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Viernes, 21 de octubre de 2016
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Habitar la libertad que asusta a quienes nos matan

Por Gabby De Cicco
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Eran las 17:30 y en la esquina de casa éramos unos puntitos negros esperando el 146. Una pibas recordaban del Encuentro de Mujeres, de cómo viajan haciendo música. Durante el trayecto del bondi ya éramos una marea negra que sabía adónde iba cada unx de nosotres.

Caminar por la plaza, encontrarme con amigas, amigues: poetas, docentes, laburantes, artesanas, militantes, periodistas. El abrazo sostenido, la palmada en la espalda. El gesto cómplice del estar aquí y no en otra parte. Caminar la plaza, recordar cómo estaba hace semanas atrás, tomada por quienes participaban del Encuentro Nacional de Mujeres, recordar otras concentraciones, como la de los 24 de marzo.

Recordar por qué marchamos: por los femicidios, por los lesbicidios, los travesticidios. Marchamos porque en dos semanas se asesinaron a 20 mujeres y una lesbiana, porque no queremos que nuestros cuerpos sean violados, quemados, humillados. Marchamos para decirles: no pasarán sobre nosotras/es.

Caminar por la plaza, recorrerla antes de la marcha diciendo este es mi espacio, sin miedo. Nadie nos mueve de aquí, nadie nos quita este espacio ganado.

*

La bandera dice "Ni Una Menos" y encabeza la marcha. Detrás de ella las activistas. Todas las generaciones presentes: las nuevas, esas que se están poniendo al movimiento de mujeres al hombro con una pasión y fuerza que devuelve la esperanza. Las más antiguas, las que nos fueron abriendo camino, camino que compartí con ellas durante años, como cuando las primeras marchas de los 25 de noviembre, éramos apenas un puñado.

Avanzaban las mujeres, las tortas, y quienes se sienten aliades/os. Avanzaban y el corazón se me aceleraba, la garganta empezaba a molestar por las lágrimas contenidas, por los cantos que empezábamos a cantar.

Saber que la calle es el lugar, que no estamos solas/es. Saber que estamos definiendo el futuro que queremos, aquí y ahora, entre todas/es.

*

Esta escritura de hoy es fragmentaria. La escritura de lo de ayer sólo puedo hacerla así. Quizá porque los cuerpos de muchas mujeres, lesbianas, travas y trans han sido cortados, y desechados como fragmentos de un cuerpo más grande, el cuerpo de la libertad que tenemos y que a muchos les molesta, y que por eso nos asesinan.

*

Marchar como escribir contra el miedo. Marchar y ocupar el espacio que quieren que abandonemos. Las calles son nuestras; nuestras casas, donde vivimos y construimos nuestro a diario, son nuestras, y quienes se tienen que ir son los violentos, los asesinos, las personas lesbotransfóbicas. Esxs no tienen lugar en los hogares que queremos construir de maneras nuevas, solxs o en pareja, con o sin hijxs, con familias extendidas.

Marchamos gritando que vivas nos queremos, que decidimos sobre nuestros cuerpos y nuestros deseos, y que si eso les molesta, váyanse ustedes, quienes no entienden de esta libertad, pasión.

*

Los cuerpos presentes. La presencia codo a codo, marchando. Queremos que se respete nuestra libertad, que el No es NO.

Decimos que fuimos 15.000 en la marcha del 19 de octubre. ¿Fuimos 15000 en verdad? ¿No sentías a las otras, les otres que nos acompañaban? Para mí, por Oroño, marchaba Pepa Gaitán, tan chonga, gritando junto a nosotres, e iba la Sacayán, gritando contra la cana, iba Lucía abrazadas a otras/es.

Te juro, te juro que las sentí, las vi. Iban todas las otras: Chiara, Daniela, María Soledad, imposible nombrarlas, pero allí estaban. ¿Las sentiste cuando nuestros gritos se hacían extremos y cuando el calor de estar codo a codo nos refugiaba de la lluvia?

*

Te veo con el bastón de tu mamá que murió hace poco. Nos abrazamos fuerte en la plaza, sabemos que luego en la marcha nos perderemos, pero que el hilo amoroso que nos conecta, ese nos trae de vuelta. Sonreís para la foto, levantando el bastón que tiene pegado el volante de la marcha y la frase agregada: "Morir de viejas es nuestro derecho".

*

Te veo venir caminando para saludarme. En vos el "viva nos queremos" se hace aún más cuerpo. Brilla en tus ojos de sentir demasiado, en el gesto vital que desplegás a tu paso y en tu abrazo. Nos abrazamos fuerte y me recomendás una ducha tibia para sacarme el frío de la lluvia en mi cuerpo. Ese gesto entibia mi vuelta a casa, mientras me repito algunos de los nombres de aquellas/es que nunca dejaremos que caigan en el olvido.

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