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Miércoles, 2 de marzo de 2016
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Un día celestial

Por Julio César Quinteros
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¡Oh! Another heavenly day... ¡Yet!

Comenzaré: la mañana se presenta turbia y nebulosa, las amenazas se ciernen sobre nuestras cabezas, las cabezas de todos quiero decir. hablaré en singular plural, siempre he sido el mismo... He cambiado constantemente y aún he sido dos o tres o cuatro o de cinco a seis y siete personas al mismo tiempo desafiando toda logística de la física así y tal cual la comprendemos los seres vivos en esta piedra que nos transporta cósmicamente. (Aprovecho para chorearle a Carlos Tomatis un concepto, a Saer digo... eso). El cielo, decía, se amenazaba ameno y confiado y nos convidaba a subir a un puto bondi para llegar al API allí en las calles Urquiza y Tucumán. Sí, no es una esquina, son las calles Urquiza y Tucumán el API en Rosario de Santa Fe. Al despertar, temprano, llega mensaje de rainbow anunciando su arribo a manchester. Despierto pues y la mañana se despliega en mates y una calabaza enorme y unas palabras y ni un cigarrillo ya que a rainbow el tabaco le tose. Mates y palabras y algún sangüichito y palabras y escuchar el sonido de la voz de Jacobo en manchester me da valor y valentía. Salgo pues al ruedo cual toro matador, banderillado, armado de banderillas quiero decir. Salgo y la avenida me muestra su humedad y sus autos tediosos transitandola y sus regenerados dinosaurios entre los pistones y las explosiones de las bujías, el sonido, la gente caminando también tiene ruido de bujías explotando, automóviles en sí mismos la gente caminando. Gano la esquina y el 153 demoraba su llegar y el cartelito que indica cuantos minutos faltan no decía nada acerca del 153. Espero. Sin libro ni manos ocupadas en nada más que adivinar si la tarjeta tiene viaje. Llega el colectivo amarillo surcando la avenida y la tarjeta tiene viaje. Viajo. El tiempo sucede. Transcurre constantemente y sucede, tedioso. Un niño insoportable no paraba de silbar incongruentemente y su abuelo le alentaba. Molesto y sin libro desciendo en calle Urquiza un par de cuadras antes del destino. Camino entre gentes, padres, hijos, espíritus, santos, hijos de puta y pelotudos que no saben ni caminar por la calle y fumo un tabaco de camino. Fumar causa llegar a destino. Tiro el next sin terminar (supongo que había tres secas en él aún) a la calle y entro en API. El API. Algunos de los que trabajan allí me saludan amistosamente, supongo que me vieron ayer y ayer y ayer y ayer, debe ser por eso. Pido mi número en mesa de entradas o algo así y espero en la butaca delante de una de las pantallas. Suenan los soniditos de cada turno, muy ordenado todo. Y calculo, al ver los números en pantalla, que falta una veintena de turnos hasta mí, es decir hasta que ellos puedan escuchar mi voz. Sí, suena egoísta o megalómano o francés decir todo desde uno mismo o medir todo con uno mismo pero... ¿Quién puede hacer otra cosa, otra versión, siendo humano demasiado? Responda quien lo soporte. En fin. Muy equivocado estoy ya que el turno que tengo en mano salta en un par de minutos, seis, siete, no sé. Y accedo a un escritorio con un personaje muy extraño detrás, sentado ante. Lamenté no ser recibido por el Rober, uno que me atendió la otra mañana y que es un groso, me solucionó un par de cosas mientras se lastraba unas facturas y fue muy divertido y amable, lo vi hoy detrás de la segunda línea de escritorios y lamenté no sea él el que reciba mi trámite. El personaje que me atendió hoy, Fernando creo recordar, era de Ed Wood. Posta. Creo que voy a ver el lavarropas y su estado y regreso en un par de minutos, aguanten un cacho.

Continúo pues.

Bien, el crónico este que me atiende el turno del API en el API, es muy muy raro. Imaginen. Preguntó por triplicado todo lo preguntable y habló con un tono y volumen muy inaudibles, dificultando mi entendimiento. Al fin todo se resolvió. Sólo debía esperar que se desocupe otra persona que estaba atendiendo a otra persona en otro escritorio, segunda línea de escritorios, otros rangos imaginé. Esperé pues y el personaje edwoodiano miraba hacia los flancos y la pantalla ante sí con un ritmo insostenible, atonal, no musical, insoportablemente eterno. En un momento le pregunté si tardaba mucho y respondió: no, está con otra persona... Mostrando en ademán a su colega en segunda línea de escritorios que soportaba a un semi viejo de mierda que estaba dando la lata y se notaba y hasta el Rober estaba allí y miraba a mí con caras de complicidad de diciendo 'ya se va, es insoportable, infumable'. Y el semi anciano se las piró alterando a todos sin violencia, se desconoce defensa alguna contra el gesto amable dijo Samuel en uno de sus parágrafos alguna vez hace tiempo. En fin. Accedo a la segunda línea y muy expeditivamente resolvemos todo con la encargada de hacer que se cumpla mi trámite, en complicidad y armonía y risas de jua jua y broncas contenidas a medias solo para decir cuanto había tocado las pelotas el tipo semi que se fue ya por fin. Nos saludamos amistosamente y salí del API. Entré en birome. (cuec chistúpido porque me lo merezco.) Erré la salida y salí por la salida. La calle estaba gris Carver. Estaba triste y satisfecha, estaba con sueño la calle, con el sueño del que durmió un rato. Busco tabacos, no lo logro. Busco carga del bondi, no lo logro. Gris, Raymundo de mí mismo, camino, encuentro, retomo el camino y continúo. Sé, con certeza, que Walterio estará en manchester, en iriondo, esperando mi llaves. Sé que hablaremos, contentaremos el andar, nos daremos comida y bebida, hablaremos otra vez. Sé que Jacobo no está ya, salió dejando nota de heladera, salió de manchester y entró en rosario, Jacobito querido, Raino loco, que no te llueve en rosario y la humedad agobia. Sé con certeza mis certezas. Subo a otro colectivo luego de utilizar el telefonito para informar y noticiarme, periodista inmediato el telefonito, sin filtros ni cadenas televisivas ni radiovisivas, el telefonito y sus informes... Ponele. Bondi en una esquina y a manchester otra vez. Viajo, sin sobresaltos, colectivo semi vacío, agradable y sin mas sonido que el rugir de los dinosaurios entre pistones y ruedas accionadas sobre el asfalto. desciendo en donde necesito descender y diviso a Walter Enrique al cruzar avenida pellegrinoi. Cruzo pues, mirando su estampa celeste, su gesto que no comprendo ni entiendo, cruzo y llego otra vez mas a manchester, a iriondo, a pellegrinoi (antes tampoco fue un error) otra vez y otra vez y otra again.

el abrazo nos convoca a cocinar.

(continuaría)

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