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Sábado, 28 de diciembre de 2013
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Puristas e impuristas

Por Miriam Cairo
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En el día no sucede lo que sucede de noche.

De noche no sucede lo que sucede en el día.

"El mundo verdadero es el que sale de tu interior", dijo la mujer que me visitó en sueños, en medio de un ritual en el que, a juzgar por lo natural y cooperativo de mi comportamiento, no era la primera vez que participaba. Quisiera recordar más. Quisiera que los pasos, la liturgia del rito nocturno llegaran a la memoria del día, pero los puristas de la vigilia cuidan que cuanto suceda en la noche quede en la noche. Los puristas no admiten que se pueda traducir al lenguaje del día el lenguaje de la noche. Esta gente de alto grado y sólidas convicciones considera imposible lo imposible y posible lo posible.

La vida se vive.

El sueño se sueña.

La realidad realiza.

Coherencia y cohesión.

Un relato se escribe así,

un poema asá,

una novela no entra en una página,

una microficción no puede excederla,

el sexo no tiene alma,

el alma no tiene sexo,

el seno de un ángulo es la relación entre la longitud del cateto opuesto y la longitud de la hipotenusa,

las comas separan los elementos de la enumeración,

el silencio es ausencia de sonido,

el sueño no se narra con el lenguaje del día,

la poesía no se traduce,

la poesía es un género menor,

la poesía no da de comer,

la poesía no tiene hipotenusa,

el sueño es una máquina picadora que sancocha impresiones de la vida cotidiana, deseos reprimidos, eccemas de la infancia, excitadores varios.

Recuerdo que en el preciso instante en el que me ponía de pie, una mosca no cesaba de pararse en mi muñeca, y dos mariposas negras, con lunares blancos y rojos en las alas de Billy Collins dijeron con la voz de la mujer: el mundo es lo que sale de tu interior.

El mundo es lo que sueño, dije yo con la voz de la vigilia, y la mujer de la noche abrió sus alas.

Los puristas no se llevan bien con los impuristas porque los impuristas creen en el lenguaje antes que en los idiomas,

creen en la poesía antes que en los versos,

creen en la vigilia antes que en el sueño.

El sueño se sueña.

La vida se vive.

La poesía no se debe traducir.

Pero el mundo es lo que sueño.

El hombre que está a mi lado es el hombre que sueño.

El libro que leo es el libro que sueño.

A los puristas es fácil espantarlos: bastan dos o tres impuristas radiantes como un sol libérrimo.

Recuerdo que la mujer del sueño levantaba con las dos manos la palabra mundo. Luego la palabra sueño. Luego la palabra poesía.

Y los puristas entraron en el sueño armados hasta los dientes. Comenzó una batalla campal con fechas y horarios, con letras mayúsculas y puntos finales, con oraciones bimembres y unimembres, con diplomas de honor y manuales de uso. Los impuristas, que eran dos o tres, no tuvieron miedo. O lo tuvieron, pero eran radiantes como un sol libérrimo y comenzaron la batalla por el final, no por el principio, entonces, los puristas volvieron a sus trece y los impuristas levantaron con las dos manos la palabra.

Aquello que sucede no sucede.

Aquello que no sucede, sucede.

Pero todo sucede con el lenguaje antes que con los idiomas.

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