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Jueves, 26 de marzo de 2015
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Luis Gudiño Kramer nos habla de caminos

Por Jorge Isaías
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Mi amigo, el poeta Carlos Piccioni, me acaba de confiar su pensamiento: nosotros "ya somos bichos urbanos". Dicho a manera de conclusión es como para no insistir con una respuesta.

El, mi amigo Carlos Piccioni, no deja de ser, por eso, como yo, un hombre de los pueblos, lo que en algún momento se llamó la tierra adentro y ahora se nomina "el país del interior". Yo me pregunto entonces, ¿cuál es el país del exterior? Tal vez la gran metrópoli que le ha hecho escribir a otro poeta amigo, en este caso de la provincia de Entre Ríos, Miguel Angel Federik convencido que los únicos con derecho al gentilicio "argentino" son los porteños. Los demás somos simplemente mendocinos, salteños, correntinos, entrerrianos, santafesinos o rosarinos, etc.

En la fresca deriva de esta mañana en que arañamos ya el Otoño, recordé algunos textos que son casi la sangre de uno, porque aquello que nos produce placer, conocimiento o un momento agradable que agrega algo a su vida y "le viene como agua de mayo", suelen decir en España y lo incorpora a ese fluir vital. Y me sucede en este momento en que acabo de recibir, gracias a la gentil bondad de mis amigos de la Universidad Nacional del Litoral, un libro de don Luis Gudiño Kramer, en impecable edición como ellos nos tienen acostumbrados y con el plus de un excelente, concienzudo prólogo de María Eugenia De Zan. Celebrada esta selección que reinstala uno de los autores fundamentales de nuestra cultura, pero yo quiero exaltar su figura desde otro lugar. El de haberse dado a la tarea, encomiable por cierto, de fundar una región.

Gudiño Kramer es un hombre que quiso saber cómo somos, qué somos en esta región, en esta llanura, y sobre todo nos habla de caminos. Pero no se queda en el paisaje. Si bien escribe, para decirlo en el discurso de los entendidos, o describe "el camino de la costa y su collar de pueblos perdidos en aquel su tiempo. Algún crítico lo adscribió como cultor del "realismo crítico", otros al "realismo pedagógico". Es probable que estas indicaciones tengan formas de probarse "fundar una región", aludida certeramente en el prólogo. Diseñar una topografía literaria, justo él, que era topógrafo de profesión, y que la ejerció sumado a otras tareas muy diversas que hizo en su vida, hasta recalar en el trabajo de periodista del diario El Litoral, de Santa Fe, donde dio sobradas pruebas de eficiencia y rigor. Lo interesante es que no se queda en lo meramente descriptivo, sino que indaga en la psicología de esos hombres, de esas mujeres, de esos seres angustiosamente solitarios que intentan ponerle algo más a sus vidas que un mero transcurrir. Hugo Gola ha escrito: "ni para gozar ni para sufrir estamos aquí. La vida tiene el sentido que nosotros logremos añadirle, no tiene otro". Los personajes de Gudiño Kramer nunca logran ese cometido porque en el lugar histórico donde ellos transitan no encuentran otro norte que la subsistencia. Pescadores, puesteros, gente de las hondas y antiguas estancias de entonces, son puestos de relieve, tratados con infinito respeto por este escritor que sin embargo marca constantemente ese estado de injusticia y postergación. Sus personajes tienen carnadura, casi siempre los pone de relieve con su habla particular, con sus tics, y esa inmediatez que produce el uso de la lengua privada. No son los grandes temas los que aparecen, sino los de todos los días rodeados de esas tremendas soledades y del hosco aislamiento de esos seres de aquellos tiempos históricos, él los rescata sin estridencias y se pone amorosamente a disposición de sus criaturas y deplora de los escritores que los explotan como si ya no los explotaran sus patrones reales.

Indefectiblemente don Luis Gudiño Kramer termina produciendo con sus recursos de estilo incomparable una gran sinfonía de sentidos.

"Nuevamente el camino y otros textos", se llama esta esperada reaparición tan bienvenida, para que las nuevas generaciones disfruten de la felicidad que nos ha producido este hombre con sus cuentos y relatos.

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