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Domingo, 22 de septiembre de 2013
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Fotografiando la Zona

Volare, oh, oh, oh

Por Adrián Abonizio
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* La mesa era larga y la animaban señoronas y hombres moviéndose alrededor hasta que, como si se les hubiese soltado el ancla de pronto, hacían base en las sillas y se lanzaban a deglutir aquellas extraordinarias polentas con pajaritos. Cazados al amanecer entre la escarcha, arrojados a la bolsa de arpillera que se iba poniendo pesada cargada de animalitos. Regados con pan y tinto carlón. Era la época cruda, feliz, donde se comía sin culpa y había más tiempo para no pensar.

* En 1913 era común que la gente se agolpara en lugares abiertos con una módica pista de aterrizaje a ver las maniobras circenses de los biplazas de la época. Barnet Oldfield, el más hábil y arriesgado de la época amasó una buena fortuna con dichos espectáculos. Pero un día, absorto se bajó del avión y declaró a sus amigos: "La gente viene a verme morir". El "picado mortal" era su especialidad. Y se retiró. Luego en la Primera Guerra Mundial con fuego de metralla los alemanes tenían el mismo anhelo que el público, sólo que no pagaban entrada para verlo caer como un pajarito.

* En Medellín se guarda en el museo que honra a Carlos Gardel la hélice, el asiento del piloto entre otras cosas tétricas sobre el accidente. Hasta hay un colombiano con un tornillo suelto que dice ser El Zorzal Criollo y que canta sus temas. Desafina tanto que dan ganas de llamar a un medium para que vuelva Carlitos. A cagarlo a patadas en el tujes.

* Estar en los shopings un largo tiempo produce un agotamiento extraño. Se debe al sonido monocorde de turbinas como de avión que no termina nunca de despegar. Es un zumbido espectral y malsano. Ríen los chicos, las parejas van de la mano, la gente consume pero no se engañen: En cualquier momento el avión que yace en pista de vidrieras explota por el aire con su carga de hamburguesas, plantas artificiales y música horrorosa.

* En el patio interno de la planta baja donde vive vigilado y encerrado entre tres edificios oye desde temprano el curucucú de las palomas que anidan en los ventanucos. Parecen motorcitos de avión a punto de despegar. Sólo que los avioncitos no dejan el guano sucio que le impide tener limpio el sitio, colgar ropa, tomar mates en su rectángulo eternamente cagado y lleno de plumas.

* Cuando chico se oía en la altura la publicidad de circos o productos que eran voceados por un avioncito mísero que circulaba por los cielos. El le apuntaba para bajarlos con el dedo. Los odiaba: Nunca pudo ir a esos espectáculos que anunciaba la máquina voladora.

* "Si el plumaje es lo que recubre a los pájaros, esas cascaritas que uno suele ver por el suelo y que confundimos con plásticos, restos de cartón, chapones livianos no son ni más ni menos que las plumas que se les sueltan a los aviones". La frase le parece poéticamente atinada: tendrá más cuidado al andar por la calle ahora que comprendió este secreto.

* El oía por la radio "...golondrinas de un solo verano..." con Le Pera de fondo y el Mudo adelante. Luego "..vuela, vuela, vuela golondrina, sobre la luz, cruzando el mar" cantada por Cafrune y todo le cerraba. Las primeras aves tangueras, añosas, efímeras y en soledad junto a su único verano reencarnaban en esas que cantaba el barbudo, más íntegras, más libres. Y se componía un cuadro infantil de belleza, nostalgia por lo aéreo en un clima otoñal que hoy, sólo al recordarlo, lo rebalsa de melancolía.

* Ella, está sola en su casa, los pies puestos bajo la cobija y observa el video: Un sueco loco con su scooter volador encabeza la bandada de patos. El relator aclara que lo siguen como al que manda. Se emociona. No advierte, porque desconoce la lectura de los labios de pato, que uno le dice al otro "che, ¿cuándo termina esta toma?...estoy cansado de hacer que sigo a un humano como a un líder".

* Su padre le había regalado un rifle a aire comprimido. A todo le apuntó, a todo le dió, todo mató, lastimó o rozó con sus balines. Cuando pudo bajar una mosca al vuelo, tras horas y gastos en plomitos, se retiró muy joven de la cacería y abandonó el arma. Todo le resultaba insuficiente y fue por eso que se dedicó a espiar a angelitos y aviones. Desarmado, anhelante. Con el tiempo aprendió fotografía y empezó a ser un hombre libre. Con la portátil también se vuela muy, muy lejos si uno quiere y no teme a las alturas.

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