En muchos aspectos, los ensayos de Orwel que tenemos a mano (los cuatro tomos en inglés se los regalé a Cristián, nuestro hijo mayor, pero se niega a prestármelos). DÃgame algún lector ¿no tengo derecho a los setenta años a pedir prestados unos libros al mayor de los polluelos? A mi hijo el pedido lo deja con una sonrisa de negativa que no puedo impedir. Tengo a mano, sin embargo, "Matando un elefante", el cual me permite este discurrir (quizás vano, me dirÃa Gardelli), pero no puedo evitarlo, no a la hora que es, las siete y veinte de la mañana de un dÃa martes, del mes de agosto de 2005. Tengo el libro editado hacia 1956, la bien conocida edición de Kraft que creo haber comprado hacia esos años finales de la década del cincuenta. Del libro, uno de los ensayos más leÃdos es el que le da tÃtulo: "Shotting an elephant". Pero en este caso prefiero elegir el de los libros versus los cigarrillos, un combate inevitable. En mi caso el cigarrillo, la pipa y los cigarros frente a los libros. El trabajo, me parece, data de fines de los veinte o los comienzos de los treinta. Son de una lucidez un tanto ácida que tienen los ensayos de Orwell en general. El dedicado a los libros y cigarrillos debe ser uno de los trabajos escritos en distintos periódicos y luego reunidos en libros. En castellano se publicó en 1950.
Primero Orwell hace un recuento de los libros que tiene en su poder en ese momento, un total de 442 obras. Los divide en categorÃas: comprados (la mayorÃa de segunda mano) 251; recibidos o comprados pero con firma del autor: 33; libros para crÃtica o regalo: 143; prestados y no devueltos: 10 y provisoriamente en préstamo: 5; que dan ese total de 442. Pero después aclara que tiene libros por otra parte y que en total deben ser unos novecientos libros a un total de 165 libras 15 chelines.
Luego se pregunta por el gasto en cigarrillos (que ya no tienen vigencia, los precios) en Inglaterra. Calcula que gasta cuarenta libras mensuales en cigarrillos. Las consideraciones de Orwell después se hacen más generales, y ya los precios no son los mismos, sobre todo aquà en este paÃs.
Pero el tema interesa: suelo fumar cigarros (cuando puedo adquirirlos) y compro unos cigarros norteamericanos que los entendidos desprecian, que son medio dulzones y me cuestan doce pesos la caja de cinco cigarros. A veces un poco mas. Por doce pesos no consigo libro sino excepciones en algunas de las llamadas librerÃas de viejo que ya no lo son pues suelen vender saldos a un precio alto. En cuanto a libros y cigarrillos (ya no habanos) la diferencia, ahora, es grande. Los que fumaba dejaron de salir, por lo cual compro paquetes de cigarrillos de un peso setenta o de dos pesos. Suponiendo que en una semana compro cinco paquetes llego a los diez pesos, por lo cual los libros siguen prácticamente fuera de nuestro alcance.
Orwell también habla del alcohol en cifras que siempre fueron inexistentes en nosotros. Por mi parte compro la vieja caña Piragua que hasta ahora, desde hace al menos cinco años, se encuentra por debajo de los cinco pesos.
Es decir que contando lo gastado en cigarrillos y alcohol, supongamos en un mes (aunque es menos de un mes) puedo llegar a comprarme un par de libros, con la buena voluntad de los libreros de viejo.
Por ejemplo, adquiero dos libros de Cornell Woolrich en quince pesos, aunque el precio era diez y seis. Es decir, dejar de fumar me harÃa bien a los bronquios o a los pulmones, pero de ninguna manera me permitirÃa comprar más libros. No podemos comparar, no nosotros, aquellos tiempos (Orwell escribió parte de los ensayos recopilados en "Cazando un elefante" hacia 1838) no tenÃan los precios de hoy.
En nuestro paÃs los libros son objeto de lujo, o poco menos; los cigarrillos se han encarecido y mucho, a lo cual se suman las restricciones que se le han impuesto, pero todavÃa puede fumarse.
Sin embargo se presentan, en ocasiones, alternativas, sobre todo para alguien lector de diarios. Los dÃas sábado suelo comprar al menos cinco diarios, lo que más o menos significa una erogación de siete con ochenta. Si tengo diez pesos en el bolsillo, puedo adquirirlos, pero si tengo ganas de leerlos en el bar de la esquina del kiosco acompañado por un café con leche y medialunas, no me es posible. No me alcanza. Debo elegir y en general, o casi siempre, ganan los diarios.
En cuanto al tÃtulo de estas lÃneas, buen pretexto para hablar de Orwell, que se trata de esos autores que siempre hay que tener a mano. Uno de sus biógrafos anota, creo que con exactitud, que no es difÃcil comprender que el imperialismo esclaviza a sus súbditos. Pero la gran lección que Orwell aprende en Birmania es que el sistema tiene infinitos medios que pueden esclavizar a sus amos.
El ensayo de Orwell sobre los libros y los cigarrillos es fruto, claro, de una experiencia personal, deja la sensación de que mucho de lo que Orwell escribÃa tenÃa un trasfondo periodÃstico, en un sentido que ya no lo tiene, casi toda su obra se construye sobre andamios personales. Por ejemplo, su estadÃa en un hospital en ParÃs, que luego se lo recuerda como "How the poor die". Sus experiencias durante la Guerra Civil Española lo marcaron como siempre, sobre todo su reacción contra el estalinismo. Después llegó la Segunda Guerra Mundial, y Orwell murió a poco que terminara.
En su visión de qué mundo vendrÃa no se equivocó demasiado. En "1984", la utopÃa que define en gran parte del mundo de hoy fue un alerta que por cierto no supimos comprender y ahora posiblemente sea tarde.
"Libros versus cigarrillos" se encuentra incluido en una serie de ensayos con el tÃtulo de "Escribo como quiero". Y traza en pocas lÃneas el retrato de un periodista cuyo trabajo es la crÃtica. Su observación de que la crÃtica para periódicos o seminarios (salvo algunas publicaciones muy sofisticadas) es rápida, a veces a los apurones. Lo que dice acerca de una crÃtica veraz es que habrÃa que decir "este libro no vale nada" o "este libro no me interesa de ningún modo y no escribirÃa nada acerca de él a menos que me pagaran".
Como me ha tocado, en mi vida profesional, hacer comentarios sobre libros, música y pintura, sabiendo que no estaba preparado sino vagamente para hacerlo, no llegaba a ningún momento a lo que denominamos brulote y si lo que tenÃamos que comentar era realmente malo, preferÃamos no hacerlo.
El humo del tabaco me rodeaba por todos lados y parecÃa indicarme las teclas de la máquina donde debÃa escribir.
Orwell era buen fumador, y si estuviera ahora por estor lares, se encontrarÃa que fumar es poco menos que ser un delincuente y comprar libros es algo que se encuentra reservado para gente de mucho dinero, esa gente que difÃcilmente leerÃan a Orwell.
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