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Domingo, 1 de septiembre de 2013
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Fotografiando la Zona

Instantes

Por Adrián Abonizio
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* El momento en que inspiramos y respiramos es un instante. Ese que suelen olvidarse los afiebrados, los enamorados y los muertos, piensa.

* "Que brecha hay entre el momento que se cambia una rueda de auxilio y se guarda la otra, pinchada, en el baúl sabiendo que uno esta solo en el mundo y por delante aún restan kilómetros de nada, en plena llanura y sin una goma de repuesto".

* El instante en que tocamos por vez primera un instrumento y suena, suena para nosotros y nos pide más pero no sabemos darle más que ternura e impaciencia.

* Nos gusta, tenemos una visión. Es el amor, el amor en pleno, no pretendemos nada más que acercarnos al amor, tocarlo sin tocarlo. El presentimiento de una puerta que se va abrir. Y nos sentamos al lado del amor, puede ser una sala de espera, un colectivo. Pero nada decimos y todo es muy fugaz. Pero presentimos que dejamos pasar al amor.

* El dedo percutor sobre la presa y el pedacito de tiempo en que el cazador decide de un trazo limpio y definitivo no gatillar sobre el animal. Luego se subirá a la camioneta y enterrará bajo un olmo la escopeta que tanta muerte y luto produjo.

* El sabe que el arquero sabe donde patea por eso cierra los ojos y tira adonde el instinto ciego pero vidente le indica: Con toda la furia, los ojos tapiados pega e incrusta la pelota en algún sitio. Luego, el estadio se viene abajo y abre los pupilas encandilado por su demencia, por su buena fortuna.

* Ella sabe que él se esta sacando la ropa en la oscuridad, ella sabe que es sólo un instante en que puede correr y encerrarse o dejarse abrir para siempre, como una valva. Un antes y un después de una virgen, un instante y ya es una novia desflorada cuyos pétalos caerán a un abismo insondable de perfumes, mordeduras leves y noche de gatos en las azoteas. Y que al despertar será otra.

* El jab le cruza la cara, luego un flechazo abajo en el hígado y es sólo un desmoronamiento en cámara lenta, un instante en que todo se ralenta y es suave, un instante en que no sabe que antes de tocar la lona estará muerto. Si tan sólo lo pudiera contar pero ya es tarde.

* Nada dura, es fugaz y leve, no se lo puede ver siquiera: El aleteo de un colibrí es de una dureza extrema comparada con la aguja que le está entrando en el antebrazo. "Heroína, heroína", como si llamara a una novia, se dice como para arrullarse, enternecido de pronto por la palabra que nombra al veneno que lo hace soñar con su amada que se quedara en Buenos Aires y lo salva de fingir que vive, sin su amor y con el brazo de oro.

* Es la nada, el filo de una uña, una gota que cae, un sonido, un crujir; pero ella se sobresalta y se estremece al pensar que su hijo no está dormido. Lo roza, husmea su aliento como una perra con su cría. Toda mamá primeriza tienen pesadillas así que duran un segundo.

* Está armado, un 38 corto en el bolsillo y el tipo de enfrente, el que le intenta robar la casa, la esposa y el futuro de sus hijos, se ríe delante de él, aclarando que ambos se dieron cuenta de la trampa legal en que casi cae. "Son así estas cosas", dice el leguleyo ladrón. "Te descuidaste y casi perdés todo", observa con naturalidad mientras le entrega el documento que confirma su salvación. Toca la culata del arma y en un instante decide no matarlo. "Gracias", susurra. Y agradece de verdad. Recuerda que antes cuando fue cazador, construyó la misma escena con un animal.

* Wesley es el verdugo oficial de la Corte. Bruce es el la víctima, acusado de espía y ladrón de palacios. Lo espera arrodillado mirando la cesta donde caerá su cabeza. El matador sabe que además ha sido amante de su esposa, por eso antes de elegir el hacha, duda un momento hasta que lo apuran de un grito. Toma la más afilada, la más instantánea y la menos dolorosa. Había preparado otra sin filo, pero desiste. Se coloca la capucha y piensa en que el odio te hace actuar sin piedad. Sale a la plaza.

* Un segundo antes del beso él era desdichado, lleno de granitos y eunuco casi. Luego que Claudita rozara sus labios con los suyos es alto, fuerte y consiente en admitirse invencible. Es un instante, pero ahora se sabe eterno.

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