"La ilusión es una memoria convertida en deseo"
Juan Carlos Onetti
Después de una visita bastante extensa a la tumba de uno de mis escritores preferidos, decidà volver en tranvÃa desde el nuevo cementerio judÃo de Praga. La decisión tuvo que ver con la fatiga tremenda que venÃa arrastrando (caminar, caminar, caminar) y con la observación (luego advertirÃa el error) de que ese medio de transporte era gratis.
Como en cualquier ciudad, los domingos a la mañana (habÃa ido el dÃa anterior pero me encontré con este cartel: "El nuevo cementerio judÃo permanece cerrado los sábados") poca gente anda por las calles. SerÃan las diez cuando subà al tranvÃa. Sólo seis o siete personas ocupaban el vehÃculo, por eso pudo llamarme la atención un hombre triste compenetrado en su libro. Me fui acercando hasta llegar a la distancia justa para comprobar el tÃtulo del volumen: La Pesquisa. ¿Saer en Praga? ¿Un checo leyendo literatura argentina? ¿Quién es este hombre?
Se lo pregunté.
Comparto un resumen de lo que aquel personaje relató:
"Konstantin, pero me dicen Kostia", "soy traductor"; mis padres nacieron en Rusia, se casaron muy jóvenes, creo que en 1922 o 1923, e inmediatamente vinieron aquà a buscar nuevos horizontes. "Yo nacà en 1937"; en 1942 nos fuimos a Adrogué ("¿conoce?", "sÃ, claro, mi abuela...etc., etc., etc."). Allà permanecimos hasta la muerte de mi padre; yo querÃa quedarme en Argentina, pero las ganas no bastaron para convencer a mi madre y a mediados de 1955 regresamos a este "paÃs de mierda". El tiempo pasó entre lecturas, cigarrillos y alcohol, procurando resolver la tensión entre las lenguas que me constituÃan. Por fin en 1966 decidà probar suerte en Buenos Aires, querÃa ser escritor, "un gran escritor", cosa que en Checoslovaquia me resultaba imposible, ya que el idioma que mejor manejaba era el español. Sin embargo allá, con el correr de los años uno a uno los proyectos se fueron truncando; la enfermedad de mi madre fue la última excusa que necesité, "además del rotundo fracaso, claro", para, una vez más, retornar, "1976". Jamás
volvà a la Argentina, y van, "increÃble", cuarenta años, toda una vida; no me arrepiento, "de verdad", no me arrepiento de nada, aunque le confieso, "me hubiese gustado publicar". Nunca lo hice. Nada, "ni acá, ni allá". Mire que me movÃ. Ni en la revista del barrio. Es la única cuenta pendiente que tengo, y ya no creo que la pueda saldar, soy un escritor fracasado, "con todas las letras"; y asà me ve, leyendo a Saer, una de mis pasiones, junto a "Borges y Arlt".
Al conocer su confesión le comenté que yo publicaba, "de hecho, con cierta frecuencia, lo hago en Rosario/12", (se asombró, estaba al tanto de lo que sucedÃa en Argentina, el asombro motivó que repitiera "¿Página/12?", "no, no, Rosario/12", es el suplemento de la ciudad donde vivo; omitÃ, por pudor, referirme a la inminente presentación de mi primera novela) y le dije que si él lo veÃa bien, tenÃa la oportunidad de hablar con Sonia Tessa, la editora, para que le publicara algún... (no me dejó terminar, iba a decirle: texto).
Se levantó de repente, desencajado, sacó un papel del bolsillo: "Agarre, mierda".
Y se bajó.
Era una hojita deshilachada. Repleta de versos (un par, ilegibles; otros, intuÃ, después lo confirmé, en checo).
Al cabo de un rato hablo con la editora, le cuento la anécdota y le pregunto acerca de una posible publicación. Ella: "Vos sabés que yo encantada, pero me parece mejor si además del poema publicamos también la manera en que lo conseguiste".
Le hice caso.
De esto pasó un mes y medio.
Instalado en Rosario procuré reconstruir la historia de forma fidedigna.
Ahora sÃ, los versos de Kostia:
Oculto,
tras un nombre falso,
(extraño incluso para mi madre)
me escondo del Gran Inquisidor,
de la locura,
del hombre decente.
Oculto, no encuentro refugio;
grito,
y se pierde el grito entre las nubes.
Es insultante mi desesperación,
nadie la conoce,
nadie puede conocerla.
Estoy oculto sin refugio,
oculto en mi pena,
en mi sangre,
en mi tierra,
en mi doble o triple lengua.
Nota: puedo imaginar que, bien entrada la noche del dÃa de la divulgación de esta contratapa, sonará el teléfono de casa:
-¿Max Brod? ¿Me escucha?
Es Kostia, totalmente borracho.
-¿Por qué lo publicó?
-¿Por qué se fue as�
- ¿Por qué lo publicó?, mierda.
-Usted me dio el poema, quise hacerle un favor.
-Mire, hay cosas que no le conté, he hecho muchas canalladas en mi vida, demasiadas.
-¿Qué cosas?
-Soy un ladrón, ¿por qué me publicó?, no me lo merezco.
-Tranquilo Kostia, ¿no era su cuenta pendiente?
-Usted me robó.
-¿Cómo dice?
-Usted y yo somos ladrones.
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