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Domingo, 10 de febrero de 2013
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Fotografiando la Zona

El señor de las moscas

Por Adrián Abonizio
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* Aníbal era peluquero y domador de moscas. Tantas horas lo habían dotado de una técnica sublime: dejaba su mano suelta y cuando una se posaba cerca sencillamente la encerraba en un puño sacudiéndola. Atontada, se dejaba hacer: con un pelo largo la amarraba suavemente con un nudo mágico y luego esperaba a que reaccionara. Entonces se asistía al espectáculo de ver al insecto y no detectar la invisible soga capilar que la tenía sujeta. El bicho parecía someterse a la voluntad del amo, subía, bajaba con una orden que daba con la mano libre para disimular el cabello que flotaba, como un arnés fantasma. Uno, más leído lo apodó el Señor de las Moscas y el apodo duró hasta que Aníbal pasó a capturar moscas vaya a saberse en que campos de la altura. Una foto suya y una mosca de yeso lo recuerdan en una pared del bar.

* La línea del boyero luego de una tormenta quedó tocando un desprendido cable 220 volts de la luz. El Marito se bajó de la camioneta y se dispuso a orinar al costado del camino. Lo hizo sobre la juntura de ambas líneas. Por el hilo de orín subió la serpiente eléctrica más terrible. Comentan que hasta hoy tiene el pito más negro y difícil de mostrarse en toda la zona.

* El ruso Stefanovich es un urso de 140 kilos, gaucho pampeano enriquecido por astucias elementales de siembra, pastoreo y caballada. No se le nota la plata, él esta en otra cosa, la observación de los vientos, las costumbres, el chiste filoso, la filosofía grave de la llanura. Come como un oso pardo y sus amigos le dictaminan poca vida. -¿A que estoy más sano que todos ustedes? Uno redobla a apuesta. -Apostamos un corderito y nos traés los análisis sellados y confirmados . Se encuentran a la semana y leen que el colesterol es casi inexistente, no hay infección alguna y el corazón rebalsa de fortaleza. En el fuego, como una cordial excusa se está haciendo asada la apuesta perdida por sus amigos. A los postres, solo con un cuchillo arranca la grasa fría que ha dejado el animal y la unta en un pan abierto. -Como postre, se jacta. -Ahora les voy a decir el secreto de mi salud. Reparto, reparto mis ganancias con gente que ni conozco, así no tienen que agradecer. Eso me salva. Luego se sienta a disfrutar del manjar. Algunos bajan la cabeza.

* -!Lindo pantalón para una partida de damas con alfajores blancos y negros!, gritó desde el fondo Barcino al recién llegado que había entrado en ese bolichón de peludos a preguntar por el camino luciendo bermudas a cuadros gigantes. El tipo miró y vió unos bultos humosos y decidió salir sin contestar. Afuera la mujer al verlo, con la cara enrojecida entendió que algo había pasado. -El, macho de la especie familiar arrancó la 4X4 y comentó -Unos vivos, no me quedó otra que pegarle una trompada a uno. -Ay Bichi siempre ese carácter vos, ¿eh? le comentó la rubia que hojeaba una revista -¿No lo habrás lastimado, no? En una parada de combustible se puso las bermudas negras.

* Al Enrico jamás lo habían agarrado en un desliz. Era serio, concentrado y la sonrisa medida. Usaba anillo de sello y tal era aquella corrección exasperante que motivó a los del club a fabricarle la joda. Al Enrico le gustaba jugar bochas. Esa noche fue hasta el cajoncito, donde de a tres ellas esperaban la mano gaucha que las apaciguara en la espera de salir a la cancha. Cuando quiso extraer una notó que algo poderoso la sujetaba; probó con la otra y con la tercera. Ninguna salía. Todos estaban soldadas a la caja. Enrico dió entonces la orden al adversario de sacar el bochín. Lo hizo y rodó hasta tres cuarto. Luego,en un pequeño y elegante esfuerzo tomó al cajón y lo tiró arrastrándolo como si el pequeño ataúd fuese una sola bocha. -Juegue, le dijo al otro, al que le había hecho la broma. -¿Qué espera? tira usted ahora, mi amigo.

* "Dios no quiere ver a un pobre con espuelas de plata". "Hombre sin color, falso o traidor". "Nadie sabe lo que hay en la olla salvo el cucharón que lo revuelve". "Más vale negro gracioso que cien rubios hermosos". Estos y otros dichos colgaban de la gomería de Don Espátula. El mismo era un hacedor de sentencias y no la excluyó cuando entró en Emergencias. El médico que lo atendió le hizo bromas que no fueron retribuidas. -Acá el único vivo soy yo, cotejó el viejo. Mejor dicho...era. Y se murió al ratito.

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