Martes, 21 de enero de 2014
Escape
Por Rosario Spina

Tiene el pelo grasoso más de la cuenta. A veces parece limpia. O más arreglada. Pero hoy luce como la mujer distante que es. Que ellos lograron que sea.
Imposta una sonrisa que es una copia berreta de su rostro. Los labios están entreabiertos y flotan en silencio por toda la habitación, gritando que no, que no puede, que no quiere.
En las manos tiene el olor al sexo agrio mezcla de tantos ellos anónimos y breves. Y pide que ya basta. Y piensa que cómo nadie oye, nadie sospecha.
La casa es un galpón destartalado sobre una ruta que se pierde en medio de la pampa. Lo único que se escucha todo el dÃa es una música torpe, descuartizada. En cientos de kilómetros no hay más que campo desierto, liviandad y sordera.
Sabe que no puede huir. Sospecha lo peor si intenta cualquier cosa. Se la juraron apenas llegó. Al principio de manera amable y luego bastó un gesto brusco, una mirada fuerte para que cada uno revele el rol que venÃa a ocupar.
Hacéloquetepidan, flaca. En dos tiras fónicas su compañera de cuarto le habÃa augurado la cornisa vertiginosa por la que tendrÃa que caminar. Trizas de vidrios se clavaron en sus pies. Asà fue la primera y cada una de esas noches.
Por eso prefiere flotar. Elige por partes su cuerpo, para ser más liviana. Y hay dÃas que lo logra. Hoy flota su boca, mañana sus piernas. A veces el aire la lleva hasta su casa y escucha la voz de su hija. Aunque finalmente, son siempre otras voces disfrazadas.
El colchón está rotoso, la habitación húmeda. Deber plata que nunca pidió, que nunca usó, es la manipulación perfecta para el sometimiento. Y hasta tanto la junte, o hasta tanto lo quieran, ahà estará ella. Su cuerpo enroscándose con otros cuerpos. Su mente: levÃsima, intocable. Porque nada podrán ellos contra su versión alada.
© 2000-2022 www.pagina12.com.ar|República Argentina|Todos los Derechos Reservados
Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux.