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Jueves, 15 de octubre de 2015
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Ausencia

Por Pablo Bilsky
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Sres. Cámara Argentina de Boliches Bailables:

Me comunico por la presente con el fin de solicitar colaboración ante una urgencia, por un problema de salud. Me veo en la necesidad de recurrir a vuestra buena voluntad porque debo hacer frente a un oneroso tratamiento médico que ya no puedo afrontar con mis modestos recursos. No pretendo una dádiva, ni siquiera un préstamo. Muy por el contrario, les ofrezco una contraprestación con la que, creo, tanto ustedes como yo nos veríamos beneficiados.

A través de los medios de comunicación supe que ustedes abonan importantes sumas de dinero a figuras del espectáculo, artistas y celebridades, para que concurran a sus boliches. No es eso, por supuesto, lo que tengo para ofrecerles. Apenas me conoce mi familia, y hasta por ahí nomás. Tengo un trabajo muy modesto, y muy poco remunerado. No soy ni especialmente agraciado ni especialmente desagradable. No me destaco. No soy especial en ningún aspecto.

No coincido con aquellos que se quejan, y acusan, y denuncian que el canon estético en boga en la sociedad, y en los boliches, es filo-nazi. Para nada. En nuestra sociedad, y especialmente en los boliches, que de algún modo son una sociedad en pequeño, se celebra la diversidad.

Pero yo no encuadro en ninguna de esas variantes que se celebran. Soy un promedio-promedio, en todo, un promedio total, una media, la medianía misma, una medianía con patas, con flacas y peludas patas incapaces de bailar, y tembleques.

Nada podría aportar a sus boliches. Lo que yo les ofrezco, es justamente, mi ausencia. Si la presencia de los famosos posee un valor económico, la ausencia de los ignotos, de los que se especializan en no ser especiales en nada, acaso pueda tenerla.

Soy todo lo contrario a una estrella. Padezco timidez crónica, ansiedad, insomnio, depresión y pesimismo mórbido, además de violentos ataques de pánico. Debo tomar una gran cantidad de medicamentos, algunos muy caros, y mi obra social poco y nada me reconoce. Las fotocopias de las recetas van adjuntas.

Soy muy retraído. Me cuesta mucho hablar, estar entre la gente, mezclarme con grandes multitudes. Y ya, últimamente, el concepto "grandes multitudes" incluye a unas pocas personas, dos, una, mi mamá incluso. Me siento hacinado estando solo.

No es fácil. Me cuenta mucho hablar de cualquier cosa. Ni del tiempo puedo hablar. Hablar de mí mismo me produce pánico. No soy capaz de revelarme ante los demás. Me lleva entre tres y cinco años hacerle saber a las personas más cercanas mi nombre, qué música me gusta, de qué signo soy, esas cosas.

Por eso creo que mi ausencia podría tener un valor. La presencia es inconcebible sin la ausencia. La presencia es la ausencia de la ausencia. No hay presencia sin ausencia. Les ofrezco mi ausencia. Por una suma infinitamente menor, claro, a la que ustedes abonan por las presencias de los famosos, yo les ofrezco y aseguro mi ausencia en sus locales.

Además, según tengo entendido, la presencia de las estrellas en los boliches tiene sus límites. Están allí por unas horas, a lo sumo. Algunas concurren a varios locales en una misma noche. En cambio, la ausencia no tiene límites. La presencia es a la carta, digamos. La ausencia es tenedor libre.

Se puede estar presente sólo en un lugar a la vez. En cambio, la ausencia cubre un espectro mucho más amplio. Con mi ausencia, todos ustedes se pueden ver beneficiados, todos juntos, al mismo tiempo.

Ustedes, que valoran la presencia, y no sólo económicamente, sólo ustedes, los dueños de los boliches, van a entenderme, sólo ustedes, con su especial sensibilidad y responsabilidad social, podrán valorar también la ausencia.

Es más, yo casi no salgo de mi casa. Sólo para comprar alimentos, ir al médico, o a la farmacia, nada más. El ser de la presencia es ser una no-ausencia. Es romper con una ausencia.

Mi humilde colaboración sería, justamente, aportar mi granito de ausencia, una pequeña porción de ausencia que contribuya, sin embargo, a la cantidad total de ausencia que es necesaria, indispensable, para que se produzca la presencia, por diferencia, por contraste.

Les suplico que consideren remunerar mi insignificancia. Les suplico una modesta remuneración para mi modesto aporte de ausencia. Una ausencia pequeña, es cierto, tan pequeña como mi vida. Pero justamente por eso, lo mínimo, lo ínfimo está bien para mí, y hasta puede resultarme mucho. Sepan disculpar el atrevimiento de escribir esta carta. Desde ya gracias.

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