"A lo sumo", me dijiste, "mañana despertarás sabiendo que ya no serás una vÃctima de las estadÃsticas, sino que a lo mejor seas el número de la estadÃstica, y te hagas mierda contra otra estadÃstica, o te haga de repente mierda desparramada a vos un colectivo de frente que no habrÃas visto seguramente porque nunca cruzás las calles como una persona de ciudad, sino como todo chacarero", me dijiste, "siempre el medio es el equilibrio para asumir el riesgo". Dijiste: "se podrÃa decir que si de sucederte algo mañana, a lo sumo ya despertarás sabiéndolo". Esto es mi recuerdo y mi lenguaje neto en cuanto a tu persona, a vos mismo cuando estabas en un estábamos, digamos. Pero como la Dorixina está indicada para, principalmente, los cuadros que las personas cursan cuando dicen tener algún tipo de dolor visceral o fÃsico, pero que sólo se trata de una sÃntesis somática que, seguramente, deriva de otros cuadros más o menos manejables según cada paciente que venga y, como se dice, admita que, como sabés que sabés, nunca nada le dolió al paciente. Que no me importa si seguÃs dándole sin asco al clonixinato de lisina la prepotencia precisa y concentrada de aliviarte algo. Esto es ahora, y no es éste un gesto del orden vengativo, ni un poner a nadie de rodillas para rezar o humillar. Esto -vos lo sabés mejor que yo- es un problema en mucha gente, como lo son tus dolores, o mis estados de alerta. Esto es una inercia en tu idioma. Esto es algo. Como qué no lo sé, pero es algo que tira. Hacia dónde tampoco lo sé, pero tira, sopla -imaginate un barrido verde-, impacta como impactó recién. Con luz o sin luz ya no importa. Presumido de espontaneidad y sin aquella frase "Todo estaba tan quieto". Asà vino. Y no tengo por qué negarlo ahora porque tampoco vendrÃa al caso, pero todo estaba tan quieto hace un rato nomás que sentà el advenimiento usual de amonÃaco que de a ratos sigue haciéndose plural y, aunque chiquito, alguien siempre muere llorando. "El eslavo" le digo yo a ése plural amonÃaco. Pero te voy a explicar quién o quiénes son "El eslavo": son como un pequeñito eslabón que hace lo que quiere en cuanto a refulgir su aroma de recuerdo, como si se empeñase en no acompañarme a veces y asÃ, este eslabón y mis recuerdos más de una vez se van por otro camino, con otros gustos y otros estares. Pero a veces no. A veces se apersonan con una indulgente energÃa de permanencia; no tanto en cuanto a lo temporal, sino más bien al espacio que durará su aroma, como si siempre estuviese no recordando mis recuerdos, sino recordando que recuerdo mis recuerdos, que los tengo y que siguen dentro mÃo sin un marco tan establecido como el que siempre yo presumÃa. Mis recuerdos, si el pequeñito eslabón no se pasa de la raya, pueden con su propio azar predictibilidad no ofrecerme, y pueden, sólo cuando "El eslavo" sabe que al no tener ni alas ni medio locomotor no puede insistir más de tres veces, mis recuerdos todos juntos y cada uno con su propio motivo de interior perpetuidad pueden, te decÃa, proyectarse en un fenómeno que de por sà ya es del orden de lo celebratorio más allá de su origen, y pueden reaccionar súbitamente sobre lo que fue, en general, beneficioso o malicioso y que, en su momento real, no fueron sucedidos para mi actividad digamos, sino para mi vida en sÃ. Pero como todo lo mÃo vino de la ignorancia, que ahora te admita que mis recuerdos pueden por sà sólos reconfigurarse y hasta cambiar de aspecto si quieren, no por eso la fuerza trascendental y viva que hizo la marca se disipa como sin valor. Todo lo contrario más bien. Puntualmente en tu caso, en la obra te puse un nombre precioso y no salÃs nunca de escena hasta el final. Pero vos -tu personaje- es un muchacho que siempre dice no estar donde tendrÃa. Dice siempre asÃ: "no estar donde tendrÃa". "¿Dónde tendrÃas qué?", te pregunta Helena, que es la mamá de Adrián calcada pero que en la obra desempeña un rol mediano e inofensivo. El peligro en la obra está en otro lado. Es como algo que nunca vas a entender, no por bruto sino por desentendido innecesario, como toda esa gente que festejó la caÃda del muro de BerlÃn, como los cacerolazos, como la grieta que tiene el dique San Roque, como lo que siempre hacÃas vos sin querer, como todo lo que hacés en la obra. Aún "El eslavo" me impide el tÃtulo pero asà debe ser, quizás. Igual no te reconocerás. No te preocupes, son sólo palabras escritas que esperarán, quietas, una boca que las pronuncie. Tu boca es otro recuerdo mÃo.
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