Este mediodÃa volvÃa en colectivo hacia mi casa. Yo estaba sentado en un asiento cuya espalda daba hacia adelante, por lo que viajaba mirando hacia atrás.
En un momento dado, se paró a mi lado una señora con un nene de tres años y medio (la edad la conozco porque después se la pregunté a la mamá). Yo estaba sentado en el asiento que daba a la ventanilla, por lo que el del lado del pasillo estaba desocupado.
Parándose en ese lugar, la señora ubicó allÃ, a mi lado, al nene, que se puso a hablar con ella. ¿Para qué fuimos al municipio?..., de golpe preguntó el pequeño.
Escuché, no sin sorpresa la infantil pregunta, a la que la madre respondió explicando que habÃan ido a hacer unos trámites.
Mi atención quedó muy predispuesta a escuchar, porque como saben todos mis amigos rosarinos de Facebook, en esta ciudad cualquiera dirÃa "ir a la municipalidad" -cosa que efectivamente hacemos frecuentemente- pero nadie dirÃa "ir al municipio", una forma ciertamente excepcional -y podrÃa decirse "culta" si no fuese por la connotación elitista que supondrÃa el vocablo- de referirse a la administración ciudadana.
Pero la cosa no terminó entonces, porque al rato el nene le dijo a la madre: "¡éso es absurdo!...", lo que motivó una sonrisa de la señora, quien dirigiéndose a su vástago le preguntó si sabÃa "lo que era absurdo". No recuerdo si el nene respondió algo, y si en caso de hacerlo le haya brindado a la mamá una acepción del término.
Eso me hizo comentarle a la madre que su hijo parecÃa muy despabilado, y que si ahora hablaba utilizando ese léxico, cómo serÃa cuando fuese más grande.
Es que está muy estimulado, me dijo la madre, mientras yo me levantaba para descender del colectivo. Y mientras me dirigÃa hacia la puerta del coche, el nene seguÃa repitiendo en voz alta (acaso estimulado -como dirÃa la madre- por mi comentario): "¡Éso es absurdo!...".
Entonces bajé, pensando que cuando se está aprendiendo -o incorporando- una lengua en esa niñez temprana, lo que se aloja y se inscribe son los significantes, en toda la materialidad y la riqueza de su estructura fónica, aunque la aprehensión del sentido quede diferida hasta un momento oportuno. El famoso "aprèscoup" psicoanalÃtico, que viene a dar cuenta con propiedad teórica también de ese hablar como un loro propio de cualquier infante.
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