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Jueves, 20 de junio de 2013
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Esperando el 107

Por Beatriz Vignoli
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-Una última pregunta.

-Decime.

Irazusta dejó de acariciar la cabeza del perro negro y me miró a los ojos. Recién entonces noté que tenía ojos muy claros. Unos ojos grises, límpidos pero inescrutables.

-¿Lo conocés a Lucho? -le pregunté, a quemarropa, en la parada del 107, bajo el sol de la siesta. A nuestra derecha, por bulevar Seguí, rodaban lentos camiones. En el centro del ancho cantero del medio del bulevar había un árbol enorme. Al pie del árbol, un banco de cemento. Me imaginé a Agustín Aguirre sentado en ese banco de cemento, los primeros años luego de volver de la guerra, mirando pasar el tiempo y los camiones. Sentado, dejándose borrar. Quise revivir ese tiempo sin tiempo y sin sentido que era el de aquellos años, aquella sensación de estar habitando un mundo luminoso y vacío.

El perro soltó un sonido que era en parte gruñido y en parte quejido. Como si no se decidiera por cuál emoción expresar. Una de ellas parecía ser el cariño por Irazusta.

-Shhhh... -dijo Irazusta palmeándole el cuello lanudo. Pensé entonces que sería mejor dejarlo a Irazusta con el perro, en vez de irme caminando con el manso animal.

-Un tal Lucho. Soldado conscripto. Estuvo en la guerra. Pertenecía al pelotón al mando del suboficial Bianciotti. Perdió una pierna por congelamiento y necrosis luego de haber sido estaqueado, creo que por orden de Bianciotti. Inició un juicio, junto con los otros soldados del pelotón. En una audiencia de ese (u otro) juicio iba a declarar Bianciotti. Estaba preparándose para eso cuando lo mataron. Tenía la corbata y todo.

-Mirá, Elena, yo no quiero hablar más de eso. Quisiera empezar a olvidar.

-Ya sé. Voy a seguir hablando con Lucho, si lo encuentro. ¿Lo conocés?

-Fuimos miles a esa guerra, Elena.

-Pero al mando del suboficial Bianciotti no había nada más que diez.

-¿Y vos hablaste con la familia del zumbo?

-¿Del qué?

-Digo, con la familia del suboficial, ¿hablaste?

-Sí.

-¿Y?

-La viuda no sabe nada y la hija me contó lo que te acabo de contar.

-¿Con la policía y con el juez hablaste?

-El juez no atiende el teléfono y el comisario cree que fue una venganza.

-¿Venganza, qué? ¿De quién contra quién?

-Ustedes contra el zumbo. Vos mismo me lo dijiste hace un rato.

-Nosotros. Nosotros somos miles, Elena.

-Ya sé.

-¿Por qué te importa tanto? ¿Qué te importa ese zumbo de mierda?

-¿A vos no te importa? Aguirre muerto, con los antecedentes que tiene. ¿Te creés que no les va a ser fácil hacerlo pasar por "autor material del homicidio", como dicen?

-¿A quiénes? ¿Quién sospecha de Aguirre?

-La policía, vos mismo me lo dijiste hace una hora. Y la hija sospecha de Lucho.

-¿La hija del zumbo? ¿Y? ¿Y qué tiene que ver Aguirre con Lucho?

-Eso te pregunto.

-Mirá, si lo supiera no te respondería.

-Pero vos me acabás de decir que Aguirre apareció ahorcado con la corbata de su abogado, el doctor Cachorro, más conocido como el Perro. ¿Vos cómo sabés eso?

-No sé, no entiendo qué hacés vos acá. Qué te une a vos a esto.

-El Perro desapareció. Apareció Aguirre muerto y el Perro desapareció.

-¿Y a vos qué te importa lo que haga Cachorro de su vida?

-La compartía conmigo, a su vida.

-No sabía. No sabía nada.

-Nadie sabía.

-Pero vos te metiste en esto mucho antes. ¿Por qué?

-El día que encontraron a Bianciotti, no había nadie en Policiales.

-¿Y?

-Y yo, que soy crítica de arte, justo estaba. Y me ofrecí a cubrir la noticia.

-¿Y entonces?

-Nada, que cuando salimos del departamento de Bianciotti con el fotógrafo, yo vi algo en la pared, algo en la fachada del edificio. Y le pedí al fotógrafo que sacara una foto. Eso que vi era una pintada en stencil hecha por la hija de Bianciotti y sus amigos. Formaba parte de lo que ellos llaman el Proyecto Andresito. Cada pintada marca la casa donde vive un milico estaqueador. La hija de Bianciotti, Romina, que fue novia de mi hermano hace unos años, justo por la época en que mi hermano le hizo a mi papá todo eso que salió en los diarios... Bueno, Romina Bianciotti habló con Lucho. Ella estaba al tanto del juicio en el que tenía que comparecer su papá, al que nunca fue porque lo mataron antes. Hasta soñaba con eso. Ella me dijo: buscalo a Lucho, buscá por ahí.

-Yo no sé quién es Lucho.

-Romina y sus amigos le decían Ahab. Pero no sé si ustedes le decían Ahab.

-¿Y el zumbo asesinado en la bañera sería Moby Dick?

-Ponele.

-¿Che, aquello que viene allá no es el 107?

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