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Jueves, 21 de junio de 2007
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El nombre de la esperanza

Por Miriam Cairo
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La herida

Hay besos que cubren con un velo de agradable hipocresía las cosas desagradables y tienden a dilatar aquellas razones del pasado que ya no existen. Los besos del acostumbramiento y del desgano, tienen algo que hiere de muerte el corazón de la humanidad. La inercia se vuelve un tirano implacable que nos posterga la amarga constatación de que nuestros labios se ajan mientras disimulan el horrible sabor de la tristeza.

El letargo

Llega un momento de la vida en que uno se resigna a cierta compañía porque parece más fácil permanecer en lo indisfrutable que prorrumpir con la idea de una felicidad posible. La resignación, sutilmente se mete en el organismo y lo adormece. Dejamos la boca en el letargo porque despertar duele más que el fastidio y porque una vez que asumamos el espantoso fenómeno de la soledad en compañía, ya no habrá somnífero ni terror que nos devuelva a las tranquilas aguas de la indiferencia y el adormecimiento.

La crueldad

Esta clase de besos se difunde en la abulia cotidiana como un bien de consumo masivo, pero a ellos se oponen besos más vivos y sensibles que turban profundamente los cimientos de una soldadura que sólo podría ser disuelta por la muerte. (Así de crueles podemos ser los hombres con los hombres: con el consentimiento de un dios nos preparamos el camino hacia el infierno).

Los besos de amor

Por más que nos empeñemos en no tocar nada y que nos pongan carteles que prohíban entrar al mundo propio con deseos propios, los besos de amor no logran ser fieles al error indefinidamente. Podemos enseñar a los ojos a cerrarse con fuerza para que no nos entre espuma de jabón. Podemos controlar esfínteres, gastos, consumo de ron, pero los besos de amor son como el destino: una bestia en celo que no se detiene hasta encontrar a su dueño. Y la emoción sexual que llevan consigo parece hecha a mano y a la medida de nuestra personal palpitación.

La escasez

Los besos intervienen irremediablemente en la vida de los sujetos. Se ha dicho que los besos son los más íntimos encuentros a los que pueda tener acceso un hombre. Y no están limitados a una sola época de su vida. Los besos de amor, con el paso del tiempo se vuelven cada vez más escasos y por lo mismo, más preciados. Así surge una notable diferencia entre lo que es un beso de amor y un choque de labios vacíos o anestesiados.

La cachetada

Si los besos de amor son escasos y difíciles se debe a que los labios no son endebles. Ellos saben apoyarse obedientemente donde haga falta para no generar conflictos, para salvarnos del estrés de lo irremediable, para ahorrarnos el largo proceso del divorcio, para evitar que lloren los hijos, para que la suegra no desherede a sus nietos, para que el cura no nos niegue el pan ázimo del domingo, para que el gerente del banco no nos vuelva a hacer firmar los papeles del crédito, del seguro de vida, de la cuenta corriente. Los labios saben muy bien que para abolir los besos insípidos es necesario decirle adiós los labios insípidos. Por ello, los besos de amor operan como una cachetada fundamental que promueve el inusitado coraje de cambiar el maquinal rumbo de nuestra vida.

La cría

Los besos de amor son poderosos. Nos salvan de caer en un abismo muy oscuro. Agigantan la alegría cuando hay alegría y alivian la pena cuando hay pena. Uno puede vivir dentro de un beso como una cría vive dentro de su madre. Y si se tiene esa clase de piel que transparenta, al ser besado con tan luminosa baba no se estará a salvo de traslucir la candidez que el ropaje y el pudor no muestran.

No sé qué voluptuosidad duerme en estas palabras: "besos de amor", pero sé que hacen un cerco asombroso alrededor del miedo y la boca propia, que antes era prescindible, ahora se vuelve una cosa terriblemente necesaria.

El tembladeral

Los besos de amor son ardientes en sí mismos y encierran su propio fin. Uno pudo haber pasado toda una vida teniendo sexo deslumbrante sin que ello signifique nada menos que sexo deslumbrante, pero cuando se pone la boca sobre la boca amada, cuando se engulle la baba que desde los labios filtra el corazón, entramos desnudos en un tembladeral de ilusiones.

La vigencia

La primera y obvia pregunta que suscita el concepto de "beso de amor" a cierta altura de la vida, es la de su posible actualidad, su vigencia luego de haber visto tanta y tan buena pornografía. Y uno llega a la cuenta de que "beso de amor" es el único nombre que se le puede dar a la esperanza.

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