Nunca hay magia en la rutina.
4:56. ¿El tiempo de una canción de Leonard Cohen?
Cuatro minutos, un vaso de tinto. Cincuenta y seis segundos, la oscuridad del rÃo entrando por el ventanal. El silencio cantando en tu piel. La fragancia animal brillando en cada letra de tu nombre. Y el afecto inclasificable que nos hacÃa seguir viéndonos, MimÃ, buscarnos en el tiempo, hacer esa isla de soledad entre tus parejas y las mÃas, perdernos juntos alguna noche cuando necesitábamos hablar, contarnos el último libro, los proyectos nuevos, las andanzas de tus hijos y los mÃos. Coger o hacer el amor, ya no discutÃamos eso. Y siempre, separarnos apenas se terminara el vino. Porque si no, lo nuestro serÃa un matrimonio, una pareja. Y tan casados estábamos los dos.
Riesgo, encanto, incertidumbre, amor.
4:56. ¿La hora en que atravesamos tu jardÃn? Me acompañaste hasta el portoncito. Tu figura sonriente agitando la mano hasta que el auto arrancó y me perdà por la bajada Gallo, buscando la Costanera, dejando la mirada en el paisaje del rÃo traicionado por el puente. Pensando en que siempre me desconcertás.
Esa libertad molesta con los rigores de la necesidad. Las leyes de nuestros afectos impidiéndonos amanecer juntos.
-No hay pasión en el té con leche y menos, en las tostaditas.
Me dijiste la boluda vez en que yo querÃa más y más como un potro desbocado. InsistÃa en quedarme para que fuéramos a caminar con tus perros por el Paseo del Caminante. Para que nos vieran juntos el rÃo y el amanecer.
¿Una canción equivale a un cuento o a un poema?
QuerÃa ser el oÃdo absoluto de tus ojos. El encuentro subiendo, ascendiendo, llevándome el alma mientras mi cuerpo se quedaba esperando como un bobo desparramado en el sillón.
Falso. El ser no soporta la mezquina mutilación dialéctica, la división del trabajo, las burocráticas categorÃas de los Testigos de Vittorio Codovila.
MÃstica natural. Bob Marley en Cohen.
4:56, ¿La duración de una canción del 2001?. ¿El versÃculo de alguna escritura inapelable del manual de Kussinen?
Anoche me pediste que te acompañara al super, al cruzar la plaza Alberdi en diagonal me tomaste de la mano. Estuviste tres horas en la góndola de los tintos hasta que elegiste nuestro último vino, ese Finca Dolores. ¿Ya lo habÃas probado?. O tal vez por la etiqueta rojinegra.
Decidiste cenar en el jardÃn. La humedad escanciada por mosquitos, camalotes, petróleo, luciérnagas. Tenuidades de rÃo y ciudad.
Siempre tan prolija en tu sencillez, las antorchas, las ensaladas. Algo transcurrÃa sin que yo lo pudiera descifrar. Me alcanzaste el destapador, algo azul hizo que tu sonrisa durase más en el instante. Penumbroso azul oscuro. De azul, pintado de azul.
-¿Desde cuando "blu" significa azul en italiano, professoressa? ¿Desde el desembarco en Sicilia?-
No tenÃas ni idea. Cuando te pregunté por qué Modugno seducÃa con aquellos bigotitos absurdos, me hiciste callar con un beso y nos empezamos a desnudar.
Ahora el sol se asoma por entre las agujas del cedro azul. Amanezco solo. Escribo esta historieta cursi para no irme de tu saludo definitivo, del alivio de regresar a todas las cosas que vos no sos, la tristeza dulce de que ya no habrá otro vinito a compartir.
Tus palabras no dejan de caer.
-No quiero que nos veamos más. El culo se me está cayendo, no quiero que nos veamos envejecer.
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