Mientras repasaba mentalmente las cámaras con las que saqué fotos durante toda mi vida, una imagen volvió desde mi infancia y no me abandona desde hace dÃas. En esa época no tenÃamos cámara propia y mi madre le pedÃa prestada una Minolta compacta y semiautomática, o algo asÃ, a una compañera de trabajo, Teresita.
Su compañera se sacaba fotos en Brasil, y Europa. Mientras ella paseaba, nosotras veraneábamos en la vereda y el patio, y yo a veces en la laguna Setúbal, con mis parientes en Santa Fe.
Pero un año, mi madre, con su sueldo de enfermera, reservó una semana en la HosterÃa Santa Teresita, de la ciudadpueblo de la costa atlántica, y allà nos fuimos, a conocer el mar. Creo que mi vieja ya lo conocÃa, pero seguro nunca habÃa ido a disfrutar de la playa, y la vida tranquila. Yo todavÃa no lo conocÃa, tenÃa 10 u 11 años. Supongo que todo era una novedad, incluso pasamos una de las fiestas de fin de año, en la hosterÃa, entre extraños, y sin niños o niñas de mi edad.
Sin embargo, de todo esa experiencia, la única foto que vuelve a mi mente ahora, es una mÃa jugando a la pelota paleta en la playa. La foto tenÃa un color único, y a pesar de que yo me estaba moviendo para pegarle a la pelota con la paleta de madera, la foto no salió movida. O mi madre era muy buena fotógrafa, y recién me vengo a enterar ahora, o la cámara era muy buena, y muy automática y todas esas cosas.
No sólo la imagen estaba clara en esa foto, sino que habÃa un tono increÃble.
Era el atardecer, y la marea estaba baja, es decir que la playa se veÃa en toda su anchura, y el cielo detrás mÃo azul celeste. Y a pesar de ser el atardecer, los tonos eran del tostado, pasando por el verde del mar, y el celeste. Y claro yo tenÃa el color de la arena, y en ese momento llevaba una remera amarilla, creo, una bermuda de jean, y un sweater atado a la cintura. No sé si la composición de la foto lograba un efecto tal que yo no podÃa dejar de mirarme, o si simplemente no podÃa dejar de hacerlo mientras miraba a la niña de la foto como si fuera otra persona, y al mismo tiempo trataba de recordar esos dÃas, jugando con mi vieja en la playa a la pelota paleta, por primera y creo que única vez. Yo tenÃa ya el cabello un poco más largo, creo, pero la pose no era la de una
nena (Me lo habÃa cortado a las 8 o 9 años, muy cortito). Más bien, era la de una nena vestida de nene, jugando en la playa, descalza, mirando hacia arriba, tratando de embocarle a la pelota.
No recuerdo mucho más de esas primeras vacaciones en el mar. Y creo que si no hubiese sido porque miré esas fotos muchas veces después, tal vez ahora no recordarÃa más que dos o tres escenas. El mar no me conmovió inmensamente, ni mucho menos. Lo que me impresionó fueron las vacaciones en sÃ. Mi vieja decÃa, cuando le preguntaban por ese viaje, que me habÃa llevado a mà a conocer el mar.
Pero ella nunca se habÃa tomado vacaciones. Sin embargo, eso no era importante para ella. Me preguntaba a veces, si lo habÃa disfrutado, si me habÃa gustado. Yo, muy poco expresiva, buscaba mis mejores palabras para decirle que sÃ. Pensaba que se me notaba, y que no tenÃa que decir nada más. Hoy me gustarÃa poder dibujar y pintar la foto que perdÃ.
Mostrarle a mi vieja, que no solamente disfruté de esas vacaciones, y de todas los viajes de vacaciones que hicimos juntas, sino que también aprendà a hacer algo con mis manos. Cuando la dibuje y la pinte, no saldrá tal cual, pero al menos me dará la sensación de que recuperé esa foto, ese recuerdo, el retrato de esa niña muy poco femenina, y que en
diciembre de 1979, a final de año, jugó en las playas de la costa con su madre.
Tal vez esa foto hubiese podido mandar al Proyecto Chonguitas, una idea que tuvieron de recuperar nuestra niñez de nenas disfrazadas de cowboys para fiestas familiares o carnavales. O vestidas imitando a obreros o mecánicos de la familia. O a jugadores de fútbol. O simplemente porque nos vestÃan asÃ. Creo que nunca quise ser nene, pero cuando vi la pelÃcula Tomboy me sentà un poco identificada en esa nena que moldea un pitito con plastilina para ir a jugar con los varoncitos. La idea de disfrazarse es genial, y era mi juego preferido, el del detective o el agente internacional que lo hacÃa para vivir aventuras, y encontrar chicas lindas mientras tanto. Lo de la guerra frÃa no lo entendÃa, pero ya me daba cuenta de que lo de los buenos y los malos era una excusa. Nadie era demasiado bueno ni demasiado malo en esas aventuras. No creo que de esos juegos tuviera fotos. En cambio de la nena intentado ser Guillermo Vilas, me quedó una linda imagen, que algún dÃa pintaré, al menos para mÃ.
ire.ocampo@gmail.com
© 2000-2022 www.pagina12.com.ar|República Argentina|Todos los Derechos Reservados
Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux.