Páginas y más páginas oficio. Recién hemos abierto la primera caja.
En la amplia habitación cuya ventana da a una callecita con lapachos, la luz se ha vuelto frÃa, como azulada. Es apenas el comienzo de la tarde pero el cielo, todavÃa invernal, se ha nublado. La atmósfera es perfecta para revisar los papeles de un muerto.
Irazusta abre una pequeña caja de cartón color verde esmeralda intenso, saca un blister, lo rompe, saca una pastilla rosa pálido, la parte, me convida. Le pregunto qué es, para qué es. CodeÃna, dice. Para el dolor. Le agradezco y le digo que no me duele nada.
- Lo transforma en placer. Invierte la señal. Es un opioide. ¿Querés?
Insiste.
- ¿Lo trajiste vos?
- Lo tenÃa él.
Irazusta mastica el trocito de pastilla y se lo traga. Con saliva, sin agua.
- Es triste llegar tarde a las palabras de un poeta -digo, por decir algo.
- ¿Acaso alguien, algo, alguna vez, les llegó a tiempo?
- Le hizo mal aislarse -digo.
- Le provocó un autismo funcional, es decir, no orgánico. Y depresión reactiva, es decir, no endógena. Nada destruye tanto a un ser humano como la soledad.
Hojas oficio. Amarillas ya. Sueltas adentro de una sencilla carpeta de cartulina celeste clarito, cuyos bordes están ajados y desteñidos. En la tapa, a lápiz, en imprenta mayúscula, hay varias versiones de un mismo tÃtulo. Alcanzo a leer la frase "La canción de guerra del soldado Aguirrezabala" bajo las tachaduras que cubren las palabras "de guerra" y "Aguirrezabala". Debajo, en imprenta minúscula, entre paréntesis: "poemas".
- ¿Ustedes lo visitaban?
- Yo sÃ.
En una de las hojas hay apenas un puñado de palabras.
- "AutobiografÃa. // Brote en la rama: / vi más de treinta veces / tu primer dÃa".
- Diez años por lo menos tiene esto.
- Más. Como veinte.
- Es hermoso.
- MartÃn también escribió muy buenos haikus. ¡Ah, la época de los haikus!
- "La flauta birmana. // Haz de fémures pÃfanos, / asperge el camposanto".
Una hoja. Seis palabras. El resto, vacÃo. En blanco.
- ¿"Haz" es acá un sustantivo o un verbo?
- No sé. Si querés agarramos la copita y le preguntamos.
- Pega esa pastela, ¿no?
- Pero suave. Rico y suave.
- ¿La vida se te vuelve una pelÃcula?
- Se me vuelve una vida.
- "Lebensraum. // Dones arrancados a punta de palabra. / Versos raspan la piedra de la noche, extraen / chispas del pedernal: / el calor de la sangre me ilumina".
- Lebensraum. El espacio vital. La justificación de toda guerra: lucho para vivir.
- ¿Con Lucho se veÃa?
- Era el único, aparte de mÃ, al que le respondÃa los mensajes.
- Entonces se conocen.
- El hombre es incognoscible -contesta Irazusta, sin mirarme.
Una página se titula "Junio". Dos poemas. El tÃtulo de cada uno es un número.
- "8. // Fuma, / se sostiene sobre sÃ. / Humo vertical del sacrificio, / plegaria que lo anuda desde su isla".
- Esa serie me encanta. Seguà leyendo. Me gusta cómo los leés. Me gusta tu voz.
- "20. // Heridas abren paisajes en la sangre, / atardeceres rojos del volcán: / cuerpos parturientos de sà mismos, hombres / vueltos dioses en el crepúsculo del dolor".
- "Cuerpos parturientos de sà mismos, hombres / vueltos dioses en el crepúsculo del dolor" -repite, emocionado, Irazusta. Y yo le pregunto cómo es que no se publicó esto. Más que preguntar, le increpo, le exijo una explicación. Cómo es que nadie publicó esto. Es un crimen, le digo, no haberle publicado a AgustÃn esto. Irazusta no sabe. O me dice que no sabe. Lo veo tambalearse como bajo el efecto de un golpe. Veo, por su mirada, que recién ahora capta la magnitud, la enormidad de semejante omisión.
Se recupera.
- Si vos supieras, Elena, cuánto que nos llegó tarde. Prótesis, psicólogos, pensiones, honor, dignidad, respeto, agradecimiento, comprensión. Todo nos llegó tarde. O nunca.
- Tarde, para un muerto, es nunca.
- Asà es.
Afuera, en la calle, el perro negro que nos seguÃa rompe a dar alaridos casi humanos.
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