Cuando las cosas se llamaban de un solo modo, es decir, cuando el verano era el verano y el Otoño era Otoño, las cosas tenÃan sentido.
Las cosas eran compactas como ese mundo que nada tenÃa de evanescente y los mayores actuaban con una lógica de hierro, porque la dignidad no se negociaba y la pobreza era digna, el mundo elemental era seguro porque asà habÃa sido a través de los tiempos.
De las cosas que no se discutÃan en primer término estaba el lugar de los niños. DebÃan sostener su posición fantasmática, su posición de cero a la izquierda frente a un mundo adulto que parecÃa tabicado para todo aquel que no se alzara demasiado del suelo.
El mundo adulto del trabajo frente al del niño que no exponÃa su cuerpo el los avatares adultos, salvo que la familia más que numerosa lo exigiera y allà sÃ, todos participaban de las tareas rurales.
En mi caso, al no tener hermanos todavÃa, digamos que lo pasaba mejor que otros amigos de mi edad. Si no era la escuela o los mandados todo podÃa resolverse en placenteros juegos y libertad que terminaba en las últimas quintas que festoneaban las últimas calles del pueblo.
Cuando pienso en aquel tiempo, lo pienso como si una gran fotografÃa en sepia se pusiera en movimiento. Como si la movilidad del tiempo arrancara entre goznes, y nos pusiera dando vueltas en el arcón sentimental de los dÃas.
Donde supura el aire están las cosas que no podemos dejar de olvidar, lo que no queremos que se caiga en el azufre de los tiempos, allà en ese pozo a la deriva donde refulgen los odios y se retuercen los vendavales recurrentes, donde un sopor insiste dando tumbos por el aire enconado de junio.
En el aire sà que supuran enconados dulzores que secundan otros misterios.
Cuando las cosas tenÃan unidad y dulce magia, rubricando albores que susurran los recuerdos y dan colores en el denso temblor de la noche.
Sin rubores y sin restos, cuando roncaba la luna que el histórico temblor desistÃa como un estigma helado en el aire, sin saber que alguna noche fungÃa un amor pasajero.
Dentro del aire que no suponÃa certezas, dentro de la luna que enarcaba su ceja octubreña, frente al dominio que no "iba a diamante" con su "luna en los pies de pato", en los últimos años en que formaba el temblor del perdido sobre el anca de Dios.
Dulzura enseñoreaban fervores dados vuelta, como una nube que erguÃa esplendor en la noche, asistÃa un plenilunio de amor.
¡Qué recoletos, qué reprimidos vivÃan los novios de entonces!. Los horarios, los dÃas con esos horarios que plantaban la formalidad y la costumbre, la familia, las hermanas y las tÃas, las visitas del novio al prostÃbulo clandestino que llamaban "casa de tolerancia", la de doña Chola Olave, las posibles enfermedades venéreas que no se nombraban en público.
Un mundo cerrado a los niños, a las mujeres y apenas entreabierto a los hombre que gozaban del raro privilegio de la soledad mitigado por el truco tedioso de las tardes moribundas que apenas matizaban de vez en cuando el duro trabajo de entonces.
El pueblo era ese escarabajo soñoliento en medio de las eras rubionas, las heladas impiadosas que mataban y quemaban los montes frutales, la paciencia de monje frente a los temporales de agosto. Lluvia y barro. Barro y lluvia y mate y ginebra y música donde habÃa una guitarra o un acordeón a piano.
Lo único recordable es el Otoño, cuando el atardecer exigÃa su abrigo y caminar bajo la hilera de casuarinas oscuras, con sus hojas como pequeños pecesitos dorados, era un poco menos voluptuoso que hacerlo bajo los altos plátanos añosos que dejaban el suelo crujiente de hojas con sus nervaduras muertas.
El Otoño en ese tiempo remoto era la estación que uno añoraba y cuyo paso trataba de retener aunque el frÃo y las heladas prematuras fueran un aviso inequÃvoco de que el dueño de esos ocres y las rencillas vespertinas pronto serÃan recuerdo.
El Otoño también era la sombra tibia sobre la casa de los viejitos Ortali que desde aquà siempre veÃamos lejana.
¿Por qué será que el Otoño, aquel Otoño y tal vez todos los Otoños sucesivos me ponen en súbita tristeza, dulce como un elixir que uno no quiere nunca dejar de beber?
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