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Jueves, 13 de marzo de 2014
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El bote

Truco cantado

Por Beatriz Vignoli
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"Nunca acorrales al enemigo contra un río", dice Sun Tzu en El arte de la guerra, "porque nunca se sabe lo que un ejército desesperado es capaz de hacer".

La frase iba a ser mi respuesta a la viuda del Perro. Pero no. Mejor me la guardo.

Mejor le escribo esto:

-Sí, esto sigue. Yo sé mucho de él. Sé que tu marido andaba en negocios con un coleccionista de obras de arte robadas que apareció muerto misteriosamente.

Truco cantado. No sé tanto en realidad. Pisa el palito:

-¿Bianciotti?

Se la dejo picando. Le clavo el visto y no respondo. Y cierro. Que sufra.

-¡Negro!

-Ele.

-¿Me podrás escanear algo?

-¿Es pornográfico?

-Un poco.

-¿Mujeres desnudas?

--No esta vez.

-¿Es urgente?

Con el Negro, en broma, tenemos ciertos códigos. El rubro "mujeres desnudas" puede incluir las Tres Gracias, la Venus de Botticelli o cualquier alegoría mitológica que muestre un poquito. Ahora el Negro, en la sala de edición, me ve abrir mi billetera y hace todo un gran escándalo en joda como si yo estuviera por ofrecerle un soborno.

Pero lo que saco de la billetera no es ninguna de mis queridas Evitas color lila, ni ninguno de mis odiados Rocas al tono (aunque la Evita tiene muchos más tonos, es tornasolada, es psicodélica, ella es como un arcoiris... lástima que no vinieran así en mi adolescencia, cuando de todos modos no hubiera podido flashearla con un billete de cien pesos porque no me daba el presupuesto de hija del plazo fijo anal retentivo). No saco, decía, nada sino un papelito que vengo guardando en mi billetera desde hace meses como un as en la manga, como el Deus ex machina que necesitaría si no tuviera esto: el papelito que encontró el forense en la escena del crimen en lo de Bianciotti, en un final de verano que ya pertenece a la prehistoria. Una nota sin firma, escrita a mano en la hoja de un recetario. El forense la agarró con una pinza para leerla en voz alta. Yo después aproveché un descuido general para capturarla. Nadie se dio cuenta. Estaban ocupados sacando fotos con el otro fotógrafo. El papelito hubiera desaparecido de todos modos. Lo hubieran hecho desaparecer. No sé bien por qué lo hice, por qué lo rapté de su lugar. No fue sólo un impulso, fue algo más; algo más consciente que la emoción de estar por primera vez en una situación así. Yo quería rescatar el papelito. Ahora voy a mostrarlo. Hablando de papelitos, vamos a ver quién tiene el papelito más poderoso:

"Me tenés harta. No te aguanto más. No soporto que seas tan fanfarrón y tan mediocre. O una cosa o la otra. No las dos a la vez. Es demasiado para mí. Adiós".

Eso dice mi papelito. El Negro lo escanea y yo lo copio a mi pendrive, lo vuelvo a copiar a la máquina, abro de nuevo mi cuenta y lo posteo sin ninguna explicación (por lo irregular de mi procedimiento esto no hubiera podido jamás ser una noticia seria, ni siquiera en su momento). Solo escribo: "Anónimo", un lugar y una fecha. El papelito en la foto se ve siniestro. Las arrugas de los meses en mi billetera lo vuelven más real.

Y espero que Facebook estalle. Los ruiditos delatores ya comienzan a sonar. Preguntas, preguntas, preguntas. Especulaciones de los paranoicos delirantes de siempre que los saben todo y salen a explicar. Los que están segurísimos de que todo es una falsificación, esos saltarán a desmentir. Temo que los ruiditos alerten a mis compañeros, de modo que cierro todo. Dejaré todo cerrado mientras se desmadra el caos. Ya otra vez me pasó: fui víctima. Mejor, en estos casos, ser culpable. Porque se sufre menos. Se está más advertido. Es trágico no estarlo, arrostrar lo que te cae en la cabeza como una fuerza de la naturaleza. "Y, viste, Facebook es así", te dicen todos, como quien dijera "Fuenteovejuna lo hizo" pero sin la menor conciencia de que es eso lo que se dice, que Facebook es el nuevo Fuenteovejuna, que no es una fuerza de la naturaleza, que no es una tormenta de granizo sino la manera que se ha encontrado en nuestra época de poder linchar impunemente, diluyendo la responsabilidad del linchamiento entre muchos.

Pero a lo mejor con un papelito solo no alcanza. Vuelvo a entrar un instante en medio de las llamaradas virtuales y los puntitos verdes que aúllan como sirenas, no sin antes googlear: "Francisco de Goya: Los desastres de la guerra. Grande hazaña... ¡con muertos!" y postear otra foto. Y ahora sí: ojalá que los memoriosos se zambullan en el recuerdo, en lo sucedido hace diez años, en el grabado robado del Museo, que jamás apareció pero que yo sé que pasó por el departamento del oficial póstumo Bianciotti, con quien el Perro sin lugar a dudas (¡lo delataba la corbata lila!) tuvo algo que ver.

Ojalá que ella también muestre sus cartas.

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