Viernes, 22 de enero de 2016

Por Roberto Retamoso

Milagros

parece que sucedieran,

cuando alguien,

a quien le robaron la historia propia,

sale a buscarla,

aunque tenga que quedar a la intemperie.

Milagros

se nos ocurre,

cuando los eternamente postergados,

silenciados,

los siempre ocultos,

emergen de las sombras y se muestran,

porque han sabido conquistar

su lugar en el mundo.

Milagros

creemos,

son las cosas materiales,

y por ello tangibles,

que florecen allá arriba,

donde la patria se hace colla,

para que ellos,

los oscuros, los otros,

tengan vivienda,

tengan trabajo,

tengan salud y educación.

Pero no son milagros.

Son logros que ellos,

los condenados de la tierra,

supieron lograr,

porque tenían adelante,

como bandera o blasón,

a una mujer de las suyas,

que se llama,

paradójicamente,

Milagros,

aunque no sea milagroso

lo que por ellos

ha hecho.

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