Rosa escribe:
Lo que no me decÃas se asomó tantas veces a tus ojos, como alguien que vuelve al living umbrÃo desde el balcón soleado en plena siesta, o como el sol cuando amaga con salir pero se eclipsa nuevamente tras las nubes. Un cambio de ánimo de la tarde, unos puntos suspensivos en tus pupilas, como cuando te daba en los ojos el sol de la primera tarde y se achicaban como las de un gato, dejando ver tus iris color jaspe, ese secreto de tus momentos serenos. Raros momentos: mucho tiempo creà que tus ojos eran negros, pero eran tus pupilas las que se abismaban en el vértigo que las volvÃa enormes como ojos.
Mirabas como si una mirada lo dijera todo.
Lo que no me decÃas era esto: que ninguna mirada te devore. No me decÃas que sólo ibas a poder dejarte ver en compañÃa de alguien que no ofreciera ningún ser a la mirada.
Adelgazar el ser, contando calorÃas como sÃlabas. Caer desde la cúspide del ser hasta una rutina de atletismo sin poesÃa ni frases: puro cuerpo, pura lógica médica del cuerpo.
Lo que les hiciste a todos esos muchachos: tu voz, huracán tonante, barriéndoles el ser.
Irazusta piensa:
El agua es una. Corro bajo la llovizna mientras el agua salada y tibia se hace una con el agua dulce y frÃa y todas corren por mi cara y ya no importa quién llueve, a ver si llora. Corro como una quilla cortando el clima y trato de convencerme de que todo lo que hay es este cuerpo. Sosa flota conmigo, un fantasma en un barco fantasma. Sosa es como una cúpula traslúcida en el aire, otro cielo dentro del cielo: existe a mi alrededor. Antes lo veÃa pero ahora solamente lo siento como una presencia. Nunca más el aire limpio, libre y abierto de antes. Algo oprime el espacio, y yo sé que es él, que es Sosa. Pero no lloro por él. Ya no lloro por él. Lloro por ella, por la mujer de Agus. La recuerdo con su gracia y su sonrisa, con esa cara entre oriental y rusa, de pómulos altos, y esa manera hermosa que tenÃa de nombrarme, o de nombrar uno por uno a los pájaros de la abuela de AgustÃn: la forma en que los llamaba, uno por uno, con esa voz que era en sà misma como un pájaro, y pienso qué distinto hubiera sido, si en vez de ellos dos y mi soledad amiga hubiéramos sido ella y yo. Hermosos huesos que se quedaron quietos para siempre. Yo codicié cada curva, cada ángulo. Y ella ahÃ. Ella y su ternura. Y yo.
El Perro dice:
Ya es bastante feo tener que defender hijos de puta. ¿Qué harÃas si te tocara defender a un pelotudo? "Por mi culpa, por mi gran culpa", grita y le digo que no puede irle con eso al juez. Fiera, al juez tenemos que convencerlo de que no tuviste nada que ver. Que se mató, que no la mataste. Que tenÃa otros problemas, que vos hacÃa más de un año que no vivÃas con ella ni tenÃan ninguna relación. Que si no lo entendió, problema de ella. No soporto defender pelotudos. Es como si vos tuvieras que hablar bien de un cuadro o de una escultura que es una idiotez puesta arriba de otra. Te das cuenta de que el tipo no se ayudó, no hizo nada por dar una imagen mÃnimamente positiva ante los demás. Y tenés que sacarle las papas del fuego hablando bien. Tapar con palabras las cagadas que se fue mandando, una arriba de otra sin importarle nada, y vos ahà explicando. Vos ahÃ.
Elena dice:
Vos a mà lo único que me tenés que explicar es qué negocios tenÃas con Bianciotti.
Romina dice:
¿Cómo? ¿No sabÃas nada de la colección?
Bianciotti dejó dicho:
Cuando el Griego me lo ofreció, ni dudé. Era yo, era mi alma ese cuerpo despedazado.
Dimitri dijo:
Estamos todos locos. ¿De dónde sacaste que yo le vendà a Bianciotti un Goya robado?
Romina dice:
Ocho años tardaste en darte cuenta. Pero bueno, creo que es un buen récord. Vino desesperado Déme Tres y me dijo nena, qué hago con esto. Me quema en las manos, me persigue Interpol, qué hago con esto. Y yo le dije: encajáselo al psicótico de mi viejo. Y que quede entre nosotros. No sabés después de eso cómo me ayudó Déme Tres. En el ambiente se decÃa que Déme Tres andaba caliente por mà y puede ser, pero solamente él y yo, y bueno, y mi viejo, y tu hermano (mi novio oficial de entonces) sabÃamos la verdad. Quién se iba a imaginar que un suboficial veterano de guerra convencido de ser Napoleón poseÃa obras de arte. Pero bueno, a él también le quemaba. Sabe Dios quién se la llevó. No la vi más por ninguna parte. No estaba en la escena del crimen, me dijeron. Yo alcancé a hacerle a mi viejo esa especie de broma. Siempre le hago esas bromas. ¡Qué nervioso que se pone! Bah, que se ponÃa. Que se joda por mandón, por jodido. Le hice ese collage a Carrara, que trampeaba conmigo, para asustarlo nomás. Nada serio. Te acordás de aquel collage que mandé al Salón, con esos cuerpos destrozados y atados de "¡Grande hazaña! ¡Con muertos!" donde uno tenÃa la cara de él. Lo que menos me imaginé es que tu hermano lo iba a hacer realidad de manera pública. ¡Cómo temblé cuando el comisario Brunelleschi encontró la analogÃa entre el cuerpo de Carrara y la obra! Creà que le habÃamos dado al mundo una pista inequÃvoca pero no. Nadie supo.
Y nadie sabrá. Ni aunque lo publiques. No tenés ninguna prueba. No hay certificados ni nada. Ni un maldito recibo. Nada. No sé qué es peor, si no saberlo o que no te crean... Pero bueno, volviendo a lo que importa: sÃ, menos mal que te diste cuenta, claro, el tema de las ataduras es recurrente en mi obra, no es para menos, cuestión autobiográfica obliga, ¿no? Cuerpos martirizados, mortificados... como estaqueados, ¿no? SÃ, como vos decÃas, soy como el PrÃncipe Hamlet, tratando con una obra de atrapar la conciencia del rey... o de mi padre... entonces del homenaje a Goya en los "De Goya 2" paso a esta serie de esténciles del Proyecto Andresito, esta imagen gótica de un mártir donde las facciones no son naturalistas, no hay signos de dolor, es como flemático el tono de la figura, no desde la serenidad estoica de un San Sebastián renacentista, ponele, sino esa cosa del Gótico, viste, no se preocupaban por la similitud sino por la sÃntesis narrativa. Pero bueno, en el medio hubieron casi diez años, una serie de obras de transición, la ruptura con tu hermano, que me desvió un poco del tema... La serie de los lobos, sÃ, en honor a él, ¿sabÃas que tu hermano es licántropo? Le aullaba a la luna, el muy boludo.
(Fin de la grabación)
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