HabrÃa que imaginar un mundo sin la palabra habrÃa, porque la palabra habrÃa igual que otras formas del potencial se habrÃan transformado en una forma de mentir desde que la verdad comenzó a importar poco y desde que comenzó a existir tanta gente que se muere de ganas de creer que una mentira puede ser también una verdad.
HabrÃa que pensar un mundo sin diarios ni periodistas ni locutores ni lenguaraces que hablen en potencial. Eso serÃa decirles que para editar, decir, o chismosear una cosa, esa cosa deberÃa ser verdad. Entonces la verdad serÃa más o menos lo que los padres nos enseñaron de chico: algo que pasa, que sucede, que se vive, que se ve, que se toca, que se respira, que se puede comprobar de alguna forma.
HabrÃa que dejar de desparramar tanto odio en nombre del amor, tanta estupidez en nombre de la inteligencia, tantas tonterÃas en nombre de las ideas. Pero para eso, los que desparraman odios, estupidez y tonterÃas, deberÃan ser más generosos, más memoriosos, más inteligentes o más honestos. HabrÃa que recordar a cada momento que si uno se burla de los muertos ajenos, alguien se burlará de los propios, con foto trucha o no.
HabrÃa que decirles a todos esos tipos que fundieron y recontrafundieron el paÃs varias veces, que no pueden andar por ahà enseñando como se solucionan los problemas de la gente, que algunos tendrÃamos memoria, y que desde que se inventó cómo filmar y/o grabar, cada gansada que hicieron y dijeron queda almacenada en algún lado. Y habrÃa que decirles a todos los que difunden sus ideas, que repetir las ideas de un estúpido lo hace a uno un poco estúpido.
HabrÃa que enseñarles a todos eso voluntariosos que andan por las redes que desde hace rato ya estarÃan inventadas las ideas, que son esas cosas que se dicen y que se usan para intercambiar opiniones y fundamentarlas. HabrÃa que recordarles que no se combate una idea con cartelitos, slogans, chistes, y menos retuiteando las miserias de la gente sin ideas.
HabrÃa que decirles a los que andan por ahà con la escupidera diciendo que en este paÃs no se puede hablar, que dejen de sobreactuar. Yo (y muchos otros), decimos lo que pensamos, polemizamos, e intercambiamos opiniones todo el tiempo, sea con los que piensan como uno, sea con los que piensan diferente. Y acá estamos, vivitos, coleando, felices y esperanzados.
HabrÃa que hacer el ejercicio de imaginar este paÃs en este momento de zozobra internacional, gobernado por algunos de los cabezas de corcho que quieren ser presidente. HabrÃa que alertar a todos los que están en contra de este gobierno, que si por alguna razón triunfaran en su empeño demoledor, este paÃs podrÃa ser gobernado por gente cuya mayor virtud fue no decir lo que realmente piensan y no poder hacer lo que realmente desean.
HabrÃa que decirle a la Donda que se pasee en malla todo lo que quiera, mamita, que eso la dejarÃa aparte de la manga de polÃticos aburridos sin nada que decir, y sobre todo nada que mostrar, algunos de ellos sus aliados. Que ya llegará el momento de las ideas. Que las ideas no se matan y las curvas tampoco.
HabrÃa que decirles a los radicales que antes de andar diciendo cómo se construye un paÃs, que deberÃan aceptar que cuando el pueblo les cedió la posibilidad, habrÃan hecho una tonterÃa tras otra. Luego, quizá, habrÃa que pensar que por ahà seguirÃan siendo una alternativa al poder de turno. Y que para eso quizá deberÃan hablar diferente, decir cosas más interesantes, sugerir ideas de acción polÃtica alternativas, dejar de lloriquear, y ponerse una boina a rombos, que tiene más onda, ¿viste?
HabrÃa que hacerles entender a los que se ponen del lado de cualquiera que esté en contra del gobierno, incluidos represores o asesinos seriales, que si el gobierno triunfa en sus objetivos podrÃa significar el fortalecimiento del estado y un beneficio para todos los ciudadanos, incluido el que se pone del lado de cualquiera que esté en contra del gobierno. Pero que si triunfaran las corporaciones, la Sociedad Rural, por ejemplo, se va a beneficiar sólo la Sociedad Rural, que no va a tener reparos en pisarle la cabeza cuando llegue el momento, incluso apoyando golpes de estados, tal como está en su plataforma.
HabrÃa que contarle a nuestros hijos que habÃa una vez un paÃs que habÃa hociqueado varias veces, pero cómo es un paÃs especial, que tendrÃa entre sus genes una tozudez macerada de sangre de gringada de raÃces múltiples, exceso de mate amargo e ingenio a prueba de balas, se habrÃa levantado de las cenizas (qué digo, del fuego mismo) y habrÃa vuelto a caminar y a demostrar que el culo del mundo también existe y que del ombligo (Europa, EEUU; el norte) estarÃa saliendo un olor a podrido que sólo el exceso de butifarra e hijaputez pueden causar.
HabrÃa que ver cómo ese paÃs se habrÃa plantado delante de los organismos internacionales y buitres varios, y de corporaciones argentas, que son gente como uno pero bien diferentes, e habrÃa intentado hacerles entender que ya está bien con tanto desfalco, que ya se llenaron los bolsillos y que habrÃa llegado el momento de que devuelvan algo: plata, empresas, hijos, tierra.
HabrÃa que recordar que hace diez años estábamos en la lona y hoy somos un paÃs que da batalla, pero para eso habrÃa que leer más libros, tener más memoria, saber más de polÃtica. HabrÃa que multar con dinero a los que creen que este paÃs es peor que otros, pero esa multa serÃa intercambiable por leerse media docena de libros de los que enseñarÃan que el mundo no es el ombligo de uno y que para entender ciertas cosas serÃa mejor pensar, o saber lo que piensan y dicen los que piensan mejor que uno.
HabrÃa que juntar un millón de firmas pidiendo a la presidenta un decreto de necesidad y urgencia que obligarÃa a leer una docena de libros al año. Porque habrÃa que ser psicólogo, filósofo y sociólogo (los tres en uno) para entender por qué hay tanta gente que se empeña en hablar de lo que no entiende, y que tampoco quiera entender más (ah, es que para eso habrÃa que leer libros, cierto).
En fin, a veces creo que habrÃa que barajar y dar de nuevo, pero como el que olvida está condenado a repetir lo que olvidó, dirÃa que habrÃa que seguir adelante con los derechos adquiridos y defendidos, tratando de dejar en orsai a los mentirosos y a los fabuleros y a los correveidiles, sabiendo que en algún lugar, rincón o esquina, habrÃa quiénes defienden la verdad a pesar de tantos habrÃa.
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