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Domingo, 4 de octubre de 2015
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Schrödinger y la gata Flora

Por Javier Chiabrando

Hoy me levanté con ganas hacerme el inteligente, así que miré un programa sobre los mayas y las matemáticas, una maratón de The Big Bang Theory y me llevé al baño una revista Muy Interesante. Viendo The Big Bang Theory tuve noticias del famoso gato de Schrödinger. Yo pensé que había muerto y que vivía una larga vida rodeada de gatas que lo amaban por haber corrido riesgo de vida para complacer las ansias de saber de los humanos.

El gato de Schrödinger es un experimento teórico, típico de gente que no tiene que perder tiempo buscando dólares y puede dedicarse a la física cuántica y otros crucigramas. Se encierra un gato (teóricamente) en una caja con un átomo radiactivo, un contador Geiger y una ampolla de cianuro. Si el Geiger detecta las partículas radiactivas, el detector rompe la ampolla y el gato muere. Si no, la ampolla sigue intacta y el gato vive. Las probabilidades son cincuenta y cincuenta. Es decir que (en teoría) el gato dentro de la caja estaría vivo y muerto a la vez.

El problema de Schrödinger es que no era argentino sino austríaco, y nunca había oído hablar del realismo mágico argentino, que es el realismo mágico más grande del mundo, y que nunca supo que ese chiste de meter animales o gente en una caja con veneno para ver qué sale, nosotros lo hacemos a diario, y a veces "per jodere". Y no solamente metimos gente, ideologías, instituciones, sino que un día metimos dentro de la caja a la mismísima Argentina, más conocida como la Gata Flora.

Antes de eso experimentamos con casi todo. Porque Schrödinger metía un gato y sacaba un gato, vivo o muerto. Nosotros metimos dentro de la caja al peronismo y cuando la abrimos nos encontramos con que, veneno o no mediante, el bicho se había transformado en el más puro y asqueroso neoliberalismo. Sorprendidos, lo volvimos a meter y salió un peronismo nacional y popular. Ahora, medio país no lo quiere volver a meter por si las moscas mientras que otros ya compraron la caja y el veneno.

Ante la duda de si el experimento había sido mal hecho, metimos dentro de la caja al radicalismo alfonsinista, que era un gato que sabía ladrar, y hasta morder, y cuando abrimos la caja nos encontramos con un gatito que ronroneaba, que no iba solo ni a la esquina y saludaba a los helicópteros con la patita. Una ternura. Era tan lindo que lo terminó adoptando un partido vecinal de Buenos Aires llamado PRO. Lástima que, según las malas lenguas, no le dan de comer más que promesas. Y el gato no hace más que adelgazar.

No satisfechos, agarramos un montón de políticos y los metimos en la caja: Carrió, Cobos, Reutemann, Bullrich, Sanz, y otros que no trascendieron para desgracia de la ciencia y la política. Acto seguido le dimos con veneno y radioactividad de todo tipo: ninguneo en las urnas, puteadas en todos los idiomas, denuncias de todos los colores, carpetazos, archivos del pasado, memes, montajes, etc. Pero cuando abrimos la caja seguían vivos y no paraban de hablar, de proponer una cosa más rara e inviable que la otra, y hasta se habían reproducido. Eso sí, a la hora de las urnas juntan menos votos de lo que suman ellos y sus crías. Es que el realismo mágico argentino es de exportación.

Y un día, hartos de que el experimento nos saliera chungo, metimos en la caja a la mismísima Gata Flora: la Argentina. La Gata Flora es un país, con su historia, su tradición, sus defensores y traidores. No fue necesario agregarle veneno y radioactividad porque muchos de sus habitantes lo llevan en la sangre. Acá coincidimos con Schrödinger. En teoría, la Gata Flora estaba viva y muerta a la vez, próspera y en crisis, muerta de hambre y mandando cohetes a la luna, amiga y enemiga del papa, dando lecciones sobre canjes de deudas y buitres y aislada del mundo. El peor país y el mejor, el más solidario y el más garca, el más lindo y un país de mierda. El país del que hay que huir y al que siempre se quiere volver.

Eso es lo que dice la teoría construida por los medios y la gente que lo repite. Claro, la teoría no falla, sobre todo si se declara que algo está muerto y vivo a la vez. Esa la acierta cualquiera. Pero la realidad es otra cosa. La realidad en Argentina, que es la realidad más grande del mundo, más que una caja con un gato es una bolsa llena de gatos. La apretás de un lado y te chinga del otro, la cerrás por arriba y se te hace un buraco por abajo. Y muerde y rasguña. Así que delicados, a comprar un pasaje a Suiza y de paso aprovechar el Plan Ahora 12.

Schrödinger nunca dijo en qué estado estaba el gato cuando lo metió en la caja. Porque una cosa es meter un gato sano y otra enfermo. Un gato enfermo se te puede morir de tristeza y no por el veneno. En cuanto a la Gata Flora, al meterla en la caja se veía bastante bien. Tenía su renguera pero caminaba recta, se la veía orgullosa, como si te dijera, "y vos pensás que después de fumarme diez dictaduras, el menemismo, la Alianza y tutti gli fiocchi me vas a apretar con un venenito y radioactividad". A la Gata Flora el veneno le da acidez, como mucho.

Se sabe que había estado enferma una década atrás pero había salido bien a pesar de las operaciones que le hicieron el FMI o caraduras como Cavallo, Melconian, Redrado, Sturzenegger, Nielsen. En realidad no eran operaciones sino operetas. Habría que preguntarle a la ONU, FMI, OTAN, ALCA, y a esos garcas locales ya mencionados, qué se siente después de meter a Argentina en una caja con veneno como para matar a todo un continente, y al abrir la caja pensando que la tarea está hecha, que la Gata Flora está muerta, encontrar que la Gata quiere seguir jugando, que le tiren ovillitos de lana y que va y va y va.

Sea como sea, austríaco o argentino el que experimenta, para salir de la teoría, para saber la verdad, siempre habrá que abrir la caja. Pasar de la teoría a la práctica. Porque la teoría es fácil: no solamente podemos declarar que la Gata Flora está muerta y viva a la vez sin temor a equivocarnos, sino que también podemos aventurar lo que hay que hacer con ella. No sé en Austria, pero en Argentina eso lo sabe cada tipo que se toma un café en un bar, los taxistas, los peluqueros, las señoras que hacen la cola en el banco, los jubilados. Y lo saben también los economistas, periodistas, políticos, encuestadores, Mirtha y cada piojo resucitado que aparece en televisión.

Es en época de elecciones que se pasa de la teoría a la práctica. Se abre la caja y agarrate Catalina. Hay palabrerío hasta que deja de haber palabrerío. Se habla de la Gata Flora viva o muerta porque el aire es gratis. Eso dura hasta que abrís la caja y comprobás lo que sucede en realidad. Ahí empieza la vida real, y como nunca antes, se impone esa vieja definición que aún tiene vigencia: "el arte de lo posible".

Si seguimos con la analogía de Schrödinger, sabemos que de adentro de la caja saldrá un gato, en este caso la Gata Flora, pero, ¿se habrá vuelto una gata neoliberal, una gata peronista, una gata desconocida por la zoología, que nos lleve por caminos indescifrables hacia algún fracaso que los argentinos, por extraño que parezca, aún no conocimos? Puede pasar, incluso, que al abrir la caja en lugar de un gato vivo o muerto, encuentres un dinosaurio. En un país donde hay jubilados que piensan votar a los que ya una vez les sacaron lo que tenían, todo es posible.

Lo que la teoría de Schrödinger olvidó es evaluar si la gata se enferma al abrir la caja. Por ahí aprendió a vivir respirando veneno, y el aire puro la enferma. No sería raro, le sucede a mucha gente que en su afán por ser infeliz, pero creyendo que busca la felicidad, vota a gente que la va a cagar, y que además se lo dice a cada rato. Es el resultado de respirar veneno. Schrödinger sabría mucho de física cuántica, pero de realismo mágico argento no sabía un pomo.

Otra cosa que Schrödinger no hizo fue prever que un gato tiene siete vidas. Eso un gato común, la Gata Flora tiene mil. Esa parte nosotros la pusimos a prueba en nuestro experimento. Y no en teoría, sino en realidad. A la Gata Flora le tiramos con todo, y al rato le volvimos a tirar con todo, y La Gata Flora se muere, y se vuelve a morir, y se recontramuere, pero cuando la abrís la encontrás viva. La Gata Argentina es así. Se muere y se muere, la saquean y la vuelven a saquear, la violan, la pisan, la malvenden, pero la tipa no se termina de morir ni mierda. Y lo que no te mata te fortalece.

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