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Domingo, 11 de noviembre de 2012
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Fotografiando la zona

Pensiones y accidentes

Por Adrián Abonizio
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* El tipo vió la luz verde y se mandó confiado. Un colectivo amarillo muerte le partió al medio su autito gris. Mientras esto sucedía se preguntaba qué había sucedido. !Si la luz estaba favorable!. La explicación la obtuvo en la camilla. -Esa esquina es fatal. De lejos y de noche se ve lo que parece el semáforo en verde y resulta ser la cruz de la farmacia encendida. Habría que avisarle al dueño, ¿no? deduce el anestesista, sin saber que esta frase sería la ultima, la fatal que habrá de oir el tipo en el quirófano, aliviado al fin de enterarse que no fue su error estar allí tirado, agonizando con el honor intacto de haber sido siempre un buen conductor. Y que una cruz no es un redondel. Y que no todo lo que brilla es un semáforo.

* Una mujer ante el juez: -¿Por qué quiere divorciarse de su marido?. -Porque me trata como un perro. -¿Le pega, la desprecia?. -No, pretende que le sea fiel. Están los viajantes de comercio en la sala de almorzar en la pensión comiendo un puchero fenomenal y el petizo de la punta emite el chiste. Todos ríen; todos saben que hace dos meses que no regresa al hogar, errante en las sombras de los hotelcitos luego que sorprendiera a su esposa en la cama matrimonial con otro. Pero el temple del contador de bromas puede más.

* A Henry le argumentaban que "tenía olfato de gol, lo que sucede es que tiene mucha alergia". Y le decían 1º de mayo: Nunca tuvo un día hábil. En la final, propició tres mano a mano en los que definió de forma impresentable. Cuando agonizaba el partido un centro llovido pasó por sobre su cabeza y tras rebotar en el muslo de un defensor anhelante vino a dar en su nalga derecha y entró picando mansita al gol. No quiso festejarlo con nadie. Rechazó los abrazos. Se fue antes, sin ducharse ni recibir la medalla consagratoria de campeones interbarrios. Y se empeñó en el ajedrez, luego de retirarse con gloria de las canchas que tanto encono le tenían. Jamás saludó a ninguno. Ni pasó a retirar sus posters de la pensión. Seguramente estuvo esperando esta vuelta del destino para la venganza elegante del matungo devenido en héroe.

* Estaba viviendo en el altillo y era la primer escapada de su casa. Abajo vivían dos tipos mayores quienes le permitían cohabitarla. Una noche, uno de ellos en previsión que la novia vendría le inquirió: -¿No tenés un forrito?. -No, contestó él, se me terminaron. Esa pregunta de camaradería fue lo mejor de aquella convivencia en donde los demás ignoraban que seguía siendo virgen. Pero iba a comprar algunos por las dudas. Para hacer favores al menos.

* Fue recibido en la pensión con la cena consistente en un magro plato de arroz y de postre una uva, como el anticipo de los tiempos que vendrían, que ya estaban sucediendo. Por ello, entraba a la tarde en la casa de sus padres, cuando todos trabajaban y hurtaba sin dejar huella alguna comida, para llegar a la noche sin hambruna. Pero no dejaba de sentirse un fraude, un mentiroso que traicionaba a sus compañeros evitando la gimnasia del dolor de tripas, la templanza. Tomó un atajo: Robaba alimentos pero lo empezó a compartir sin dar explicaciones ni masticarlos. Los dejaba sobre la mesada como una ofrenda a la libertad y al pillaje.

* El compañero de pieza era mozo nocturno y se pasaba la mañana durmiendo. El precisaba estarse tirado sin testigos: Por eso, cuando el laburante gastronómico empezaba a desperezarse y le daba los buenos días, él contestaba con la voz pastosa aduciendo que en la fantasmal empresa de vigilancia donde trabajaba lo habían obligado a trabajar mucho. Pero estaba desocupado, además de que la noche anterior a mano armada había entrado al comedor del compañero de pieza enmascarado bajo la media negra que estaba tirada junto a su zapato.

* Ella envió el mensaje grosero, grotesco pero habitual a su amiga. -¿Qué hacés cara de verga?. La otra rápidamente le contestó: -Si tuviera cara de verga me haría contorsionista. Ella reía por la franqueza, la imaginación y los reflejos con que su amiga demostraba que necesitaba un poco de sexo, sola allá en la pieza de pensión repasando sus apuntes de medicina.

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