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Martes, 17 de octubre de 2006
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FOTOS

Por Gloria Lenardón
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Muchas preguntas se formularon acerca de las fotos tomadas durante el bombardeo en Palestina del pasado agosto, fue un bombardeo debidamente fotografiado. Se preguntó con gran indignación (incluyó pedido de resarcimiento y disculpas de parte de las agencias de noticias involucradas) acerca de la foto de un fotógrafo que aumentó mediante retoques el humo de una bomba buscando así impresionar más a la gente y provocar la inexistente reacción masiva (a pesar de las llamas de las casas incendiadas y los muertos que aparecían en la televisión).

Resulta que los internautas no se hicieron esperar, cazadores de imágenes inmediatas a lo largo del globo, preocupados por la fidelidad de cada toma que reproduce un hecho, son muy sensibles a la más leve distorsión: si un cráneo fue perforado sólo dos veces por las balas no aceptan que un mechón apelotonado por la sangre pase por otro agujero. Aprender a mirar las imágenes satelitales correctamente para que no haya engaños es para ellos esencial, se lo advirtieron a todos, advirtieron también que a la bomba que cayó sobre Palestina le agregaron humo, y más derrumbe, y marcaron con el lápiz de la computadora los puntos incorrectos.

Resulta que cuando el ejército de Israel apoyado por el infaltable e insuperable armamento norteamericano oscureció el cielo de Palestina su impecable registro fílmico y fotográfico no dejó dudas a nadie, menos a estos internautas que no encontraron motivos de denuncia: las fotos de todos los ataques se veían irreprochablemente fieles.

Una fotografía es un llamado de atención, algo fijo y digno de ser vuelto a mirar porque exhibe una razón, un motivo que puede estar vinculado a los mejores o a los peores sentimientos, algo que soporta lo capturado para que se lo revise; la foto espera despertar la inteligencia y los sentimientos de los otros para que esos otros busquen la verdad.

¿Cuánta desesperación tiene que sentir alguien para exagerar una foto e intentar de ese modo conseguir el socorro que pide y no le llega?

¿Cuánta desesperación hubo en la foto de la bomba sobre la ciudad atacada que sumó otra más a la lista de las ciudades atacadas en el Líbano y Palestina? Los muertos de Qana, en su mayoría niños, nos recordaron inmediatamente la cantidad de niños judíos muertos en Auschwitz, ambos registrados en series fotográficas como testimonios de épocas atroces, entre ambas series median décadas, la de Kafer Qana transcurrió hace apenas meses.

Se comprende el horror de la foto exagerada porque al horror lo ayuda la memoria, y la memoria carga con el recuerdo de hechos muy precisos. La foto del testigo desaparecido Julio López dando vueltas hoy por las pantallas evoca miles de desaparecidos, o tendría al menos que evocarlos, tendría que actualizar el agujero negro de nuestra historia.

Susan Sontag reflexionó: "La fotografía como conocimiento es reemplazada por la fotografía como fotografía. Es una reacción violenta contra cualquier ideal de representación". El fotógrafo de Palestina no debió retocar esa foto, no debió aumentar el tamaño de la bola de fotografías trucadas que rueda por el mundo, la foto de Julio López no tendría que aparecer en las pantallas y menos todavía provocar este silencio, el silencio como respuesta a su circulación, porque esa foto no tiene autonomía, se conoce muy bien en qué historia se inscribe.

Resulta que habría que averiguar qué causa verdadera indignación en los buscadores de imágenes, es decir en todos los espectadores de pantallas que se sientan a requisar imágenes para mirar cómo se ve este mundo.

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