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Viernes, 2 de octubre de 2015
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Nuevo rico

Por Manuel Quaranta
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Aclaración preliminar

El mayor inconveniente al que nos enfrentamos en nuestra tarea de investigación tiene que ver con las dificultades a la hora de realizar entrevistas o consultas individuales que garanticen dos principios básicos de cualquier disciplina científica: neutralidad y objetividad. En este sentido, el trabajo que sigue padece un problema irresoluble: nadie está dispuesto a autodefinirse ni aceptar la denominación nuevo rico; la negativa traza una diferencia radical con otros estudios realizados, como por ejemplo cuando compulsamos al público acerca de la clase media (todos querían incorporarse a esta categoría), o en nuestro análisis ontológico del negro (término que oscilaba entre la humillación del semejante y un fuerte sentimiento de pertenencia).

Introducción

Nuevo rico es la traducción del término nouveau riche, que desde su nacimiento está atravesado por un matiz despectivo, y aún hoy se utiliza con el objetivo de "enfatizar el hecho de que el individuo se encontraba anteriormente en un nivel inferior en la escala de la clase social, y cuyas nuevas riquezas le han proporcionado los medios para la adquisición de nuevos lujos que le eran imposibles de conseguir previamente". Además existe una palabra en el idioma inglés, recibida también de la lengua francesa, que consideramos pertinente compartir: Parvenu; aunque este término hace hincapié en el desbocado deseo de algunas personas por ascender en la escala social.

Para ingresar a la categoría nuevo rico es condición sine qua non ser rico, y serlo con una relativa proximidad temporal (menos de cuarenta años). Sin embargo, no alcanza con amasar una gran fortuna, ya que nuevo rico incluye, simultáneamente, una visión de mundo. Por eso el término puede resultar equívoco si no se realizan las distinciones necesarias. De manera precisa, una persona pobre o de clase media jamás entraría en esta categoría, aunque por ser una visión de mundo existirían una serie de comportamientos que podrían calificarse de esa forma. Por idénticas razones, alguien que obtuvo su fortuna recientemente puede quedar fuera de la clasificación, porque si bien cumple con el requisito temporal, desobedece la perspectiva vital. Nuevo rico, entonces, es un ser humano que posee mucho dinero y a la vez reproduce una Weltanschauung particular, un modo de enfrentarse a la vida: modus vivendi que pretendemos desentrañar en este trabajo.

A partir de las diferentes definiciones consultadas, deducimos que ser nuevo rico implica un pasaje, una transformación: se llega a ser algo nuevo, otra cosa, pero, paradójicamente, el adjetivo "nuevo" más que remarcar la metamorfosis pone en evidencia un pasado que se ambiciona dejar en el olvido.

I

Una característica esencial del nuevo rico es el obsesivo afán de ostentación. Proyecto que se plasma, cotidianamente, en su forma de vestir; el nuevo rico sólo utiliza aquella ropa susceptible de ser identificada como ropa de rico; la prueba de esto reside en que jamás se viste sin que lo que lleva puesto posea un logo o insignia identificadora: soy rico. En su proyecto exhibitivo, el nuevo rico encuentra un oasis en la industria científica, debido a que ésta le provee, con una frecuencia vertiginosa, los últimos productos tecnológicos que requiere para remarcar su fortuna (por cuestiones de espacio prescindimos de otras artes).

Cada una de estas acciones, entendemos, apuntan a expectativas opuestas. En el primer caso, además de la ostentación opera la fantasía frustrada de identidad: ser como ellos; en el segundo, en cambio, el objetivo es la distinción. Debemos aclarar, sin embargo, que en los procedimientos del nuevo rico hallamos una compleja trama de fantasías e ilusiones que deslindamos sólo a los fines didácticos, ya que ostentación, identificación y distinción se fusionan en la experiencia.

II

No hace falta indagar demasiado para entrever la enorme carga emocional que el nuevo rico deposita sobre determinados objetos. Los afectos involucrados en estas operaciones se visibilizan en la angustia que deja traslucir el nuevo rico ante la depreciación de alguno de sus bienes; esta sensación aciaga quizás pueda explicarse porque al asociar ser con poseer, el nuevo rico siente que su esencia se le escapa. Esto justificaría, en principio, su incomodidad cuando, por algún motivo (moda, políticas estatales, etc.), ciudadanos que no son ricos (el nuevo rico no distingue entre ricos y nuevos ricos; creé que es rico a secas cuando en realidad es nuevo rico) obtienen lo que él considera un beneficio exclusivo. Allí el nuevo rico, a causa de su angustia, desata una furiosa cruzada no sólo contra los recientes beneficiarios, sino contra todos los que permitieron o apoyan, según su parecer, una distribución excesiva de los bienes que sólo ellos merecen.

Esto último resulta clave para comprender la razón por la cual el nuevo rico resiste con tenacidad cualquier incursión en el espacio público (salvo en el extranjero). Para el nuevo rico lo público, y más aún lo gratuito, es sinónimo de amenaza, ya que esas condiciones disolverían su status alcanzado e inmediatamente lo depositarían en un conjunto indistinguible, en apariencia, de sujetos sociales; por eso tal vez el nuevo rico se vea más identificado con la noción de vecino (quien tiene una casa) que con la de ciudadano (quien tiene diferentes derechos y obligaciones), puesto que una casa debe ser adquirida (o alquilada) mientras que los derechos y las obligaciones son comunes a todos y nos igualan.

III

El espíritu exhibicionista que anima la vida del nuevo rico descubre en las redes sociales un cobijo impensado años atrás. Primero fue la fotografía, que se desarrolló junto a unas de las actividades modernas más novedosas: el turismo. Dice la ensayista estadounidense Susan Sontag: "Por primera vez en la historia, grupos numerosos de gente abandonan sus entornos habituales por breves períodos. Parece decididamente anormal viajar por placer sin llevar una cámara. Las fotografías son la prueba irrecusable de que se hizo la excursión, se cumplió el programa, se gozó del viaje. Las fotografías documentan secuencias de consumo realizadas en ausencia de la familia, los amigos, los vecinos". De todas maneras, la fotografía por sí sola era insuficiente, ya que a la vuelta del viaje se debía reunir a los conocidos durante horas para mostrarles imágenes de shoppings, playas y museos. En cambio, actualmente, el despliegue resulta sencillo ya que las redes sociales, junto a los últimos aparatos tecnológicos, permiten la exposición ilimitada de imágenes casi en tiempo real. Cabe destacar, en este punto, que las fotografías publicadas por los nuevos ricos, en su gran mayoría, hacen referencia a lugares paradisíacos o a ciertos lujos inalcanzables para el común de la población.

IV

La diferencia sustancial entre el nuevo rico antiguo y el contemporáneo reside en la pérdida de cualquier pretensión cultural (estamos trabajando en un estudio vindicativo del snobismo): al nuevo no le interesa aparecer como ignorante ante los demás. Hubo un tiempo en el que los nuevos ricos compraban enormes cantidades de libros por medio de los cuales exponían su amor, impostado o sincero, a la ilustración, pero hoy el nuevo rico está muy lejos de concebir la educación como un valor, entonces, si decide emprender la ardua tarea de la lectura adquiere la última novela del autor de moda o las mercancías que figuran en la lista de los best sellers; la razón de este viraje, presumiblemente, se relaciona con la indiferencia que muestra el nuevo rico ante lo que el sociólogo francés Pierre Bourdieu denominaba capital simbólico; para un nuevo rico, el único capital existente y legitimador es el económico, por este motivo empeña su vida en acumular ganancias que constituirían el camino directo hacia la felicidad y lo habilitarían para expresar opiniones acerca de temas que desconoce con un grado de ignorancia sorprendente.

Conclusión

Un lugar común indica que el nuevo rico tiene un gusto burdo, ramplón, que dirige su vida hacia lo inesencial y prosaico, que en general es reaccionario, puesto que debe cuidar esas ganancias que son su único bien, por eso las eleva al criterio máximo de humanidad y legitimación; nunca el nuevo rico se dejaría atravesar por el mínimo sentimiento popular o emancipador, ya que por su propia naturaleza mental considera que la vida es una competencia, y el otro, un enemigo. Esta constante inquietud que padece el nuevo rico nos ha conducido a conjeturar que, en definitiva, su motor vital es un temor arcaico a la pérdida, a no ser reconocido, una carencia primordial es la causa de que requiera (con mayor frecuencia que el común de la gente) de la mirada de los otros para sobrevivir en el mundo, pues adentro suyo late un fuerte deseo de reconocimiento (el contacto primario con una madre; la reconozco, me reconoce) que sólo encuentra satisfacción en los bienes materiales.

Aquí hacemos ingresar un concepto tomado del psicoanálisis, la pulsión escópica, que en el nuevo rico aparece en un estado de ebullición incesante. En su libro Cuerpo, mirada y muerte, Germán García reflexiona sobre esta pulsión: "No, indudablemente no se puede reducir la moda al problema de la mirada. Pero la perspectiva psicoanalítica va muy lejos en este terreno y tiene algo que decir acerca del asunto. La 'pulsión escópica', el deseo de mirar, se dirige primero al cuerpo propio. Es la historia de Narciso, de la que Freud hizo una metáfora de esta fascinación. Luego, se dirige al cuerpo propio, para retornar bajo el deseo de ser mirado. Es decir, que mirar y ser mirado son dos movimientos del mismo deseo. La posición del sujeto cambia, pero el deseo sigue siendo el mismo. Comerse con los ojos el cuerpo del otro, ser comido por la mirada de otro".

Para finalizar, arriesgamos una brevísima e hipotética conclusión; si el nuevo rico renunciara al doble juego exhibicionista (mirar, ser mirado) sería presa de la más terrible tragedia: caer en la cuenta de que no existe.

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