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Domingo, 26 de enero de 2014
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Fotografiando la Zona

Choques, coches

Por Adrián Abonizio
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* Taxista de pura cepa, había aprendido a andar por el borde de la calle, en ese desnivel cerca de la acera. Le ganaba treinta centímetros al tránsito y pasaba milimétrico, raspando casi a los demás, pero pasaba. Era un campeón de lo sutil. Por las noches luego de un baño iba al club del casín donde también era el rey. Otras sutilezas se le escapaban, por ello no admitía mujeres, companías ni salidas. Vivía para el borde, sólo para el borde y en los bordes, entre el arte y el riesgo de la soledad.

* Su mejor perfomance como artista del pánico fue abandonar en plena General Paz un maniquí de mujer vestida, tirado y quedarse en una de las salidas, con las luces del auto apagadas y ver como el tránsito enloquecía por aquella muerta teatral, por aquella arrollada ficticia que todos lamentaban, esquivaban presurosos de ser culpables y los que huían, aún pisándola, sin detenerse al costado.

* Había finalmente aprendido a conducir en plena selva y sin jactarse para no ser juzgado como un cerdo insensible cometía salvajadas e impertinencias que lo salvaban de los embrollos, los rozes y las puteadas. Era ya un guerrero. Sin ley ni principios. Un superviviente anexo y cerebral, ideal para el frente de batalla de chapas, volantes y esquinas. Un día, un atardecer atropelló a alguien y ni se detuvo. Nunca quiso enterarse. El paragolpes, una leve hendidura. "Esto es matar?", se preguntó absorto. Al otro día no hojeó el diario y se mantuvo al margen de las noticias televisivas.

* Cumplía 56 años y se pegó un bollo en Circunvalación que dejó hecho pedazos a su auto y él sin una magulladura. Cuando salió del cubículo cuasi mortuorio intacto y locuaz pensaron que estaba en shock. No, estaba festejando que se había salvado. El día era frío y dos vecinas se acercaron. "Es verdad que cumple años hoy?". El afirmó con una sonrisa. Cuando lo confirmó en vez de ofrecerle un café, un mate, salió disparada hacia otra comadrona al grito: "!El 56! !La caída!, !Jugala Toti, jugala que está por cerrar!". Eran las cinco de la tarde. Salió a primera en la nocturna. "Ojalá que la hayan jugado en la vespertina", pensó con rencor porque recordaba la ausencia de cordialidad de las brujas.

* Es extraordinario lo gestual entre los conductores. Por ejemplo al atravesar una arteria, cada cual pone su trompa a modo de extensión de su cuerpo y aquel que llegue primero, casi rozando en cámara lenta, pasa. Lo importante es la mirada: Te esquivo, pasé primero, sos un gil, cuidate, Qué te pasa boludo que asomás así el auto? Eso narran las caras encontradas en una esquina.

* Estacionó como pudo, embretado entre una camioneta y un autito gris. Tocó imperceptible a la primera. Se bajó un animal de dos metros dispuesto a pedir explicaciones y algo de su sangre porque arrancó así: "Qué te pasa, boludo? Nadie te enseñó a estacionar?". El descendió y se jugó la carta: "En principio soy un boludo genial, segundo mi papá me enseñó a estacionar y tercero, bueno tercero ya te digo". El monstruo estaba cerca de su cara, pero él cerró. "Tercero, digo, si me agarrás me destrozás así que pensalo bien porque te vas a salpicar de sangre con sida Me entendés?". El ogro se paralizó y con un movimiento de cabeza se fue. Para el que lo vió de lejos dió toda la impresión que lo había desafiado y habíalo hecho huir.

* El día que se mató Julio Sosa en la calle él vió llorar abrazadas a tres vecinas. "!Murió hecho un nudo alrededor de la columna esa!". Fue la frase que más lo conmovió. Fue de manera tan gráfica que por la noche tuvo pesadillas con cantores gigantescos como los cabezudos de las comparsas y nudos terribles que los ahorcaban mientras gemían al tango Nada.

* Sucede en los años sesenta. La señora Julia, esposa del contador sale de compras con su auto gris, rodete al spray y además de ir pintada como una alternadora fuma en boquilla. Todo un cuadro para que el barrio entero hable. "Y..... una mujer que sale con el auto sola puede hacer lo que quiera y el marido ni se entera", decía Don Carlos el de los cepillos y todos asentían como testigos de un crimen.0

* Antes, cuando los automóviles eran artesanales a veces ocurría que se terminaban pareciendo a la cara de sus dueños. De chico, él y sus amigos lo pudieron comprobar, pero los adultos pensaban que eran pavadas. Pobres de ellos, sin humor absurdo y sin carrocerías impresas en sus rostros. Nunca tendrían un auto, por eso hablaban. Por rencor de sumergidos. Por envidia.

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