*En las esquinas se juntaban atraÃdos por la confluencia de mirador y parador a la vez. En las esquinas se encontraban, se apoyaban, discutÃan, se amigaban o planeaban escapes a la luna. Allà estaban seguros a la vez que expuestos, pero en esa dualidad ganaba siempre el poder advertir el peligro antes que éste cayera encima. Por ejemplo, un madre de vuelta del mercadito que los sorprendiera fumando. O algún "pesado" de un barrio lindero provisto de navaja. El "cuartito azul" de la poli investigando algo. Una noviecita despechada. Todos varones, futuros guerreros de la patria, conmovida por asonadas militares, revueltas juveniles y Perón que nunca regresaba, enconchado en Puerta de Hierro, jugando con sus perritas. Fue en una esquina en que José lo declaró traidor y cagón. En esa esquina lo echaron como castigo por haber perdido la esperanza. Cuando regresó, envuelto en una ruana y en brumas, todos festejaron,en esa esquina, incluÃdo José, quien, como el General, habÃa vuelto del destierro.
*No puede recordar el rojo exacto del buzón de la esquina. Se le mezclan con la camiseta de Independiente y el otro, el de los altarcitos consagrados al Gauchito Gil. Savoy o Bernao en la tapa del Gráfico yendo al gol, el rojo imperial del Sol Naciente, el de los afiches del cine Echesortu, el de las cabinas telefónicas inglesas. Quien sabe si ese rojo no se extravió para siempre. La memoria pinta a su medida lo que quiere y como quiere.
*--Andá a la esquina ver si viene tu padre --le reclamaba ella. Entonces salÃa, a veces bajo la luna enorme rogando distinguir la silueta conocida y que no viniese errática, envuelta en el vapor del vino. Temblaba por lo que sucediera después. Por eso, muchas veces se quedaba un rato largo sentado en el umbral, hasta que lo buscaba su propia madre retándolo porque se habÃa quedado mas de la cuenta y que ya su padre habÃa vuelto, sobrio, por la otra ochava y que ya estaban comiendo. En ese momento sentÃa que el universo se habÃa acomodado de nuevo.
*Chico de cuerpo, una ratita amena, enferma de tos y mocos y angina que no paraban nunca. Cansado de estarse en cama sin poder comer casi, sin una golosina, se empinó el medio frasco de jarabe. Cuando evoca lo que sucedió luego lo hace muerto de risa y a la vez sorprendido de lo que esta narrando, muchas décadas después. "Salà en piyamas hasta la puerta y me asomé.. les juro que por la esquina và pasar un león; asà de grandote, sin rugir, solo, solito, melena gigante movida por el viento, caminando hacia la calle 9 de julio".
*El peluquero Pichiotti, el tango que salÃa de su panza cuando cantaba, el escudo de Central arriba, intocable y uno de Ñuls que le habÃan intentado pintar sobre el otro, pero que aparecÃa arrogante y bien delineado a centÃmetros del otro; las sombras de los plátanos sobre la vidriera que hacÃan parecer al vidrio como algo que latÃa, esas mujeres que pasaban de vez en cuando, misteriosas, envueltos sus rostros en un pañuelo y que él saludaba con un gesto de la cabeza, un gato blanco y extraterrestre sobre el alero, un taxi detenido desde hacÃa siglos esperando al pasajero que nunca más volvió de la muerte, el último carro de la noche con su rozÃn ciego marchando hacia el oeste. Y Pichiotti, que silbaba ahora un vals, echaba cordialmente al cliente emperrado en terminar de contar su historia; luego la cortina bajándose y Pichiotti abordando aquel taxi fatÃdico a metros de la esquina que nunca más volverÃa a pisar.
*Fue en esa esquina donde escuchó un tango fatal, histórico y ronco. Fue como si le pegara un topetazo el ángel vindicativo de la verdad. El, que de pibe, ya escribÃa y se habrÃa de convertir en un narrador, se encontró diciéndose para sÃ, envidiando y amando aquella letra cantada por mujer que paradójicamente hablaba de otra que se fue: "Yo también algún dÃa voy a tener un ayer".
*"Comunicado del Estado Mayor Conjunto. A partir de hoy, 24 de marzo de 1976, etc, etc." En la esquina, radio en la oreja, oyó todo el mensaje. Luego, manos en los bolsillos, silbando apenas, penetró en su casita de material, y echándose en la cama vestido, dejando el velador prendido se dedicó a pensar y pensar que sucederÃa. A lo mejor, con los milicos estamos mejor, fue lo último que meditó. Ni sintió los ruidos y solo advirtió la patada que sonó como una bomba y que lo subÃan a una chata. "Pero si yo soy de ustedes", quiso decir pero no le salieron las palabras. "Es un error, che, paren". Pero no pararon y cuando despertó estaba flotando en el aire, sobre una esquina desconocida. Allá abajo habÃa gente que ascendÃa como él. Cerró los ojos y entendió todo. No le dio pena, le dio rabia.
*En la esquina se hizo de Central. Su tÃo habÃa pasado y mostrado, abriendo un paquete de strass, los colores de la divisa. --Te espero en tu casa, que te la doy. --!Ya la tenés!. Luego irÃan por el festejo a la cantina y beberÃa por vez primera vino amargo con cubitos. Brindaron por él, por el nuevo en la cofradÃa. Se pusieron a dar pullas en contra de Ñuls. El tÃo, esquivando migas gruesas, solo atinó a decir desde su vozarrón: "¡Si vamos a empezar asÃ, los boludos afuera! !El rival es sagrado, a ver si aprenden, pedazos de pelotudos!". Con el tiempo tristemente entendió que la carnicerÃa de ambos bandos terminarÃa desuniendo todo, como una lacra, como el matar o el morir. Y hubo una esquina rojinegra y otra aurizaul, enfrentadas por una calle donde no pasaba un alma. "Qué estúpidos somos los dos", comentó, pero nadie ya estaba de acuerdo ni con él ni con su tÃo, ese maricón.
*En la esquina entendió que habrÃa de ser diferente al resto, pues aquella noche lobuna de invierno, mientras el resto festejaba no sé que burla a los empujones sobre alguno, él se habÃa quedado mirando salir la luna por sobre los plátanos, embobado y entristecido, alucinado de brillo. Allà en la esquina, supo que todas las cosas que sucedieran serÃan diferentes que para el resto, y estaba condenado a verlas y repasarlas una y otra vez. Allà en la esquina, del frÃo y del tango por la radio. En una esquina de Echesortu.
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