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Domingo, 1 de junio de 2014
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Fotografiando la Zona

Toro en mi rodeo

Por Adrián Abonizio
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*El "toro de fuego" es un armado en papel maché de la cabeza del animal muy usado en los festejos hispánicos. Lanza cohetes y bengalas o estrellitas y suele ser, bien manejado, inocuo. Salvo a Don Portillo, de origen aragonés, quien decidió hacer uno en el club de Defensores de Triángulo para Carnaval y le salió tan mal todo que se cargó la cortina que ardió, el tablado y la vergüenza de todo el barrio. Como además su esposa le era infiel y lo ignoraba, la muchachada con acierto empezó a llamarlo Don Toro. Refunfuñaba. Inocente, no sabía que era por sus cuernos.

*En la serranía cordobesa andaba suelto un asesino de mujeres y ella, muy jovencita y con el cristo en la boca de su mamá salió a reunirse con sus amigas. Cuando entró en la calle principal en plena siesta vio venir hacia ella un torazo enorme que casi la atropella. Del susto quedó blanca. Cuando regresó empezó la conversación con la afirmación -¡No sabés lo que me pasó hoy! Lo que hizo que la madre casi se desmayase con lo que imaginó. Siempre es más peligroso un monstruo con un cuchillo que un toro con sus pitones.

*El primer trago de vino con soda le fue servido eucarísticamente; una extensión sagrada a través del brazo huesudo de su padre y aún recuerda el logo de la marca del vino, con la cabecita toruna en el envase de vidrio. -Sangre de Cristo, sangre de toro, le dijo. Y aquello lo marcó como si recibiera los dones mágicos de la fortaleza, el bienestar y la confianza en el porvenir.

*Se entiende el ritual de la tauromaquia, la fervorosa creencia milenaria, el respeto hacia la mayoría que necesita del ceremonial sangriento. Pero, con pudor, él ha festejado, sorprendido de su crueldad, la caída del torero embestido y quizás muerto por el adversario. Cree que es un empate cósmico, un disparo para el lado de la justicia.

*Cuando se enfrentó a Rojo le pareció que tenía delante un gran toro overo, malo y largando humo por la nariz. Fue en el gimnasio un día de helada y había que pelear delante de todos. Entonces se acordó de los toreros que clavaban la espada en la testuz, cuando el animal embestía. Esperó que Rojo atacara, se corrió a tiempo y de un golpe seco en la cruz de su mollera lo desmayó. Aún hoy se pregunta el milagro que sucedió. Haberlo visto al Cordobés televisado un sábado por la tarde le sirvió para no dejar el cuero en la pelea.

*Dicen que el Minotauro al verse rodeado de siglos de muerte y laberintos húmedos suspiró y entregando el flanco a la Parca susurró: -Al fin. Porque estaba muy cansado de esperar la batalla final que nunca ocurría. Y se dejó morir.

*En un programa donde los obesos y obesas se someten a humillaciones varias para descender de peso, los llevan a un campo, donde los obligan a trabajar, cargar tierra, arar, levantar pesos bajo lluvia o sol. Son tratados como bovinos tanto mujeres como hombres. El, que padece el show, sueña con encontrarse al coordinador atlético que los obliga a estas tareas infames azuzándolos. Encontrárselo en un camino de tierra en pleno campo y batirlo a duelo para luego cuerearlo y que su piel infame quede al sol secándose. No pide mucho.

*Se jactaba de ser un conocedor de la tauromaquia y sobre el sillón amplio de su living pendían tres soberbias cabezas de los animales. Suele ocurrir. Los machos urgen mostrar que tanto lo son cuantos más cabezas tengan. Y además este señor daba a entender que él los había abatido. Una mentira infantil burda. -Fui torero, dos meses y después dejé, decía y como era millonario nadie le replicaba nada. Una noche una 4X4 negra, salida de vaya a saberse que infernal jaula lo embistió cuando salía del country. Dicen que se detuvo y que de su motor salía un humo como de los orificios nasales de un toro bravo. El tipo murió camino al hospital por desangramiento de la femoral, que es como suelen fenecer los toreros auténticos.

*"Cuentan los abuelos de la región de Nunkiní -Mejico- que existió un tiempo en que entre las historias que más sobresalieron se encuentra la del llamado Huay Toro, o Toro Embrujado. Este acto, aquél repugnante ser lo practicaba todas las noches. Los ganaderos sin saber cómo, cuándo y por qué, se dieron cuenta de que sus animales estaban a punto de dar a luz, sin que ellos hubiesen entablado comunicación con dueños de sementales. También la mitad del pueblo solía ver a un toro negro que cruzaba velozmente cuando más grande se veía la luna. Entonces lo, emboscaron y lo mataron y castraron. Al amanecer se encontró a un habitante de las sierras desangrado. "Este es el degenerado sexual que valiéndose de sus brujerías apariaba a las vacas y atemorizaba al pueblo nunkiniense. Ahora ya no teman por él, porque ya se encuentra en el infierno". Leyendo esta historia, ya no miraré con ganas las ancas de las vacas, dice él a su amigo.

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