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Viernes, 6 de octubre de 2006
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Meteorología

Por Beatriz G. Suarez *
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Te espero a las tres de la nieve, a las dos de la lluvia, a las catorce y viento. Te espero. Te espero a través de espinas, les limo las puntas, me bebo el limón. Te espero a las cien del invierno del treinta y cuatro de Octubre cuando te comiste el día y yo te convidé mi Hepatalgina. Estaba vencida. Lo comprobé después.

Te espero, sí, te espero así, corriendo en un archivo de lechuga cuya hoja veinte posee viento tuyo. Te espero a eso de la noche y cuarto, cuando el verano nos obligaba a cabalgar en el lomo y amanecíamos demasiado. En palabras duras como tomate perita recién traído, cortaré los pedazos, te haré un poema pequeño lleno de desesperación y de relojes patinosos.

Te espero tanto que subo a la terraza para ver si en el cielo te refleja la noche, entreveo un milagro, que exista un espejo pero no la galaxia.

Te espero con amor y destrozo adentro del Brasil que jamás conocimos, que se fueron los viajes por el cordón más feo, te espero en cada bote donde una correntada misteriosa me aleja aunque no quiera.

Te espero a las seis de la oferta y del catorce del diez del noventa y seis en que los números como un álgebra histórica nos movía los pisos y nos partía en terrones. No quiero ser tu azúcar ni la cuchara que revuelve tus días y los hace imposibles.

Del invierno te hurto, te sostengo entre soles, te merodeo el puerto donde me metí fácil y no salí. Y por eso en la silla me dispongo y te espero, sola, con el tesoro de la estrella y convirtiéndome en adjetivo o en bruja.

Te espero en el cable, en el mail, en el rulo telefónico, pienso que te enredas, lo enderezo por las dudas y se calienta toda la casa con la piel y con los argumentos de la ausencia.

Me espero yo también, me espero la cara de alegría, el rubor, las ganas de acomodarme un pelo o de volverme indígena y salvaje como cuando se aproximaba la tormenta de verte.

Te espero en la página del tiempo, se me ocurre que estemos ahí, en los datos de los próximos días, la región, las ciudades, Tostado, Rafaela, Las Rosas y un Casilda donde harás que la lluvia se estanque y el aeropuerto del olvido clausure sus pistas.

Me convierto en neblina matinal, luego en despejada y calurosa, logro equilibrarme desde quince grados hasta treinta y dos, te siento creciente, menguante y luego me lleno y todo se nubla. Alta presión en Roma o en

Caracas, en Lima hay humedad y la visibilidad de lo que siento se hace internacional. Internación al. Internación al que espera.

Y pasarán vientos fuertes, leves, moderados, mi nubosidad será variable como una economía o un país. Volverán inestabilidades y despejes, el servicio de Fisherton nos hará creer en el futuro y lo sé.

En el océano Atlántico en que he quedado pasan demasiadas cosas como para explicártelo en esta contratapa, la escribo y la hago a la mar de los lectores para ver si entre ellos te dibujás temprano cuando el olor a frutos marinos me suponga en tu puerta.

Te espero porque existe la yerba y se seca y se envasa y se ceba y se comparte.

Te espero porque en Paraná no puede menos que traerte. Le escribo tanto a sus sauces y a su caudal de noche que si le ruego por tu vuelta no puede negarse y ser tan egoísta.

Quiero que sepas que te espero, que aunque pasen los años, los siglos, los presidentes, yo ya rompí la o y la volví una u habitable, allí me lanzo y la transformo en pileta, de vez en cuando vienen la zeta, la jota, etc. Y me voy a pasear un rato nomás. Quedate en la puerta, serán quince minutos.

Enseguida regreso.

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