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Domingo, 15 de octubre de 2006
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Con sólo levantar la vista

Por Luis Novaresio
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Uno: Me harté. Me lo dijiste y tuve un sobresalto. No sos de empezar una conversación con un verbo en pasado y mucho menos en voz de muerte. Hartarse, así me sabe, es morirse de una esperanza. Me harté. No tengo ganas de tener el prejuicio o la educación, en cualquier caso es lo mismo, de fijarme en las formas. ¿De qué me sirve buscar el adjetivo amoroso, el giro pertinente, cuando lo que siento es lava de disgusto? Ni siquiera un insulto me ayuda. No tengo ganas. Siento que maldecir, en todo caso, es profanar el verdadero enojo de los que merecen tenerlo.

Me harté. Me harté de las encuestas, las estadísticas, los índices, los porcentajes. No soporto el treinta por ciento de pobreza, ni el catorce coma nueve de indigencia ni la comparación del coeficiente de Gini que dice que un pobre es veintinueve veces más pobre que un rico. No quiero volver a escribirlo sin sentir cargo de conciencia. No quiero que me pase que pueda apretar las teclas que transforman en palabras las estadísticas sin que sienta que soy poca cosa. Que soy un cobarde. ¿O acaso te creés que porque venís diciendo desde hace años lo que te parece injusto, lavaste tu responsabilidad por esos males? No es justo caer en la idiota culpa de todos, de alguna manera todos tenemos una cuota de responsabilidad, decís con burguesa necedad, pero tampoco hay derecho de creer que verbalizar lo que está mal es el modo más comprometido de combatirlo. Las cosas se cambian desde la acción. Praxis. Filosofía como praxis. Si no, mero devaneo intelectual, onanismo cerebral. Me harté. Y el hartazgo, sí, me la banco, me hace exagerar.

No me gusta que se quiera ver como razonable perseguir a los fumadores con aceite caliente y golpear la tecla de la despenalización de la marihuana. Y todo, porque queda bien. Porque es moderno, progre, re intelectual. Me exacerba al límite de la taquicardia que en la cuenca sojera y lechera más grande del mundo pueda yo mismo publicar que la pobreza de la gente que allí vive, golpea a casi cuatro de cada diez. Me quita la serenidad el discurso del amor a la diversidad, a lo diferente, a las capacidades distintas cuando ni siquiera hay un lugar público digno para que los distintos, diferentes, los diversos, puedan incorporarse a la vida laboral.

Me harté. No quiero escribir más esta contratapa. No encuentro sentido a hacer aparentemente público lo que no se cambia. Porque escribir en un diario, me dijiste, es hacer aparentemente pública una idea. ¿Cuánto creés que modificás mandando a la imprenta dos o tres enojos regularmente escritos? ¿Quién suponés que te lee? ¿El funcionario que asumió voluntariamente para cambiar las cosas? ¿El que se hizo rico a costa de la pobreza de muchos? ¿Alguien parecido a vos? El funcionario creerá que es un campaña en su contra. Enseguida llamará a tu editor y lo amenazará con levantar la pauta publicitaria si no callan a ese periodistucho que juega de progre montado en la vía de la justicia. O si no, el tipo te llamará a vos y te ofrecerá comercializar una pauta de publicidad para que vos transites el camino de la comisión de esos dineros. El devenido rico en este río revuelto se va a reir. Simplemente. Y tu congénere, a lo sumo, si es que te lee, se indignará diciendo que este país no cambia más, que ellos son todos iguales, que ellos no tienen cura. Ellos.

Me harté. No escribo más.

Dos: La Escuela Particular Nº 1027 "Luisa Mora de Olguín", más conocida como la escuelita del padre Edgardo Montaldo. Está inserta en la villa de emergencia del barrio Ludueña Norte, de donde recibe toda su población escolar; niños y niñas marcados por toda clase de carencias materiales, espirituales, afectivas y falta de contención de familias emergentes de una realidad de pobreza y exclusión. Ante esta difícil realidad se agotan todas las estrategias educativas para posibilitar mejores aprendizajes, que incluyen paseos, excursiones, campamentos o viajes, indispensables para un desarrollo pleno y armonioso; más aún para estos niños/as que cuentan como única oportunidad, la que les brinda la escuela.

Desde marzo de este año nos "embarcamos" en el proyecto pedagógico: "Navegando... hacia un lugar soñado". Hicimos todos los trámites para conseguir se nos otorgue alojamiento en los hoteles de Chapadmalal. Felizmente ya nos dieron la fecha. Allí estaremos el 20 de noviembre... si Dios quiere. Pesito a pesito se fue juntando dinero para el transporte. Ardua tarea la de vender rosquitas, pastelitos, numeritos, bingos; reciclando plásticos, papeles, cartones, etc. Tenemos que juntar $ 5200 de transporte (sin excursiones) siempre y cuando ¡el gasoil no aumente! Ya tenemos 4000, nos queda un mes de trabajo pero le tenemos miedo al aumento.

Para nuestros chicos, esto es... ¡un viaje a Europa!. Y no es porque sean nuestros alumnos, pero realmente se lo merecen. Al grano ¿A quién podemos tocar para que nos den una mano? Para nosotros es un montón de plata, pero para algunos...¡no es mucho! Desde ya te agradecemos. Adriana, Rosa y María Inés las "seños" de 7º. Búsquedas.

La escuela del padre Montaldo huele a pelea. Por una vida mejor, porque el teorema de Pitágoras tenga sentido en una hipotenusa igual al cuadrado de mayor justicia social. Ahí mismo funciona la Orquesta Sinfónico social juvenil de Derna Isla y otros maestros que creen que la música, un violín, un bronce, ayudan a estar más cerca. Está en Humberto Primo 2401. El teléfono es 437-1127.

Tres: Los rosarios son de madera. Creo. No me vas a creer pero es el primer rosario que tengo en la mano. Al menos, en los últimos treinta años. Hay un colgante con una medalla de la Milagrosa. A veces pienso que si ella estuviera atenta, la Milagrosa, digo, debería apiadarse de tanta devoción y hacerle el sobrenatural favor de solucionarle su vida. Está en sillas de rueda. Tiene fotos de su esposo y de sus dos hijos muertos en un accidente. Hace seis años. Ella pelea la vida pero pudo sólo hasta estar enferma. De la enfermedad que no quiere nombrar. Y entonces acaricio el rosario. Necesita ochocientos cincuenta mangos para un catéter imprescindible en la quimioterapia. Se sienta frente a la entrada del Supermercado de Pellegrini y Moreno. A la mañana. Y espera.

Su espera no es solitaria. Dos pibes de menos de quince, qué se yo, no me pidas precisiones, la miran. Le pregunto si no tiene miedo que la asalten. No lucen bien. Y ella se ríe. Se ríe mucho. Son drogadictos, pero no ladrones de una mujer en sillas de rueda. Con el rosario en la mano le pregunto al pibe si comió. Vuela. El pegamento y la bolsa todavía huelen a algo. A solvente y a aliento caliente. Se lo tiro. Me putea y me pide salame y queso. No jamón, grita el otro, también borracho. Jamón es de maricones. Salame y queso. El juez de menores Jorge Cartelle, dice la noticia, aseguró que no hay un solo instituto oficial en la provincia en donde recuperar a un menor delincuente que sea drogodependiente.

En la puerta del supermercado de Avenida Pellegrini y Moreno se encuentra Delia. Cobra una pensión de ciento veinte pesos y está sometida a un tratamiento contra el cáncer. Dos pibes de la calle la custodian. Se supone que están bajo la tutela del Organo de Menores de la Provincia. Viven de la caridad y aspiran pegamento.

Cuatro: Los datos de esta casilla no son verdaderos por temor. El motivo del presente mail es la desesperación de toda una familia. Tenemos un hijo de 22 años que es drogadicto. Cuando nos enteramos empezamos un trabajo de seguimiento para tratar de saber cuán adicto era. Después de hablar con algunos de sus amigos, ya que hablar con el era hablar con una pared, recabamos una información que pedimos por favor alguien la utilice para detener a un vendedor de cocaína que actúa impunemente en pleno centro a la luz del día.

El señor que le suministró la droga a nuestro hijo durante todo este año, es un hombre de unos 45 años que se llama Roberto (o por lo menos así lo llama nuestro hijo), que se mueve en un auto importado y otro auto blanco. Por la información que pudimos recabar, este hombre sólo se mueve en el área del centro, y sus limites son bulevar Oroño, avenida Pellegrini, y el río. Suele manejar con una gorrita en la cabeza y es de tez oscura. Y esto ya lo hemos hecho, así que pedimos por favor lo tomen en serio: Pueden pararse en cualquier esquina del centro un rato y verán pasar el auto, frena en la esquina, se sube un comprador, se baja al minuto y el auto sigue.

También nos enteramos que vende a alumnos de algunos colegios en el momento de la salida. A nuestro hijo prácticamente le arruinó la vida, y queremos evitar que lo haga con otras personas más. Y como tenemos miedo nos manejamos desde el anonimato, porque nos aconsejaron que no hagamos la denuncia, que tarde o temprano nos iba a costar peor.

El mail de esta familia está en la redacción. Por si alguno acostumbrado a inventar lo cree un invento. Para no ser de su misma condición.

Cinco: Y son apenas unas cuantas muestras. Hoy no te pude escribir. Apenas transcribir. Lo que hay con sólo levantar la vista. Hartazgo. [email protected]

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