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Domingo, 1 de octubre de 2006
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Cruzadas por la salud

Por Luis Novaresio
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Uno: ¿Qué tienen en común el dictador alemán Hitler y el presidente democrático de este gobierno? El que ambos consideraban su deber protegernos de los males del tabaco. No, no es un chiste; es la realidad. Para Hitler un buen alemán debía prescindir del tabaco y del alcohol. ¿Dónde se realizó el primer informe sobre la relación entre el tabaquismo y el cáncer de pulmón? En el III Reich en 1939. Y es que los nazis y nuestra sociedad tienen en común la obsesión por la salud: Eugenesia, racismo, pena de muerte a los que pensaban distinto. (De uno de los blogs que defienden el derecho a fumar).

Dos: Yo confieso. Yo confieso ante vos, Dios Estado padre todopoderoso, que he cometido pecado grave. Por acción y omisión. Yo confieso ante vos, Dios estado todopoderoso, que no fumo. No fumé ni tengo intenciones de hacerlo. Y otra vez, confieso mi pecado, pecando, padre. No he fumado, es cierto. No fumo, y vos podéis verlo. Pero que no he de fumar, pecado de soberbia, tengo apenas la intención. No puedo asegurarlo. Sabréis perdonarme. Yo confieso, que me parece de lo mejor que en los lugares públicos cerrados no se pueda fumar. Repito. Me parece muy bien que en hospitales, oficinas, micros, aviones, despachos, en el Palacio Vasallo, en la misma oficina de don Miguel, o en el Museo Gallardo, tan bonito que ha quedado, en ninguno de esos lugares, se pueda fumar. No hay que fumar, por mi culpa, por mi culpa, por mi culpa. Me atrevo a decir que no está mal que en restaurantes y bares haya que garantizar zonas libres del mal, o sea de humo, para que uno no ande hincando el tenedor en flan con crema y el de al lado te cambie el gusto del caramelo amargo con un Marlboro Light. Todo lo confieso. Por mi culpa, por mi culpa, por mi culpa.

Ahora, padre misericordioso, pregunto: ¿Todo eso se hace en pos de la salud o de un inconfesable deseo de reprimir el deseo ajeno?

Cien Ave María.

Tres: Llegó a Buenos Aires. A donde atiende Dios. Desde hoy estará prohibido fumar en los bares y restoranes cuya superficie no alcance los 100 metros cuadrados. Solamente los que superen ese metraje en el sector de mesas -es decir, sin contar por ejemplo la cocina o los baños- podrán habilitar una zona para fumadores. Esa zona, a su vez, no podrá ocupar más del 30% de la superficie total del local. La norma también eleva de 16 a 18 años la edad hasta la cual se prohíbe la venta de tabaco y prohíbe de hecho los cigarrillos de chocolate. Dice el artículo 17º de la ley de la Capital Federal: "Queda prohibida la comercialización y distribución de productos de uso o consumo propio de niños/as y adolescentes que, por su denominación, formato o envase, constituyan una evidente o subliminal inducción a generar o difundir el hábito de fumar".

Cuatro: Corro el riesgo de caer en mi propia trampa. Jugate, me dijiste. Es que temo que entonces pensemos en no dejar ni uno ni otro. El espíritu hortelano que campea por estos tiempos no va a ser fácilmente vencido. No sientas cargo de conciencia. La cantidad de muertes por accidentes de tránsito protagonizado por automovilistas alcoholizados es desesperante. No hay modo de compararlos. Y es cierto que, como supimos desde la primaria, las comparaciones son odiosas. Pero, sea: ¿Son diez, cincuenta, cien, mil veces más los congéneres atropellados y muertos por conductores borrachos que los muertos por aspirar el humo como fumador pasivo? No lo sé.

Sí sé con convicción que son más. Muchos más. ¿Hay que prohibir el alcohol en los restaurantes, bares y discotecas? Más: todo supermercadista, almacenero o mero quiosquero, deberá exigir al comprador de una cajita de Termidor que garantice que no conducirá un auto. Potencialmente, compra vino, lo toma, maneja y mata. Corto y copio: todas las acciones que constituyan una evidente o subliminal inducción a generar o difundir el hábito de fumar. Cambio. Hábito de beber. En la telenovela de la tarde, luego del amor, él le dice, preparame una copa. ¿Es subliminal inducción?

Exagerás. ¿Exagero?

Cinco: Comenzó la última parte de la cruzada "por la salud" en los Estados Unidos. Desde ahora, Nueva York encabeza la pelea contra las grasas saturadas pidiéndole a veinticinco mil restaurantes de la Gran Manzana que no vendan papas fritas, frituras en grasas o cualquier alimento rico en ese tipo de elementos considerado el principal factor de accidentes arteriales.

Una norma similar entrará en vigor en el 2007 pero afecta solamente a locales con McDOnald s, Kentucky Fried CHicken o Donkin Donuts. No se descarta, dice una especialista que concedió una entrevista a The New York Times que se piense en una norma de prohibición análoga a las antitabaco.

Seis: Me siento mal diciéndote esto. A veces, trato de preguntarme si lo que digo no es más que una inveterada costumbre de llevar la contra nacida del porque sí o de la apasionada lectura de los sofistas, esos grandes pensadores denostados por la historia oficial de la filosofía griega. Ni Protágoras ni Gorgias pudieron contra las trillizas de oro, Sócrates, Platón y Aristóteles y sucumbieron en cierta ignorancia. Por otra parte, sostener que la justicia es lo que al poderoso le parece que es o que el hombre es la medida de todas las cosas, incluido lo bueno y lo justos, justificada su moderno silencio.

¿Me molesta la prohibición hegemónica de fumar sólo por pretendida pose progresista o por creída intelectualidad rebelde o porque, en serio, hay un tufillo a meterse en la vida de todo el mundo so pretexto de organización estatal?

A nadie, también en serio, se le puede ocurrir que está mal, que es violatorio de la libertad esencial, prohibir que se fume en un sitio público cerrado en donde el humo ajeno pasa a ser propio. Está mal fumar, orinar, escupir, golpear en esos mismos sitios. Es casi análogo, por exagerar. Repito: está bien prohibir el cigarrillo en esas circunstancias.

La pregunta es: siendo el cigarrillo una expresión de deseo, placer puro, hacerlo prohibido aún a sabiendas, asumiendo el riesgo de invertir vida a cambio de ese sentimiento placentero efímero, ¿es razonable? Siento que quien fuma (¿bebe, tiene sexo sadomasoquista, toma azúcar siendo diabético?) hipoteca un rato de su "gran" vida efímera por un rato "pequeño" de placer efímero. ¿Y eso es competencia del estado? ¿El estado está para que seamos "buenos", para que vivamos mucho o para que vivamos lo que sea sin jorobar al prójimo?

El disparatado argumento de que si fumo tengo cáncer y gasto plata de los impuestos para que me atienden se desmorona pensando en la plata que se gasta curando gastritis por causa de los malos gobernantes, cirrosis por el alcohol, operaciones por los choques que producen los autos o por las hernias corregidas por estar sentado en una oficina. Y creo que a nadie se le ocurrirá prohibir gobiernos, alcohol, autos u oficinas.

Sospecho que todo se trata de no poder soportar el placer ajeno. Estar en una discoteca, acodado en la barra, saboreando ese placer en forma de cartucho de papel, creyendo que sí voy a poder conquistarte, hacer el amor y volver a fumar, es muy perturbador para muchos. Y te aseguro que es apenas una metáfora.

Cuando leí que desde las tierras bañadas por el río inspeccionado por la Estatua de la Libertad se piensa en prohibir las papas fritas, sentí que era hora de reaccionar defendiendo el derecho a comer hasta explotar de triglicéridos. El derecho a explotar mi derecho al placer. Explotar. ¿Se entiende?

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