Miro al cielo y me pregunto si te acordarás de una noche que estábamos en el campo de los tÃos. Yo tendrÃa 15 y vos 16, o algo asÃ. Seguro que te acordás porque no éramos de hablarnos como lo hicimos esa vez.
No sé qué hacÃamos ahÃ, nos habrÃan invitado a pasar unos dÃas de vacaciones, supongo. Nunca supieron qué hacer con ese campo. A la tarde habÃamos estado jugando al scrabble. Ya no nos peleábamos tanto. HabÃamos comentado que para bichos de ciudad como nosotros el campo era lindo pero no para más de dos dÃas.
Después de cenar fui a la tranquera y me puse a fumar. Me habÃa ubicado en el punto exacto para que el galpón no permitiera que desde la ventana de la cocina viesen mi mano derecha con el cigarrillo. Volcaba el cuerpo hacia ese lado y me encogÃa para dar una pitada, después volvÃa a enderezarme para controlar si alguien salÃa y asà poder tener tiempo de deshacerme del cigarrillo.
La que salió fuiste vos. No era fácil verme en esa oscuridad, pero viniste hacia mà como si desde antes supieras donde estaba. Dudé en deshacerme del cigarrillo, pero era tan agradable fumar en esa noche estrellada y sin viento que decidà arriesgarme a que no me fueras a delatar.
Sin hablar te pusiste a mi lado, donde no podÃan verte desde la ventana. No dijiste nada del cigarrillo. Te ofrecà uno y lo tomaste. Fue como una señal de que aceptábamos ser confidentes. No lo habÃamos sido nunca antes, y creo que tampoco lo fuimos nunca después. Te di fuego. No olvidaré nunca el destello de tu cara iluminada y la mueca al aspirar el cigarrillo. Me pareciste bellÃsima. Nunca antes me habÃa fijado lo linda que eras, eran cosas que los hermanos no debÃamos considerar.
Me dijiste que vigilara que no nos descubrieran y te dije que sÃ, que eso estaba haciendo. Qué bien se sentÃa el placer de ser cómplices. ¿Por qué no lo fuimos más? ¿Por qué no lo fuimos siempre?
El millón de estrellas, abrumaba. El canto de los grillos, las luciérnagas, el olor dulzón de la alfalfa, la luz de un auto que pasaba por la ruta deslizándose por el horizonte despacio, muy despacio, flotaba lejos, como si estuviera en otro paÃs.
No podrÃa reproducir con precisión lo que nos dijimos, pero estoy seguro que fueron las palabras justas. Qué canción de los Beatles le gustaba más a cada uno. Si yo seguÃa teniendo problemas con aquel profesor. Cómo andabas con tus clases de guitarra, si ya te animabas a tocar alguna canción delante de tus amigos. Te confesé que me gustaba Silvana de mi curso. Me dijiste que ya te habÃas dado cuenta en mi cumpleaños, que te caÃa bien, que te parecÃa ideal para mÃ. Me nombraste al chico que te gustaba de tu curso. Yo no lo conocÃa. ¿Te acordás?
Después, mirando el cielo nos preguntamos si habrÃa algo escrito en las estrellas, si nuestro destino estarÃa ahÃ, si valdrÃa la pena ser adultos, si existirÃa algo después de la muerte.
Encendimos otros cigarrillos. Mirábamos hacia arriba y soltábamos el humo al cielo estirando adrede el sonido del soplido. Lo hacÃamos al mismo tiempo.
VeÃamos el humo disolverse en el fondo estrellado, escuchábamos el sonido de nuestras exhalaciones entremezclarse y perderse con el canto de los grillos, y sentÃamos el olor del tabaco disiparse entre el de la alfalfa tierna. Nos quedamos colgados disfrutando esa sinfonÃa de cosas que se diluyen. HabÃa algo ahà y sabÃamos que la magia estaba en no saber qué era. Después cayó una estrella y cada uno pidió tres deseos sin revelarlos, para que se cumplieran.
© 2000-2022 www.pagina12.com.ar|República Argentina|Todos los Derechos Reservados
Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux.