusiasta lo repita (como suele suceder en estos casos, transformándolo en un mail masivo) sin necesidad de entenderlo del todo. ¿Si Caparrós, que escribe en El País de España, no llega más lejos y más profundo, por qué Don Pepe no va a descreer de todo un país si en la esquina de su casa tiene un bache?

La sinécdoque puede ser: a) una forma inteligente de argumentación o de exposición; b) una forma torpe y grosera. Don Pepe es ignorante de que el que tiene que arreglarle el bache es el intendente y no el gobernador (parece exagerado, pero hay gente que culpa a la presidenta de toda crisis docente e ignora que los sistemas educativos son provinciales o municipales). Caparrós y otros lo hacen desde la inteligencia, o si prefiere, desde la picardía. Sea como sea, provenga de donde provenga, a la sinécdoque como argumentación siempre hay que desarticularla con inteligencia. Y somos nosotros, los destinatarios, los lectores, los oyentes, los que nos vemos obligados a desarticular los argumentos de Don Pepe y de Don Martín apelando a la alta inteligencia, única forma posible. Es más fácil putearlos o ignorarlos, créame.

Creo que era Umberto Eco el que solía contar en sus cursos una especie de fábula: "Una mujer toma un taxi que debe llevarla al aeropuerto en plena noche, el taxi se descompone y la mujer debe cruzar un bosque oscuro a pie donde es asesinada". Cuando Eco preguntaba quién tenía la culpa de la muerte, la mayoría decía al que no iluminó el bosque, al que programó los vuelos de noche, al taxista; y pocos elegían al asesino. Tal vez es una tendencia natural del hombre de esta época buscar siempre responsabilidades en el sistema o en la sociedad, como si la vida fuera una canción de Pastoral. Tal vez es una de las enseñanzas que nos dejó un siglo de luchas sociales, que siempre la culpa es del que organiza o digita o controla o manda, y pocas veces del que esgrime el arma o el que hace la boludez. A gente que piensa así, es fácil venderle gato por liebre o una buena sinécdoque. En definitiva, la argumentación de Caparrós se parece mucho al festejado chiste italiano de "¿piove?, governo ladro", simpático pero chiste al fin.

Pero vea qué paradoja. Si la sinécdoque sirve para desacreditar el todo por una de sus partes, como hacen Don Pepe y Don Martín, también sirve para elogiar el todo por cada una de sus partes. Supongamos que me ofrecen a mí escribir un blog en el diario El País de España. Supongamos que me llama el mismísimo rey para pedirme que acepte porque el país (en este caso España) me necesita. Supongamos que mi blog sale al mismo tiempo que el de Caparrós. Y que yo escribo sobre los éxitos del gobierno (o del Estado) al mismo tiempo que él alerta sobre el fracaso de todo un país (presidenta incluida) por las peripecias de un borracho. ¿Usted aceptaría que yo le dijera que Argentina es un gran país porque durante un mes los aviones de Aerolíneas salieron a horario? ¿Usted compraría ese buzón? ¿Entonces por qué hay tanta gente que compra el otro, que es tan burdo como éste?

Qué diría usted, que lee mis contratapas con deleite, y a veces con la boca abierta de fascinación, si yo escribiera: "En Mendoza un policía socorrió a una mujer a punto de parir; el bebé nació sano y tanto él como la madre se encuentran bien; el Estado ha cumplido una vez más y ha demostrado que atiende cada una de las necesidades de sus ciudadanos". ¿Usted me creería? La verdad es que suena abominable y muy parecido a las propagandas de la vieja Rusia, cuando te mostraban un barrio de casas grises construido en dos días (casas vacías, que a veces ni caños tenían) y te lo vendían como otro éxito del Estado. Poco importaba que el déficit habitacional del país fuera de ocho cifras.

Hay que desconfiar tanto de ese tipo de chupamedias como de esos críticos que a la hora de pensar caen en lo que podríamos llamar el efecto Twitter: poco por acá, poco por allá, y luego silencio, sobre todo silencio de ideas. O mejor dicho: muchas chicanas, pocas ideas. Por último: si a usted esta contratapa le pareciera estúpida eso no significa que todo el diario lo sea. Si la contratapa le parece brillante, es probable que el diario lo sea. Paradojas de la sinécdoque. [email protected]

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