Las palabras apartadas y alejadas nunca fueron sinónimos para mÃ. Un pequeño patio lleno de malvones, enanos de jardÃn y maceteros con forma de cisnes, puede servir de enlace entre las habitaciones del frente de la casa con la piecita del fondo o puede representar también kilómetros de distancia para quien eligió estar apartada de la familia, de la ciudad y del mundo. Cruzaba diariamente esa pampa como un chasqui todos los dÃas, era el correo, el mensajero entre la civilización y mi abuela quien con un cuerpo cada dÃa más pequeño habÃa decidido vivir por y para sus raÃces cada vez más profundas. El trato era simple, por cada mandado un Mu-Mu de su caramelera gigante y una fragata o un caballito según la altura del mes. Me gustaba estar en su mundo. Le atendÃa el palomar que tenÃa en la terraza a la que ya no podÃa subir, jugaba con sus cosas y escuchaba sus historias repetidas. TenÃa acceso a casi todo de lo que allà existÃa, excepto a un baúl de madera al que nunca me dejó abrir. Cuando le pregunté que cosas habÃa allà adentro, me contestó "no hay nada, que va a haber..." Pero si esto era cierto ¿por qué tenÃa candado aquel arcón? ¿Por qué su llave la llevaba colgada de su cuello junto a una medallita de la virgen de ItatÃ? ¿Acaso tenÃa razón mi madre cuando decÃa que era una vieja loca, mala y mentirosa? Con el tiempo, aquella prohibición se fue convirtiendo en obsesión. La adolescencia no viene sola. Trae rebeldÃa, desobediencia, liberación. Ante mi primer desengaño, aproveché su ausencia para descargar mi frustración. Solté las palomas, comà todos los caramelos, tomé su anÃs, y pateé con bronca aquél cofre. Volvà arrepentido para el dÃa de su cumpleaños con una botella de 8 Hermanos envuelta para regalo. Me recibió como si nada hubiera ocurrido, con el temple de la sabidurÃa me habló sólo de pavadas. Al pasar, como quien no quiere la cosa, en medio de un discurso intrascendente, me dijo: "La vida es preciosa, que no es lo mismo que fácil. Lo más cómodo es buscar culpables, no conduce a nada ese camino, sólo retrasa el crecimiento. Las cosas son como son...". Agonizó tres dÃas con su cadera rota. Mi padre me dio la noticia en las escaleras del Pami, junto con la llave, la medalla y un recado: "Vos que conocés la cueva como nadie conseguime los documentos y los papeles de la jubilación". Corrà treinta cuadras con el metal incrustado en mi puño. Me temblaban las manos frente al cerrojo mientras mi mente repetÃa el mismo pensamiento, joyas, dinero, documentos secretos, cambio de identidades, fotos comprometedoras... Nunca pensé estar frente a la mayor sorpresa de mi vida. El viejo baúl estaba lleno de nada. Para no enloquecer llené aquel vacÃo con mi cuerpo y mojé su piso con mis lágrimas. Elegà siempre caminos apartados, periféricos, lejos del centro y del ruido. Tal vez para no perderme, quizás para no aturdirme. En el fondo de las miradas de las mujeres y hombres que conocà siempre me pareció ver un baúl. Varios con tapa transparentes, otros con doble fondo, algunos con cerraduras oxidadas. Me han desilusionado y he desilusionado. He conocido traiciones y malos pagos, pero nunca me quejé ni busqué culpables, la vida es preciosa...Catalina, una de mis sobrinas nietas es la que más me visita. Carga con dos debilidades, escuchar cuentos y esconderse. Me sorprendió la otra tarde cuando salió del viejo cajón, el cual atesoro restaurado, sin candados, lleno de libros, discos y caros recuerdos, con una foto de doña Emilia en su mano derecha y una pregunta: "¿Abue, y esta viejita quien es ?"
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