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Lunes, 8 de mayo de 2006
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Ravioles de domingo

Por Sonia Catela
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Qué si limpiando esa tabla que cubre el hueco del taparrollos, ligeramente encorvada por la humedad, se te clava una astilla y al presionar la madera para quitar la lonja filosa, descubrís, por la abertura que deja la deformación, algo que fosforece adentro ¿un rollo de papeles? Se atisba un blancor, un destello,

qué si buscás un destornillador, quitás las cuatro tuercas y aparece lo que aparece, plata, cantidades incalculables de billetes,

manojos de dinero con la firma de un indescifrable presidente del Banco Central,

qué si, con un fajo en mano, la tabla apoyada contra el sillón desvencijado donde te hallás parada, apantallás el mobiliario del comedorcito venido a menos, tu padre bancario de medio pelo, jubilado y enterrado junto a la medalla de cincuenta años de asistencia perfecta que supo agenciarse agachando el lomo, tu madre ama de casa señas particulares el teleteatro de las cuatro,

qué si el que los escondió allí y se lo calló (alguien de tu palo) ocultaba un crimen, un delito, del que te sustrajo a vos,

qué si vaya triángulo: madre, padre e hija, estos fajos y un secreto vergonzante enhebrándolos,

qué si, manos llenas de billetes, vos, maestra rumbo a la sustitución de la tortilla que sustituyó al pollo que sustituyó al bife, en una genealogía que desembocará en tartas con verduras de la quinta, te acercás con mazos de billetes a la cama donde tu madre reclasifica al mundo desde la arterioesclerosis, te inclinás con la plata y se la refregás,

"¿y esto, mamá?"

qué si dice "ah... la plata es sagrada"

qué si agrega "¿dónde lo descubriste?",

qué si continúa "si te enterabas... no quise manchar la memoria de tu padre"

qué si desembucha que el santo de tu padre se negó a sustraer la menor moneda de la caja chica y de repente, un golpe de números, una seguidilla de maniobras de otros puso ese sobrante fabuloso en sus manos, gobernaba Reviglio sucediendo a Vernet, en la provincia las cuentas ajenas se manejaban con prodigalidad, en el lío se tapó todo,

qué si tu padre murió en 1989, plena hiperinflación y los billetes se volvían agua, dentro del hueco del taparrollos, chorreándose agua,

australes, hubo una moneda en este país, el austral, desagotándose en las cloacas que llevan lo que mueve el molino de otros, ¿quiénes?

qué si tu vieja entraba y salía de su mundo la feria, la comida, el trapo de piso, el televisor, el sillón en la vereda, traé el espiral que los mosquitos pican, hoy pasó el sifonero, mañana sacá los envases vacíos, la leche se agrió,

sin vislumbrar que afuera existe un orden que impone la economía, total vos, tu suelducho de maestra de piano, la jubilación de papá, hay que llevarle flores el domingo, vayamos a las diez que hace menos calor, fijate si mi hermana Rosarito nos acompaña,

australes chorreándose en agua,

qué si tu madre se arrebuja y te lega el: "viste cuánta, cuánta plata, nunca supe dónde los había escondido Herminio", "nunca",

australes, el dinero es en australes, mamá,

no vale nada, no alcanza siquiera para comprar una moneda de diez centavos, madre

qué si te mira desde su escondrijo y larga esa exclamación "no me digas, qué lástima" sus ojos entrecerrados y amplía "no te olvides de poner la tabla en su lugar; ese rollo de la persiana queda horrible a la vista",

qué si desde su cama no podría ver, de ningún modo ve, tras varias paredes, la tabla, la persiana, el comedor,

qué si mamá chito la boca no fuera a ser que te alzaras con algún capricho y te mudaras a un departamentito, sola, o con un hombre, si metías mano en el tesoro,

qué si te arrimás a su cabeza casi calva: "¿cómo? ¿que ponga qué?", "no dije nada, querida", y se pone a chupar un caramelo para la garganta,

sabe, la vieja supo desde el principio que las polillas económicas clavaban sus dientes en los australes, y a dentelladas las convertían en tiritas de dinero, en fantasmas de dinero, lo desaparecían,

pero ¿y si la abandonabas? ¿y si te largabas quién sabe con quién a correr qué locuras?

recogés los australes, los acomodás en dos pilas sobre la cómoda, arreglás el rebozo de la sábana, ordenás la cama, peinás a tu madre, hoy es domingo, hay que ir a buscar el periódico, la planchita de ravioles, el pote de crema de leche, prepararle la ropa para La Piedad, "¿tenés voluntad de pasar por la Iglesia, para la misa de mediodía, mamá?",

qué si apoyado contra el respaldar de la cama, ese espectro maternal que profesa emociones violentas, empuña las palabras y castra, "así que no te vas", te castra, "no, mamá, sigo aquí", "¿y mañana?" mañana también, mañana es lunes y los lunes aireo los colchones y empiezo temprano con los turnos de piano,

qué si "claro", dice mamá, tranquila, ahora que ya no escucha la gotera que martilla desde el taparrollos, ahora que la gotera se acabó y vos seguís clavada como la tabla que tapa el hueco de la persiana, cada cosa en su lugar.

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