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Sábado, 2 de diciembre de 2006
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El efecto mariposa

Por Por Miriam Cairo
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I. Allí está acabando el minuto de silencio. Aquí la vida perdura como una tarde entera. Lo que cae no es el sol sino tu ausencia.

II. Comemos sombra. Deletreamos cuerpos. Desconocemos ataduras. Tentamos accidentes. Repasamos extravíos. Complacemos insomnios. ¿Qué alma no tiene defectos?

III. Si estuviera en Madrid diría que las sombras tienen ruido propio y en la intimidad de mi cuarto, podría cabalgar una silla rocinante. (A solas y en la oscuridad, toda amazona pierde los estribos.)

Si estuviera en Londres podría jinetear sobre el lomo de mi sueño con una veleidad sentimental

Las sombras de Francia abrirían sus puertas de castillo y dejarían salir el espeso fluido con el que me acumulo, me sofoco y me consuelo.

En cualquier lugar del mundo las sombras son tan parecidas a sí mismas, tan consentidoras de mis delirios, que donde sea me entrego jadeante a la soledad que me conquista.

IV. La falible escribe a merced de una punzada genética, prolongada, visceral. La escritura la empuja a la vida, le genera silencios, le abre pozos, la lleva a los bares. Ojalá, ojalá, es el punto de partida de su escritura y con ello sobreviene la música, la plasticidad, la génesis, los genitales. La falible construye su universo desde los agujeros de la historia. Reproduce la veta resplandeciente del verbo. Insiste, para que la culpa de su escritura no la perdone.

V. No me animo a mirar mi mano porque transitás la línea del destino. La suerte está echada. La verdad es peligrosa como una gitana. ¿Cómo se sostiene el amor? Yo siento un hormigueo.

Una inyección de ron me sube por el brazo cuando cambiás de camino y me transitás la línea de la vida. Muchas veces he pensado en quedar manca, pero la gitana ha dicho que a falta de mano, la verdad se lee en los pies. Tampoco me animo a mirar la planta de los pies cuando te siento allá abajo. Sin manos y sin pie, tal vez me evitara la idea de quererte tanto. La gitana dice que a falta de manos y de pies, la verdad se acumula en el ombligo. Yo no me atrevo a perforarlo. Cuando no te encuentro en las líneas de las manos ni en los pies, te siento en las entrañas. Lo que más me asusta es que tu presencia dentro de mí no sea una invasión contra la cual luchar sino un estímulo por el cual vivir.

VI. El me prodiga una larga mirada acariciante. Alrededor hay mucha gente. Hablan, legislan, profetizan, denuncian, beben cerveza y sus rostros sufren modificaciones de acuerdo a lo que dicen. Escucho y veo muy poco aparte de que estoy con él. ¿Qué es ser inocente?

Esta noche ninguna mujer puede yacer en brazos de un hombre casado.

VII. Entre el subir corriendo la escalera y el desvanecerme en tu habitación hay una conexión íntima. Tanto la velocidad como la quietud han de representar el vicio de la adoración.

VIII. Quizás el mundo se trate de una venita, de un pie puesto en el umbral, de una simple ráfaga de viento fresco. El resto, parece la desesperación misma.

IX. Tu nombre no es una simple decoración del pensamiento. Es la manera en que surge el sentido de mi gozo. Tu nombre es un mecanismo desnudo de artificios que me hace retornar al origen de lo imaginado para ver aquella inocencia sorprendente.

X. Otra vez la realidad me da la espalda para que no vea su gesto de injusticia. Invade mi emoción cuando estoy inmersa en una noche maravillosa. Yo, en su lugar, me iría discretamente en puntas de pie, pero ella no se mueve. Otra vez el ron me resguarda de la carencia de vuelos.

XI. Donde quiera que vaya dejo huellas de tinta negra. Mi fatalidad es la destreza para no volver sobre la llaga de los recuerdos si no voy a hacer con ella algo que me provoque ira, risa o sueño.

XII. Tu cuerpo querido. Mi alma escuchada. Tu masa viva. Mi esfera rosa. Tu cabo de amor. Nuestros escondites descubiertos. La furia verbal. El cadáver del pasado. El golpe a la estructura. El derrumbe del esfuerzo. La caída de la fe conyugal. Los avisos clasificados. La noche fusilada. La tenencia compartida. El pañuelo en la boca. El departamento amueblado. La soledad asesina. La aceptación lenta. El fortalecimiento del yo. La razón de la caída. Tu cuerpo querido. Mi alma escuchada. Tu masa viva. Mis labios hirviendo. El rizo recursivo. La física cuántica. El efecto mariposa. La realidad impura. La necesidad de amor.

Pieza mínima

-Haga lo que quiera, pero no olvide que yo no tengo ninguna libertad interior.

-Usted lo dijo.

-Si, y lo digo porque usted tiene más imaginación que yo.

-Puedo subirme a esta silla y hacer como si pescara.

-Haga.

-Puedo desnudarme sin quitarme la ropa.

-Siga. Yo prefiero quedarme al margen de esta historia.

-Voy a fumar. ¿Tiene fuego?

-No.

-Voy a fumar igual, sin humo. Es más sano.

-Fuma sin humo, bebe ron en vasos vacíos, pesca en el aire. Usted es económica.

-Y respeto el bien ajeno. Ahora, dígame, lo del ron lo sacó de otras páginas, no me lo niegue...

-Hace un tiempo que estoy al tanto de su delirio.

-De mi estilo, querrá decir.

-De su exceso.

-De mi estilo.

-El exceso de delirio es su estilo. No me contradiga, soy su editor.

-Siempre encuentro dentro de mí más zonas oscuras.

-Eso le da prestigio a su barbarie.

-A veces me da mucha verg_enza tener un alma.

-No se aflija, se nota poco.

-¿Mi vergüenza?

-No, su alma.

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